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Defensas de la Ultramodernidad.

Enviado por   •  10 de Abril de 2018  •  2.615 Palabras (11 Páginas)  •  265 Visitas

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es muy poderosa y peligrosa, que puede acabar aceptando como normal cualquier disparate que se repita muchas veces. Por eso es necesaria una crítica de las creencias. Nuestra cultura está desprendiéndose de unas certezas y creando otras. Hay sin duda, presiones continuadas de grupos interesados que pueden acabar cambiando las antiguas creencias.

Nos conviene caer en la cuenta de que con nuestros comportamientos estamos cooperando en conformas creencias que, luego nos repugnen. Me preocupa la facilidad con que podemos ser “colaboracionistas insonscientes”. Todos nos quejamos de cosas a las que estamos ayudando a existir. Somos víctimas de modas, costumbres, creencias en cuya consolidación participamos sin saberlo. Para no ser colaboracionistas, es necesario analizar las implicaciones de lo que hago. Los fenómenos sociales son un precipitado de actos individuales. Resulta difícil separar lo privado de lo público. Las conductas íntimas se basan en creencias que desbordan la intimidad, que dirigen la evaluación de las costumbres, de las modas, el consumo, la aceptación o el rechazo, la excuso o el ataque.

Parte 6.

Mi miedo al colaboracionismo me hace estar muy atenta al modo como se habla, predica o exige la tolerancia; el cual es un sustituto tímido del concepto “justicia”. Ahora se ha convertido en una palabra mágica y conviene matizar su alcance.

Es fácil aplaudir la tolerancia, más difícil practicarla y todavía más difícil explicarla. Tolerar significa soportar, aunque no precisamente fomentar. Tolerancia es el margen de variación que una solución admite sin dejar de ser solución..

El intolerante afirma que sólo hay una solución para cada problema, la que él posee; que su solución no admite ninguna flexibilidad y que está dispuesta a imponerla si puede. Tolerante inteligente es el que conoce y justifica el margen de tolerancia de cada solución. Tolerante necio es el que piensa que todas las soluciones tienen un margen infinito de tolerancia.

Parte 7.

Los hechos, son la manifestación de complicadas interacciones. La economía se mundializa y también las técnicas e incluso las costumbres. El mercado laboral no tiene frontera.

En tiempos de cambio social rápido, las identidades establecidas se disuelven y el yo tiene que definirse de nuevo. La gente necesita dar una respuesta a quienes son y a dónde pertenecen. La búsqueda de la identidad tiene profundas motivaciones psicológicas e ideológicas.

La globalización, tal como se está produciendo, convierte al hombre en mero agente económico, desarraigado, movido sólo por el interés. Es la universalidad del mercado. Tamaña reducción despierta oposiciones muy fuertes en pensadores de todas las culturas, que ven como única solución volver a la tradición y recuperar los valores culturales propios.

Históricamente, la identidad se ha construido mediante el enfrentamiento. Nosotros frente a ellos, lo que explica posiblemente la extremada crueldad de las guerras identitarias, donde se trata de salvar la identidad, convertida así en un patrimonio mágico, dispensador de una supervivencia simbólica. En estos conflictos se sigue un patrón monótonamente repetido; se demoniza al contrario y después, se le aniquila. Nada refuerza más la identidad que el genocidio de otro.

Finalmente parece que a pesar de tantos elementos psicológicos, sociales, económicos y morales, la solución está en acudir a lo que tenemos en común, los derechos humanos; que por desgracia, han sido absorbidos por el frenético tornado de la búsqueda de identidad.

La búsqueda de identidad, tabla de salvación, se convierte en voluntad de poder. Hay una parte de la filosofía que no se limita a estudiar lo que pasa, sino que busca soluciones para los problemas que afectan a la felicidad o la dignidad de la especie humana. Aspira a descubrir cuál es la manera más inteligente de ser inteligente, mostrando los caminos para salir de nuestra selva originaria (gran heurística, la ciencia de las grandes soluciones, o más comúnmente llamado, ética.). La ética es un saber hermoso, pero complicado, que exige conocer muchas cosas. Al sobrevalorar las diferencias, favorecen la búsqueda de la identidad mediante la pertenencia a comunidades.

Parte 8.

Una de las características de nuestra época posmoderna, una de las creencias que nos están colando en las cabezas, es el recelo ante cualquier pretensión de verdad. Vivimos en una cultura de escaldados. Oscilamos entre el fanatismo y el relativismo (que favorece una tolerancia benevolente aunque también es reaccionario). Cuando todo es igualmente verdadero, acaba por imponerse la fuerza como argumento más poderoso. En este asunto, es preciso precisar, matizar y seleccionar las respuestas.

La mayoría de las ideas que aceptamos las han pensado otros y corremos el riesgo de aprobarlas sin sales cuáles son sus principios activos. Una vez dentro, se expanden y actúan de manera salutífera o venenosa, fuera ya de nuestro control. Por eso les recomiendo que antes de tomar algo por hecho, revisen con cuidado lo que hay detrás o el origen del mismo. Cada grupo define lo que es verdad para él.

En las sociedades postmodernas, la duda está en todas partes, la tradición se muestra en retirada, y las certezas morales y científicas han perdido su credibilidad. Vivimos en el otoño de las certezas.

Las ideas abstractas, pasan a la vida diaria y se integran en el magma de creencias confusas que nos determinan claramente. El relativismo posmoderno asoma la oreja con ocasión o sin ella. Las polémicas sobre lo políticamente correcto como criterio de selección literaria son un acaso cósmico y notorio, pero podría mostrarles una pasmosa colección de disparates.

No hay nada más progresista que la inteligencia crítica. El posmodernismo nos ha contagiado el síndrome de inmunodeficiencia mental, que aniquila nuestras defensas racionales, haciéndonos vulnerables ante cualquier idea, por débil que sea. Afortunadamente, este síndrome tiene fácil solución. Estudiar más y pensar más.

Parte 9.

La estética del relativismo intenta convencernos de que la afirmación de la versad es sinónimo de un mortal aburrimiento.

Llevando hasta el límite las diferencias, los lenguajes privados, el politeísmo de los valores, convertimos el mundo en un hervidero de jitanjáforas. De ahí brota la sensación de incoherencia, de fragmentación, de incapacidad para relacionar las cosas que sufren parte de nuestros contemporáneos.

No es verdad que el significado de una frase esté contenido en ella. Una expresión es sólo un conjunto

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