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El escritor Josefo, describe cómo fue destruido la ciudad y el templo de Jerusalén, por el ejército romano. Que fue predicha por los profetas Isaías, Oseas, jeremías

Enviado por   •  7 de Septiembre de 2018  •  1.487 Palabras (6 Páginas)  •  344 Visitas

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CAPÍTULO 7. En la Encrucijada de los Caminos

La vida austera y abnegada que llevaba de Lutero, su insaciable búsqueda de paz interior, y la disciplina en el conocimiento eran muestras de que Dios estaba guiándole a algo grandioso para pronunciar la verdad. La influencia dominadora y opulencia de la iglesia romana, trajo una reforma en su vida, y de ahí en adelante puso su tiempo en enseñanza de la salvación por la gracia mas no por obras; de compra de indulgencias que se vendía a un pueblo supersticioso e incrédulo. Esta doctrina de Lutero entrañaba grandes cambios en los dignatarios de la iglesia y del estado. Una fe viva fue reemplazando el formalismo muerto en que había estado viviendo la iglesia por tanto tiempo. El pueblo iba perdiendo cada día la confianza que había depositado en las supersticiones de Roma. Su vida semejante a Moisés, Elías, Isaías, Ezequiel hombres humildes y menospreciados que condujeron a una nación a la búsqueda verdadera de Dios.

CAPÍTULO 8: El Poder Victorioso De La Verdad

Lutero siguió su camino de revelar a las naciones las verdades presentes. A la vez que los hombres se regocijan en la libertad que les da el conocimiento de la verdad, se sienten inclinados a ensalzar a aquellos de quienes Dios se ha valido para romper las cadenas de la superstición y del error. Satanás procura distraer de Dios los pensamientos y los afectos de los hombres y hacer que se fijen en los agentes humanos; induce a los hombres a dar honra al mero instrumento, ocultándole la Mano que dirige todos los sucesos de la providencia. Con demasiada frecuencia acontece que los maestros religiosos así alabados y reverenciados, pierden de vista su dependencia de Dios y sin sentirlo empiezan a confiar en sí mismos. Resulta entonces que quieren gobernar el espíritu y la conciencia del pueblo, el cual está dispuesto a considerarlos como guías en vez de mirar a la Palabra de Dios. La obra de reforma ve así frenada su marcha por el espíritu que domina a los que la sostienen. Dios quiso evitar este peligro a la Reforma. Quiso que esa obra recibiese, no la marca de los hombres, sino la impresión de Dios.

CAPÍTULO 9. Se encendió una luz en suiza

Próximamente se hace eminente la colaboración de Zuinglio de Basilea que al igual que Lutero estudio en un monasterio. Se sometía a la Biblia y la reconocía como la Palabra de Dios y única regla suficiente e infalible. En 1516 fue llamado a predicar regularmente en el convento de Einsiedeln, donde iba a ver más de cerca las corrupciones de Roma y donde iba a ejercer como reformador una influencia que se dejaría sentir más allá de sus Alpes natales. En Zúrich, Einsiedeln y las importantes ciudades de Berna y Basilea presentó la Palabra de Dios, y expuso la muerte de Cristo como el solo sacrificio completo.

CAPÍTULO 10. Progresos de la reforma.

La Reforma iba cobrando constantemente fuerzas. La semilla que Lutero había sembrado brotaba en todas partes. Su ausencia realizó una obra que su presencia no habría realizado.

Wittenberg, el verdadero centro de la Reforma, caía rápidamente bajo el poder del fanatismo y de los desórdenes. El más activo de los fanáticos Tomás Munzer, "Deseaba vehementemente reformar el mundo, olvidando, como otros muchos iluminados, que la reforma debía comenzar por él mismo." Esta terrible situación no era efecto de las enseñanzas de Lutero.

La Palabra de Dios quebrantó la esclavitud del fanatismo. El poder del Evangelio hizo volver a la verdad al pueblo que se había descarriado, y que a pesar persecución no servía sino para hacer cundir la verdad.

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