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INTRODUCCION A HEIDEGGER.

Enviado por   •  1 de Mayo de 2018  •  7.577 Palabras (31 Páginas)  •  231 Visitas

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Era simplemente «el primero y esencial nombre para el ente como tal y en su totalidad». El ente -physis- es para los griegos aquello que por sí y desde sí brota, se retrae y perece.

El hombre tiene que hacer su existencia en medio de los entes. Para orientarse en su conducta necesita un saber de entes. Ese saber -que no tiene nada de teórico se llama tékhne. Por tanto, primariamente no se trata de hacer o producir; se trata de un saber conducirse entre entes, un saber arreglárselas en la existencia. A veces significa el saber humano, simplemente. De modo señalado expresa el saber producir enseres y obras de arte; es decir, conferir una existencia -por así decirlo de segundo orden a entes que ya habían brotado desde sí (physis) y se mantenían en su ser. Tampoco se trata aquí de un hacer y producir como tal, sino de un saber: saber conducirse en medio de los entes en la forma de un producir. Como ello tiene lugar por la fabricación de instrumentos y obras de arte, queda como sentido prevalente de tékhne ese saber. Por tanto, el artista y el artesano son tekhnítes, no porque fabriquen objetos artísticos y artificiales, sino porque con ese fabricar saben. conducirse en medio del ente (phýsis) y apoyándose en él. Ese conducirse no es en ningún sentido ataque (Angriff) al ente, sino un dejar que lo presente haga acto de presencia (Ankommenlassen). Este sentido genuino de tékhne nunca salió a luz ni en la filosofía griega ni en la posterior reflexión occidental.

Con el esquema materia-forma sufre ya la esencia del arte una inflexión y pierde su sentido originario. Todavía en Aristóteles tékhne es un modo de saber, aunque no el único; pero entra ya en el ámbito de la estética, al restringiese su significado a la producción de cosas bellas. La distinción materia-forma no era adecuada para expresar lo que los griegos vieron en el arte. El hecho de que esa distinción tenga su origen en la interpretación del ser instrumental hace ya problemática su aplicabilidad a otras esferas de la realidad. El concepto materia-forma se convirtió en un esquema, un concepto general, universalmente válido. Con ello ha perdido virtualidad para poder decir con eficacia y justeza lo peculiar del arte; lo que ha ganado en extensión lo ha perdido en precisión.

La Edad Moderna es una nueva etapa en la historia del arte. El hombre como sujeto pensante (cogito, sum) se constituye en fundamento de la verdad. El modo como el hombre se siente a sí mismo (el hombre y sus estados de conciencia) decidirá el encuentro con las cosas y la manera de verlas. La reflexión sobre lo bello es ahora exclusivamente estética, teniendo por única base la situación emocional del hombre. Simultáneamente se consuma un acontecimiento que venía preparándose de tiempo atrás: la decadencia del arte. La grandeza del arte no consiste propiamente en la calidad de lo creado, sino en lo que tiene de «necesidad absoluta», en ser camino y morada del hombre en su búsqueda de la verdad (en el «descubrimiento del ente», dice Heidegger). Sólo cuando en el arte se le descubre al hombre lo absoluto e incondicionado, el arte lo es con plenitud. Las obras de arte sólo pueden ser grandes sobre la base de esta grandeza primordial.

A medida que se gesta en la Edad Moderna el arte como estética, se acelera la caída del «gran arte». No es que la calidad artística baje de tono o el estilo sea menos valioso. Es que el arte «pierde su esencia», que era «expresar la inmediata relación al absoluto, implantar decisivamente lo absoluto como tal en el ámbito del hombre histórico». Según Heidegger, en el momento en que la estética como teoría del arte alcanza su perfección (el momento de mayor altura, amplitud y rigor), «el gran arte, ha terminado». Hegel representa ese momento. Hegel tiene conciencia de que con él la estética llega a su cima y a la vez muere «el gran arte». Las lecciones sobre estética profesadas por última vez en 1828-1829 en la universidad de Berlín son la última y gran estética de Occidente. Heidegger extracta de ellas estas frases: «Al menos necesidad absoluta no hay para que la materia sea expresada en el arte.» «El arte, en su más alto destino, es y seguirá siendo para nosotros un pasado.» «Ya han pasado los bellos tiempos del arte griego, lo mismo que la edad de oro del bajo Medievo.» Hegel declara que el arte pertenece ya al pasado. Repetidamente se le ha objetado que desde 1830 las obras de arte han seguido proliferando. Hegel no predijo su extinción, sino sólo «el fin del gran arte». Las obras de arte han pasado a ser objeto de goce estético para ciertos sectores de la sociedad; es la mejor demostración de que el arte ha perdido lo que Heidegger llama «el poder de lo absoluto», su «absoluto poder».

Entonces ¿qué puesto ocupa el arte en la existencia humana a partir del siglo xix? Hay un conato de restauración bajo el lema «obra general de arte». R. Wagner es su inspirador y ejecutor. Se trata de un ensayo de unificación de todas las artes en un «arte universal»; se intenta, ante todo, elevar el arte a la categoría de fiesta de la comunidad popular; se quiere hacer del arte «la» religión. La música asciende al rango de arte fundamental. En la ópera se ponen a su servicio las restantes artes. En la música prevalece el sentimiento, el flotar «en el mar sin fondo de las armonías», la embriaguez y la disolución en la pura emoción. Lo decisivo es la «vivencia». La obra de arte es sólo un «estímulo de vivencias». Heidegger cita las palabras de Wagner: «La orquesta es, por decirlo así, el suelo del sentimiento infinito, universal, desde el cual el sentimiento individual de cada actor puede crecer hasta la más alta plenitud.»

La «obra general de arte» es una fiesta universal, pero fiesta en que todo se disuelve en lo impresionista, aéreo y vaporoso, en el reino de lo inmenso, ilimitado e indeterminado, sin ley y sin claridad. El arte vuelve a ser, en cierto modo, «necesidad absoluta», pero lo absoluto se «vive» ahora como puro sentimiento y puro flotar en la nada. Wagner encontró en la obra maestra de Schopenhauer «El mundo como voluntad y representación» la confirmación metafísica de su arte.

El ensayo grandioso de Wagner no podía menos de fracasar. Con él la degradación estética del arte llega al extremo. El estado emocional determina la concepción y valoración del arte. El sentimiento, abandonado a sí mismo, queda expuesto a una creciente barbarización. Estamos en el reino de lo desmesurado. Es uno de los puntos en que Nietzsche no congenió con Wagner. El lema de Wagner -escribió una vez Nietzsche- es «flotar y nadar», en lugar de «andar y danzar»; es decir, vaguedad en lugar de medida y paso.

La reflexión sobre el arte -estética-

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