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Carpio: Principios de la filosofía.

Enviado por   •  23 de Abril de 2018  •  6.997 Palabras (28 Páginas)  •  344 Visitas

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La refutación consiste en mostrar al interrogado, mediante una serie de hábiles preguntas, que las opiniones que cree verdaderas son falsas; incapaces de resistir el examen de la razón. Los interrogados creen ingenuamente saber lo que se les pregunta, pero el interrogatorio a que Sócrates los somete pone en evidencia que se trata de un falso saber: en el momento en que ello se hace manifiesto, Sócrates los ha refutado.

Lo común a todos los casos particulares no es ya nada particular, sino universal: busca el “universal”, la esencia o naturaleza. Porque la esencia es lo que hace que una cosa sea lo que es y no otra. La esencia, considerada en el pensamiento, la esencia en tanto se la piensa, se llama concepto. Y la respuesta a la pregunta por la esencia de algo se llama definición. De manera que la definición desarrolla o explica la esencia de algo. Sócrates busca la definición de los conceptos.

“De-finir” viene a ser tanto como fijar los límites de algo, establecer sus con-fines, de manera tal que lo definido quede perfectamente de-terminado, que no se le quite terreno ni se le dé demás, sino sólo lo que corresponde. La función de la definición consiste en separar, en acotar con todo rigor lo que se quiere definir.

La refutación se produce en cuanto el análisis muestra que las consecuencias de la definición inicialmente aceptada son absurdas o contradicen el punto de partida. El procedimiento de refutación, consiste en llevar al absurdo la afirmación del interlocutor: mediante una serie de conclusiones legítimas se pone de relieve el error o la contradicción que aquélla encierra, aunque a primera vista no lo parezca. Sócrates, no comienza negando la tesis propuesta, sino admitiéndola provisionalmente, pero luego, mediante hábiles preguntas, lleva a su interlocutor a desarrollarla, a sacar sus consecuencias, lo arrastra de conclusión en conclusión hasta que se manifiesta la insostenibilidad del punto de partido, puesto que se desemboca en un absurdo o en una contradicción.

La refutación como catarsis.

La refutación socrática termina por desconcertar el ánimo del interrogado, que creía saber y estaba muy satisfecho de sí mismo y de pretendida ciencia, hasta dejarlo en una situación en la cual ya no sabe qué hacer, ya no puede opinar, pues se encuentra como paralizado mentalmente.

La refutación es una actividad perfectamente seria. Se trata de una actividad, no sólo lógica o gnoseológica, sino primordialmente moral. Pues la meta que la refutación persigue es la purificación o purga que libra al alma de las ideas o nociones erróneas. Para Sócrates la ignorancia y el error equivalen al vicio, a la maldad; sólo se puede ser malo por ignorancia, porque quien conoce el bien no puede sino obrar bien. Quitarle a alguien las ideas erróneas equivale a una especie de purificación moral.

Quien tiene el alma llena de errores, vale decir, quien tiene su espíritu contaminado por nociones falsas, no está en condiciones de admitir un verdadero conocimiento; para poder asimilar adecuadamente la verdad, es preciso que previamente se le hayan quitado los errores, que se haya liberado, purificado o purgado el alma, que se le haya sometido a “catarsis”.

Con el espíritu, mientras esté infectado de errores, mal podrá aprovechar las enseñanzas, por mejores que ésta sea; se hace preciso, purgarlo, purificarlo de las falsas opiniones, que son obstáculo para el verdadero saber. La refutación hace que el refutado se llene de vergüenza por su falso saber y reconozca los límites de sí mismo. Sólo merced a éste proceso catártico puede colocarse al hombre en el camino que le conduzca al verdadero conocimiento: tan sólo el reconocimiento de la propia ignorancia puede constituir el principio o punto de partida del saber realmente válido.

Lo que Sócrates busca es la eliminación de todo saber que no esté fundamentado. Su método se orienta hacia la eliminación de los supuestos. A su juicio, nada puede tener valor si resulta incapaz de sostener la crítica. Un conocimiento sólo merecerá el nombre de tal en la medida en que sea capaz de superar cualquier crítica que sobre él se ejerza: de otro modo, no puede pasar de ser una mera opinión.

Segundo momento del método socrático: la mayéutica

El segundo momento socrático, lo llama mayéutica, que significa arte de ayudar a dar a luz.

Insiste Sócrates de continuo en que toda su labor consiste sólo en ayudar o guiar al discípulo, y no en transmitirle información. Por eso el procedimiento que utiliza es el diálogo. La verdad solamente puede hallarse de manera auténtica en el diálogo, en la conversación, lo que supone que no hay verdades ya hechas, listas, sino que el espíritu del que aprende, para que su propia actividad llegará al saber. Lo que se busca es “formar”.

La verdadera ciencia, es el saber que cada uno encuentra por sí mismo: al maestro no le corresponde de otra tarea, sino la de servir de guía al discípulo.

Así como la refutación, entonces, ha liberado, el alma de todos los falsos conocimientos, la mayéutica trata de que el propio interrogado, guiado por Sócrates, encuentre la respuesta.

La condición de posibilidad de la mayéutica reside justo en que el alma a que se aplica esté grávida de conocimiento. La explicación de la cuestión se encuentra en la doctrina de la pre-existencia del alma, la cual ha contemplado en el más allá el saber que ha olvidado al encarnar en un cuerpo, pero que justamente “recuerda” gracias a la mayéutica: “conocer” y “aprender” son así “recuerdo” o “reminiscencia”.

La anamnesis; pasaje a Platón.

La explicación mitológica que Platón da de la cuestión se encuentra en la doctrina de la pre-existencia del alma.

Aquí Platón establece una conexión entre el mundo sensible, que contiene lo imperfecto, y el de las Ideas, el perfecto, en tanto el saber es un tránsito entre lo primero hacia la consecución de ese saber perfecto, ya que éste procede de la idea entendida racionalmente. Esto supone que no puede haber conocimiento, en el mundo sensible, si no se relaciona con las ideas, inmutables y eternas: son los sentidos los que provocan la anámnesis, el recuerdo, de las ideas, que forman la realidad verdadera.

Consiguientemente, la actividad del sujeto no es creadora, nosotros no producimos realmente los contenidos del saber a cada paso que damos, en un proceso de conocimiento que lleva desde la ignorancia hasta dicho saber; dicho contenido, por el

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