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El contrato moral del profesorado.

Enviado por   •  28 de Octubre de 2017  •  2.253 Palabras (10 Páginas)  •  491 Visitas

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Durante el informe de la Unesco de la comisión internacional sobre educación para el siglo XXI, se afirmó que la educación a lo largo de la vida se basa en cuatro pilares:

- Aprender a conocer

- Aprender a hacer

- Aprender a vivir juntos

- Aprender a ser

Es por ello se hace necesario un programa de educación en valores que adquiere su auténtico sentido en la doble transversalidad de sus contenidos. Por una parte es transversal porque afecta al conjunto de las áreas curriculares de la vida de la institución, y por otra, porque afecta a los tres tipos de contenidos de aprendizaje, los que permiten conocer; aprender a aprender y hacer; y aprender a vivir juntos. En una sociedad tan cambiante, hoy más que nunca, es necesario integrar tales objetivos y preocupaciones en un marco más amplio, respetar el pluralismo, la comprensión mutua y la paz.

La educación moral debe ser una forma de abordar el conjunto de la educación, orientada a la construcción de personas competentes no sólo en su ejercicio profesional sino en su forma de ser y de vivir, guiados por criterios de respeto, solidaridad, justicia y comprensión. La educación moral entendida desde una perspectiva constructivista, debe dar respuesta a algunos de los temas que han sido identificados como factores de malestar en las sociedades modernas. Algunos de los principales factores que se destacan son:

- El exceso de individualismo

- Racionalidad instrumental

- Confianza excesiva en el papel tutelar del Estado

El diseño de nuevos proyectos colectivos de interés social y orientado al bien común no tan sólo de carácter individual, deben ser proyectos de alcance social y de especial atención pedagógica. En el que se integren acciones sistemáticas de educación moral en su currículum, pero no pueden plantearse sin un claro convencimiento por parte del profesorado de que este cambio de mirada y de perspectiva es necesario para poder ubicar en su lugar oportuno el trabajo pedagógico.

Martínez Martín retoma a Anthony Giddens para señalar tres vectores fundamentales:

- Universalización

- Tradición

- Incertidumbre

A continuación se recupera la importancia de estos tres vectores fundamentales en la educación.

La universalización está transformando los contextos personales, grupales, de experiencia, de vida social y culturalmente. La tradición adquiere un nuevo sentido, cambia de categoría y permite concebir la aparición de un nuevo orden social post-tradicional. En este nuevo orden, las tradiciones deben someterse a preguntas, cuestionarse y ser explicadas. Esta defensa de la tradición, está presente en un mundo caracterizado por la universalización y vinculado al surgimiento de actitudes y comportamientos negativos que generan incertidumbres sobre el rumbo de las sociedades y en particular el rumbo de la educación.

Estamos en un mundo de confusión e incertidumbre que hace más necesario que las personas debemos procurar no sólo autores sino dueños de nuestro propio destino.

Hoy más que nunca es necesario insistir en el aprendizaje individual de conocimientos, habilidades y destrezas que permitan a cada persona alcanzar el máximo nivel de excelencia que sus disposiciones personales le permitan y aprovechar el clima social de reflexión generado por el desarrollo contemporáneo para optimizar las potencialidades individuales.

Universalización, tradición e incertidumbre son los vectores que favorecen un análisis pedagógico de clara dimensión socio-cultural y política, en el que es necesario enmarcar una nueva forma de entender la educación en valores.

La educación moral debe integrase en el currículum como algo vivo que impregne el conjunto de la vida escolar y que afecta a la vida en general. Debe ser un eje fundamental en el diseño y desarrollo curricular dentro de un nuevo modelo de proyecto educativo. También debe ser entendida desde la perspectiva co-constructivista, como la propiciada por un conjunto de situaciones naturales y escenarios escolares que asistidos por la experiencia y el saber hacer del profesorado, permitan que los que se estén educando, construyan su propia personalidad moral en interacción con sus iguales, con el profesorado y con el contexto sociocultural propio de la institución.

El problema principal y desafortunadamente para la integración de la educación en valores en el currículum radica no en su conveniencia, sino en cómo diagnosticar el estado que tal integración presenta en un momento dado, y como puede conducir hacia un estado de excelencia. Porque no es a través del discurso y el aprendizaje de conceptos que la educación moral y ética se construye, es con base en acciones, en experiencias ricas en la puesta en práctica de todos los implicados en un proceso educativo y que no sólo esta educación se construye en el espacio escolar. La educación moral y ética se construye en todo espacio de socialización en el que convivimos.

La educación moral para la democracia no se alcanza sólo a través de vías racionales, es de primordial trascendencia las dimensiones emocionales- volitivas de la persona. Sin un programa de educación en valores que atienda a aquellos aspectos del desarrollo y aprendizaje en los ámbitos afectivos, de los sentimientos y las emociones y a aquellos relativos a la voluntad, es difícil abordar la construcción de personalidades morales que procuren hacer coherentes juicio y acción, pensamiento y conducta.

La urgencia de la formación en valores, el cultivo y promoción de condiciones que permitan a la infancia-juventud apreciar los valores como formas de vida más acordes con sus principios personales pero sobre todo morales, se convierte en una urgencia ante la que no cabe otra solución que abordar con sistematicidad y naturalidad, las acciones orientadas al desarrollo moral de la persona.

La educación moral y ética tiene por objeto la formación de personas autónomas dialogantes dispuestas a implicarse y comprometerse en una relación personal y en una participación social basadas en el uso crítico de la razón, la apertura a los demás y el respeto a los derechos humanos. La construcción de tal objetivo precisa atender al desarrollo del anterior conjunto de dimensiones que han conformado la personalidad moral de los

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