Análisis del programa (Reformulación 2006) Bachillerato de Arte y Expresiòn
Enviado por Guillermo Rodríguez • 11 de Octubre de 2018 • Apuntes • 2.391 Palabras (10 Páginas) • 533 Visitas
Análisis del programa (Reformulación 2006) Bachillerato de Arte y Expresiòn:
El programa curricular de esta orientación tiene como fundamentación la importancia cultural e histórica de la música, así como lo relevante que es analizar su capacidad para ser reflejo y testigo de cada época a nivel social, familiar, etc. También su capacidad para penetrar en nuestras emociones, para perpetuarse en la memoria y la conciencia.
Pero a su vez la música es también de gran importancia económica a través de su industria y no debe olvidarse que puede ser usado como instrumento ideológico y político, penetrando e influyendo en la sociedad de forma significativa.
El objetivo es formal al alumno a través del análisis y la experimentación musical para procurar generar una actitud crítica y abierta a su vez, que suponga una visión más profunda y madura del hecho musical y sus vertientes.
Estos propósitos son alcanzados a través de un enfoque pedagógico profundamente práctico. A través de audiciones guiadas, experimentación musical en trabajo tallerístico y la experticia y el entusiasmo del profesor hacia la música son en extremo importantes.
Dentro de los contenidos del programa se encuentran aspectos históricos, culturales y estéticos que pasan por una dimensión expresiva de la música, apreciando aspectos generales y técnicos de la música como expresión artística. También se trabaja con una visión pragmática de la música y sus funciones sociales según los contextos culturales haciendo hincapié en la diversidad cultural y realizando un abordaje espiralado concéntrico desde otras culturas hacia nuestra sociedad durante el siglo XX y XXI.
La evaluación de estos aprendizajes se realiza de acuerdo a las propuestas, es decir, se exigirá de acuerdo a las pautas de trabajo realizado, prioritariamente de corte práctico y en formato taller. La importancia del conocimiento conceptual sólo se entiende como justificación del trabajo práctico y las decisiones musicales tomadas.
Con todo esto se pretende que el perfil del egresado bachiller sea el de un sujeto que haya desarrollado una serie de habilidades prácticas musicales básicas, haya incrementado su discriminación auditiva y su memoria musical y su capacidad analítica para comprender los recursos musicales que son manejados por la industria y sus artistas y es capaz de entender la relación del hombre y la música en su contexto social.
Al observar lo ocurrido con la educación artística en Uruguay es imposible (e injusto) esquivar a Pedro Figari, quien hizo mucho para que, en sus palabras: “… las escuelas públicas despierten en el niño el concepto del arte y de la belleza, como se ha hecho en otras partes. Esto concurrirá a formar el carácter del pueblo, dentro de un plan más alto y más culto”. [1]
El proyecto educativo de Figari escapa a las dimensiones de este trabajo pero podemos decir de él que intentó concretar este proyecto en varias etapas de su vida y que le fue imposible llevarlo a cabo como hubiera querido por la falta de apoyo político y el rechazo de empresarios e industriales que se oponían a su implementación en la Escuela Nacional de Artes y Oficios de la que fuera director.
Figari escribió en concreto una serie de acciones a realizar en forma de preceptos o reglas que sintetizaban su propuesta:
Que el estudiante obtenga el conocimiento a través de la experimentación más que de la teoría, respetar sus particularidades de aprendizaje y potenciarlas, enseñarle a razonar para desarrollar su capacidad analítica, priorizar la preparación general más que la especializada, potenciar la capacidad creativa/creadora y la perseverancia, así como fomentar su espíritu de asociación y cooperación.
Estas aspiraciones se fundan sin duda en la influencia de la Escuela Nueva de Dewey en Figari, en oposición a la Escuela Tradicional de docentes poseedores de una imagen impositiva, coercitiva, paternalista y autoritaria, con el alumno en segundo plano, sumiso y pasivo.
En la propuesta de Figari en cambio, el alumno debe ser el centro de la institución y la importancia del maestro radica en orientar las actividades que le darán al educando el aprendizaje, en un ambiente solidario.
El criterio, entendido como la capacidad de analizar críticamente y desarrollar personalidad autónoma y el ingenio, término que refiere no sólo a la destreza mental sino a la capacidad industriosa y artística son dos términos que utiliza mucho para referenciar su programa educativo. Asimismo, el alumno industrioso al que aspira Figari se desarrolla a través de una Educación Integral y se busca que posea impulso creador y práctico, prohibiendo las copias y los ejercicios autómatas y memorísticos.
Paseos para conectarse con la naturaleza, visitas a museos orientadas a inspirarse y a utilizar referencias indígenas en la alfarería, la realidad como eje de todo el aprendizaje. Todo con el objetivo de formar el hombre completo, potenciar armónicamente las facultades del niño sin tener un objetivo profesional específico.
La vindicación del trabajo manual como factor de desarrollo intelectual y moral acorta la tradicional distancia entre lo teórico y lo práctico.
En palabras del propio Figari: “Desde que un pueblo superior no sólo es instruido, sino criterioso; no sólo hábil, sino emprendedor, ejecutivo, práctico, debemos trabajar. Sólo por el trabajo severo podemos conquistar un puesto eminente en el concierto internacional. Cada vez más la vida civilizada exige un fondo pensante, sesudo y ecuánime, y un ingenio sagaz y práctico, capaz de aprovechar de las ventajas que le ofrece el ambiente. Descuidar este axioma pedagógico de proyecciones individuales, sociales, humanas, es errar el camino más firme de la cultura escolar”.[2]
La educación humanista y liberadora que proponía Figari conforma un modelo que se contrapone con una educación basada en intereses económicos del sistema para ocupar puestos laborales de forma temprana que a la postre prevaleció sobre el anterior.
La idea de educar a través del trabajo tiene aún un estigma basado en la diferenciación social que segrega a quienes realizan tareas técnicas de quienes “piensan”.
Actualmente, teniendo en cuenta la popularidad que el concepto “educar para el trabajo” tiene, cabe preguntarse si se está hablando del trabajo industrial, crítico, ingenioso, cultural y ético del que hablaba Figari o del trabajo mecánico alienante y alienado que exige el mercado actual, disyuntiva en la que también nos encontrábamos 100 años atrás.
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