Fortuna Moral NAGEL

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- Fenómeno de la fortuna constitutiva.

es la clase de persona que se es, según las inclinaciones, capacidades y temperamento de la persona.

- La fortuna de nuestras propias circunstancias.

es la clase de problemas y situaciones que enfrentamos.

- Fortuna en cuanto a cómo estamos determinados por circunstancias antecedentes (causas).

Las cosas que se nos pide que hagamos, las pruebas morales a la que nos enfrentamos están determinadas de manera importante por factores fuera de nuestro control.

Puede ser verdad con respecto a un individuo que éste se comportará en una situación peligrosa de manera heroica o cobarde, pero si la situación nunca se presenta, el individuo jamás tendrá la oportunidad de distinguirse o deshonrarse de esa forma, por tanto, sus antecedentes morales serán distintos.

Ej: los ciudadanos comunes de la Alemania nazi tuvieron la oportunidad de comportarse heroicamente oponiéndose al régimen. No obstante, se trata de una prueba a la que no se sometió a ciudadanos de otros países, y, por tanto, al no habérseles presentado dicha situación, no son igualmente culpables.

Una vez más nos encontramos moralmente a merced del destino, y esto podría parecer irracional. Juzgamos a las personas por lo que hacen o dejan de hacer en realidad y no sólo por que habrían hecho si las circunstancias hubiesen sido distintas.

Determinación moral mediante hechos reales → paradoja en el concepto de responsabilidad.

- Una persona sólo puede ser moralmente responsable por lo que hace, pero lo que hace es resultado en gran parte de lo que no hace, por tanto, no es moralmente responsable por lo que es y no es responsable.

Existe una relación entre los problemas sobre la responsabilidad y el control, y un problema aún más conocido → el del libre albedrío.

¿cómo se relaciona el libre albedrío con los otros tipos de fortuna moral? → si no podemos ser responsables por las consecuencias de nuestros actos debido a factores fuera de nuestro control, o por las circunstancias que plantean nuestras elecciones morales, entonces, ¿Cómo podemos ser responsables de los actos puros de la propia voluntad, siendo que ellos a su vez, son producto de circunstancias precedentes fuera de nuestro control?

Hay que admitir que, si ciertas circunstancias del entorno hubiesen sido distintas, entonces no habría derivado ninguna consecuencia desafortunada de una perversa intención y no se habría realizado ningún acto culposo. Pero ya que las circunstancias NO fueron distintas, y el agente cometió un asesinato cruel, eso es lo que hizo y de ese acto es responsable.

Esta explicación compatibilista de nuestros juicios morales daría cabida a las condiciones ordinarios de responsabilidad (ausencia de coerción, ignorancia, movimientos involuntarios) como parte de la determinación de lo que alguien ha hecho.

- Lo malo de esta solución es que no logra explicar cómo surgen los problemas escépticos. Para ellos no surgen debido a la imposición de un requisito arbitrario extremo, sino de la naturaleza mimo del juicio moral.

Actos, carácter y evaluación moral:

El problema surge porque el yo que actúa y es objeto de los juicios morales corre el peligro de desaparecer debido a la absorción de sus actos e impulsos en la clase de los sucesos→ el juicio moral de un individuo no es un juicio de lo que le ocurre, sino que es un juicio de él.

No pensamos precisamente que sería mejor si el individuo fuera diferente, o no existiera, o no hubiese hecho las cosas que ha hecho. Lo que hacemos es juzgarlo a él, no a su existencia y/o características.

¿Qué debe ser una persona para ser objeto de estas actitudes morales?

- En la medida en que los determinantes de lo que alguien ha hecho se manifiestan poco a poco en su efecto en las consecuencias, el carácter y la elección misma, se vuelve gradualmente evidente que las acciones son sucesos y la personas son cosas.

Existe una relación estrecha entre nuestros sentimientos hacia nosotros y nuestros sentimientos hacia los otros. La culpa y la indignación, la vergüenza y el desprecio, el orgullo y la admiración son aspecto internos y externos respectivamente, de las mismas actitudes morales.

No consideramos nuestras acciones y nuestro carácter solo como episodios afortunados o desafortunados, aunque también puedan ser eso. No podemos formarnos sencillamente una perspectiva evaluadora externa de nosotros mismo, de lo que somos esencialmente y de lo que hacemos.

Lo anterior sigue siendo cierto, con independencia de lo que ya hemos visto relativo lo que no somos responsables de nuestra existencia, o naturaleza, o de las decisiones que debemos tomar. Estos actos continúan siendo nuestros, a pesar de lo persuasivo de las razones que parecen demostrar que nos hallamos fuera de la existencia.

Es la perspectiva interna la que hacemos extensiva a los otros en los juicios morales, cuando los juzgamos a ellos y no a su conveniencia o utilidad.

La perspectiva externa se nos impone al mismo tiempo que tratamos de resistirnos a ella.

La inclusión de las consecuencias en la concepción de lo que hemos hecho en un reconocimiento de que somos parte del mundo, pero el carácter paradójico de la fortuna moral que surge de este reconocimiento muestra que no somos capaces de actuar con este punto de vista, pues nos deja sin nadie para ser.

Hay una apariencia de que el determinismo elimina la responsabilidad.

El problema de la fortuna moral no puede entenderse sin una explicación de la concepción interna de los actos y su conexión especial con las actitudes morales en tanto que opuestas a otros tipos de valores.

No basta sólo decir que nuestras actitudes morales básicas hacia nosotros mismos y hacia los otros están determinadas por lo real, pues también se encuentran amenazadas por las fuentes de esa realidad, y por la concepción externa de los actos que se nos impone cuando advertimos cómo todo lo que hacemos pertenece a un mundo que no hemos creado.

- Fortuna en la manera en que resultan nuestros actos y proyectos (efectos).

Kant, para