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Etnografia del Molcajete

Enviado por   •  22 de Febrero de 2018  •  6.727 Palabras (27 Páginas)  •  301 Visitas

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cuenta como se inicia a trabajar la piedra basáltica en el municipio:

Platicaba mi abuelito, porque una vez le pregunté con qué piedras empezaron a trabajar la piedra aquí, porque eran trabajadores de la hacienda, hallaron el basalto y alguien les dijo que el basalto servía para los molcajetes. Decía él que se secó la laguna y entre la laguna, entre el lodo hallaron piedras, piezas, figuras de borreguito y eso, pero ya hechas en basalto. De ahí nace la inquietud y le pregunté que con qué empezaron a trabajarlas y decía el que con picos de desechos, como el pico y hacha, ya ellos las arreglaban como picaderas (…)

Don nacho deja en evidencia entonces, que el poblado de San Lucas Evangelista no tiente tanto tiempo trabajando la piedra basáltica, puesto que inicia desde la época de su abuelo, y por otro lado, deja ver que los pobladores se dedicaban al trabajo en las haciendas, y un dato agregado más, que hubo asentamiento en la Riviera de la laguna de Cajititlan, específicamente hablando en los terrenos pertenecientes al poblado de San Lucas, en donde se encontraron piezas trabajadas con piedra basáltica.

Don Ignacio pasó por muchas cosas para llegar a ser el artesano reconocido que es hoy, desde que su padre no le reconocía sus innovaciones con el molcajete, su gusto frustrado por ser profesor y sus primeras obras e inicios en el medio de ventas de artesanías:

Hay una edad difícil en toda la juventud de los 13- 16 en donde no puedes trabajar en una empresa y no sabes que hacer, para mi esa es la edad es la más difícil de los jóvenes, o estudian o se preparan o se hacen vagos. Entonces eso es un punto de partida para bien o para mal, entonces más aparte aceptar el destino, lo que viene, como les digo, yo quería estudiar, yo quería ser profe, ese era mi sueño, no pude, me quedé en el camino, tuve que aceptar yo el oficio, claro que lo acepté, pero me puse yo una condición, hacer algo diferente para que la gente se fijara en lo que estaba haciendo y de ahí eso marco mi vida, de ahí empecé y con la experiencia de pararme a Tonalá con ese profe y aprender a vender lo que estaba haciendo, primero convencerme y luego exponerlo y ofrecerlo a la gente, allí fue el despegar de uno(…)

(…)Al principio mi papá no aceptaba darme el tiempo que necesitaba yo para el diseño, pues nosotros estábamos sujetos a hacer 20 molcajetes o cierta cantidad entre mis hermanos y yo, teníamos que entregar 60 molcajetes entre los 3 y mi papá su parte para poder sacar el sustento de la semana. Cuando yo empecé con esto, tuve que demostrarle a él que la gente iba a aceptar lo que yo hacía, cuando el vio, pues tengo que agradecerle que él dijo: “pues vaya que tienes razón” aceptó y me dio el tiempo que yo requería, y nos íbamos a vender a Atoyac a Sayula, a Tapalpa, a Ciudad Guzmán (…)

Después de que su padre acepta la forma de innovar el molcajete, don nacho inicia una nueva era de labrado de la piedra, pero aun así, el consejo de sus “antepasados”, como lo menciona él, no quedó atrás, puesto que aunque don nacho innovaba, siempre seguían la tradición de su padre y abuelo:

Cuando tomé el oficio, ya que me decidí a esto, empecé a tomar las primeras piezas como muestra de mis antepasados, señores de la edad de mi papá, porque no soy obra de la casualidad, sino resultado de ellos por lo que nos enseñaron o inconscientemente como empezaron a diseñar, y capté eso, había necesidad de un cambio en el molcajete. Lo capté, les pedí consejo a ellos

Ya dándose este cambio, Ignacio rosales se enfrenta a la realidad de vender sus productos, y como él lo menciona: “nadie sube sin escaleras”. A don nacho se le abrieron las puertas gracias a un maestro de baile folclórico que vio sus piezas y lo invitó a vender a un tianguis en Tonalá, de ahí el panorama sería distinto para Ignacio Rosales, eso le abría las puertas para poder viajar por el país y por otros países, dando a conocer las piezas que el hacía de molcajetes:

(…) empecé a diseñar a mi manera, ya empecé, como tenía tiempo con las cosas, me metí a un baile folclórico, para bailar con las muchachas más bonitas del pueblo, andando en eso, nos llevaban de gira para Tapalpa y todo eso, conocí a un grupo de maestros, en eso tiempos que serían misiones culturales, pues conocí a un maestros que se llamaba José María García, de ahí de Tonalá, profe Chema. Lo invitamos a comer ahí a la casa y yo tenía ahí de cosas y dijo:“¿Quién hace esto?” pues yo,”ni te imaginas lo que tienes en las manos, esto está muy desconocido, esto es muy importante”. Me dio chansita de vender afuera de su casa en la 24, 34, ahí en Tonalá, en el tianguis, ahí puse mis piedritas, a la 1 ya había terminado. A los 15 días fui, ahí fue donde recibí mi primer pedido, con unos americanos, ya lo llevé y ya fue el presidente, se apellidaba Arana y ya dijo:“nacho aquí este lugar es tuyo, aquí vende todo el tiempo que tú quieras”. No lo quise, porque me llevaron Chema y el presidente a fonais a la micro y pequeña empresa, se me abrió un panorama muchachos, grande, para salir a viajar, ir a San Luis, Michoacán ir a México, no que me iba quedar con mi mesita, vamos a conocer el mundo(…)

Él como su esposa y sus hijos, inician nuevos proyectos como artesanos. su esposa que había estudiado diseño en la paz baja california, que por seguir a don Ignacio abandona los estudios, lo apoya con algunas ideas que ella tiene sobre el diseño de las piezas que don Ignacio trabaja, pero el proyecto al cual hizo más referencia, fue el proyecto del llamado “juchipili”, un proyecto que marca su trabajo como artesano inexperto a artesano experto, un proyecto en el que vuelve a incluir a su familia y que le da fama, lo enseña a dar un costo, pero que se vuelve su “carta de recomendación” y además le da nuevos conocimientos, como él lo expresa:

Por ahí en el 94, fui a un programa de televisión” en el canal 4 y vieron que trabajaba la piedra y se dieron a la tarea de buscarme para que les hiciera el juchipili, un grupo de cascanes, que se nombran así, de Juchipila, y yo pues en ese tiempo estaba viendo un panorama para mi proyecto de artesano y me animé a hacerlo, sin conocer, sin saber si uno podría hacer escultura. Se da cuenta uno de estas cosas, le perdí a este negocio, pero en la actualidad no me debe nada porque es mi carta de recomendación (…)

(…) para… cuando yo hice el juchipili, un tío mío; Jesús rosales fue conmigo, me ayudó a trazarlo. Me acuerdo cuando me hablaba de los perfiles, medidas de las extremidades y todo eso, él sabía. Entonces conocí a un amigo que era cónsul y me regalo un libro donde si me tocó estudiar las medidas del cuerpo, yo sé lo que te mide de aquí al codo de aquí a la muñeca

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