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Los bienes humanos

Enviado por   •  16 de Diciembre de 2018  •  9.186 Palabras (37 Páginas)  •  248 Visitas

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Es irracional no prevenir la perdida de algún bien importante, o tratar de recuperarlo cuando se ha perdido.

Por naturaleza el cuidado trasciende a lo que algunos filósofos llaman el principio de beneficencia – bonum facere-, el mandato de ejecutar acciones que beneficien a los demás.

El cuidado también incluye beneficio propio.

Cuidarse a uno mismo (y a otros) también implica preocuparse de que yo (o ellos) no sea dañado como consecuencia del logro de mi (o su) bien.

Cuidar a una persona es estar atento a sus necesidades, especialmente a las de los débiles, y al modo como nuestras acciones pueden afectarlos. Por lo que un imperativo de esta pauta prudencial es fijarse en las consecuencias de las propias acciones.

Los bienes de nuestros seres queridos nos deben importar profundamente. Pero como esos bienes son inteligibles, el cuidado no debe nunca estar guiado sólo por las emociones sino siempre también (y fundamentalmente) por la razón.

El cuidado también compensa las supuestas insuficiencias de la imparcialidad como guía de la acción.

El mandato prudencial del cuidado funda ciertas normas morales positivas. Estas serán menos específicas y severas que las que se funden en el respeto.

RESPETO

Afirma que es irracional atacar o destruir intencionalmente alguna instancia de un bien básico (causar daño directamente).

Es prácticamente equivalente a lo que algunos filósofos llaman “el principio de no maleficencia”, el mandato “No hagas el mal”.

Encuentra su justificación ultima en el principio formal de la razón práctica, en cuanto su violación es exactamente lo contrario a hacer y perseguir el bien. Pero el precepto es más específico, agrega al principio la referencia al daño causado intencionalmente.

El respeto hacia los bienes está sujeto a una estricta imparcialidad. Este precepto afirma que la destrucción de cualquier instancia de bien humano constituye una irracionalidad práctica, por lo que tampoco se justificaría dañar a algunos en vez de a otros o destruir tales bienes y no esos otros.

Con el cuidado era distinto. Puede ser razonable cuidar más a un hijo enfermo que a otro sano. No obstante siempre será irracional atentar en contra de la salud de cualquiera.

“Respeto”: utilizado para identificar una actitud debida a las personas y a su dignidad mientras que aquí se emplea en referencia a los bienes.

Una falta de cuidado puede no ser intencional, pero una genuina falta de respeto imparcial por los bienes humanos requiere de una intención explicita del agente, sea ésta la de dañar directamente o la de apuntar a algo que por naturaleza implique un atentado en contra de algún bien básico, como en un caso de infidelidad conyugal.

CAPITULO 5 –TEORIA DE LA ACCION: AGENTES, ACCION Y CONSECUENCIAS.

Hemos tratado cuestiones de naturaleza normativa. Su principal propósito ha sido justificar afirmaciones acerca de cómo debemos actuar, entendiendo el “debemos” en su sentido prudencial.

Las normales morales se aplican primordialmente a los rasgos esenciales de la acción humana.

El carácter (la disposición natural de los individuos para actuar de determinada manera) también se puede evaluar moralmente, pero no solo en sentido derivado.

Alabamos y reprochamos ciertos rasgos de carácter (llamándolos “virtudes y “vicios”) en cuanto ellos favorecen la disposición para realizar regularmente algún tipo particular de acciones.

Si alguien ejecuta habitualmente acciones que juzgamos éticamente laudables, diremos que es una persona virtuosa.

Es cierto que hay ciertas disposiciones de carácter que van más allá del mero ejecutar una acción en forma más o menos mecánica y que en este sentido las virtudes agregan algo importante a la calidad de la acción, pero en definitiva son los actos los que determinan las virtudes y no la inversa.

Para juzgar moralmente las acciones, debemos entender la acción misma y para ello debemos ser capaces de responder una triple pregunta: ¿Quién hizo qué y por qué lo hizo?

Las circunstancias en que se ejecutó la acción (dónde, cuándo, en presencia de quién, en qué condiciones, etc.) pueden ser de gran importancia para entender y juzgar una acción, y habitualmente las tomamos en cuenta.

En general son objeto de un juicio prudencial pues distintas circunstancias afectan de forma distinta los bienes que están en juego en un acto dado. Casi siempre son “accidentes “o rasgos que no afectan el núcleo mismo de los hechos, pero a veces juegan un papel esencial, modifican nuestra comprensión del acto mismo.

EL AGENTE.

Preguntar quién hizo algo es preguntar por el agente o “indicador” de una acción. Aristóteles: arche: punto de partida.

En relación con la iniciación de una acción, entonces, es importante establecer si el agente causó o no directamente tal o cual efecto, o si solo contribuyó remotamente a que se produjera.

Dos ejemplos: contrato de un asesino y rehenes.

Como agente debo juzgar la acción que voy a realizar.

LA ACCION.

Ejemplo de robo de billetera. El robo se tiene que juzgar con independencia de las intenciones del ladrón.

Una acción debe evaluarse según cómo afecta a los bienes circundantes.

Su elemento determinante será el fin central e inmediato de la acción misma.

El “fin central e inmediato de la acción misma” es necesario para distinguirla de:

- Otros fines inmediatos, pero parciales, de la acción.

- Los fines remotos del agente.

Todos estos fines son objetivos de la intención humana.

El fin central e inmediato de una acción es aquello que responde a la pregunta: ¿Que está haciendo?

Toda acción implica acciones o movimientos

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