HACIENDAS DE BENEFICIO.
Enviado por Sandra75 • 7 de Enero de 2018 • 3.195 Palabras (13 Páginas) • 413 Visitas
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el equivalente a las casas de gañanes andaluzas.
• Las Trajes o almacenes de granos y semillas.
• Las Eras, situadas usualmente a un lado de las Trajes, normalmente delimitadas por un murete.
• Los Macheros, para animales de tiro.
• Los establos, para las vacas y caballos, en forma de cobertizo en un patio extenso.
• Los Tinacales, edificios destinados a la producción de pulque, además de los edificios administrativos, y ya la mencionada capilla.
Estas Haciendas, específicamente las ganaderas, contaban con un gran número de ranchos, pueblos o estancias, donde los vaqueros podían pernoctar debido al trabajo del cuidado del ganado, que podía llegar a tener miles de cabezas, que requerían la presencia del caporal y sus vaqueros en las llanuras de la propiedad durante varias jornadas.
Por obvias razones las Haciendas se ubicaban cerca de presas, estanques o ríos que tuvieran agua todo el año, ya que si esto no sucedía y ocurrían las sequías, era necesario elaborar pozos para surtir y abastecer de agua a las personas, el ganado y los cultivos.
A partir del siglo XVII, la hacienda constituyó, en palabras de Terán Bonilla: ‘’Una unidad de productividad con una organización compleja, con características estructurales muy concretas’’.
El auge principal de estas construcciones tuvo lugar en el siglo XVIII, especialmente en la zona Puebla-Tlaxcala, donde aún permanecen más de 100 de ellas. Tuvieron un papel muy importante en la historia y economía de la Nueva España, y en muchos casos se especializaron productivamente: ganaderas, azucareras y productoras de cacao.
En Yucatán, México, son famosas las haciendas Henequeras, que cobraron un auge en la segunda parte del siglo XIX y principios del XX, porque en ellas se gestó y desarrolló la agroindustria del henequén5, que dio impulso a la economía de Yucatán.
La riqueza producida por estas unidades ayudó a financiar las campañas bélicas del Ejército Constitucionalista, comandado por Venustiano Carranza durante la etapa inicial de la Revolución Mexicana, gracias a la intervención del general Salvador Alvarado en el gobierno del estado de Yucatán.
Muchas de estas haciendas han desaparecido en la selva de la península Yucateca, otras tantas están abandonadas y en ruinas.
Pero otras grandes partes han sido rescatadas, ya sea por los dueños o el gobierno y a lo largo de los años se han ido restaurando y se han convertido en factores que favorecen el turismo tanto nacional como internacional, con la finalidad de mostrar su gloria pasada.
¿Qué es una Hacienda de Beneficio?
El siglo XVI trajo consigo nuevas técnicas de extracción y transformación minera, que sustituyeron a la forma antigua de trabajar las minas que se había manejado por las culturas indígenas, minería superficial y fundición con pequeños hornos, en el Nuevo Mundo. A pesar de que en todos los casos se reemplazaron por completo, estos métodos sirvieron para que las tecnologías traídas de Europa se adaptaran a las condiciones del nuevo territorio, y dieran origen a la construcción de nuevos artefactos de transformación metalúrgica y a nuevos métodos para explotar los yacimientos casi intactos en la Nueva España. El estudio de las particularidades de estos artefactos, que contribuyen a la transformación de los minerales, y su tipología, confirmará que los hornos de fundición existentes en México, tuvieron cambios necesarios para su adaptación, en función de la economía y la austeridad, que enfrentaban en el nuevo territorio.
La actividad extractiva y de transformación de bienes procedentes del subsuelo, ha permanecido como una labor económica que determina, en la mayoría de los casos, la riqueza en materia prima de un país; Esta idea persistía desde los inicios de la era moderna en el continente europeo, el cual, en su afanosa expansión económica y territorial, busca obtener de sus colonias, la explotación de sus yacimientos y beneficiarse de esa riqueza potencial del Nuevo Mundo. Así en el siglo XVI, surge la minería como actividad económica en la Nueva España, dando origen a la construcción de nuevos artefactos de transformación metalúrgica.
El surgimiento de las haciendas de beneficio se puede identificar en las encomiendas y mercedes de territorio que, desde el siglo XVI, otorgaba la Corona Española a los militares de mayor rango y mérito. Estas dádivas derivaron en verdaderos señoríos casi feudales, y se transformaron con el tiempo, en las propiedades rurales más típicas de la Nueva España. Las haciendas de beneficio, se perfilaron en breve, como el pilar más importante de la economía virreinal. Esta circunstancia se mantuvo hasta los inicios del siglo XX, cuando, como resultado de los conflictos políticos de la Revolución Mexicana- cuando caudillos como Emiliano Zapata o Pancho Villa tuvieron un lugar determinante- fuera promulgada la importante Ley de la Reforma Agraria. Con esta última legislación, aconteció un drástico cambio en las maneras de poseer tierras, y de acuerdo a ello, se repartieron las propiedades y bienes de la mayoría de las haciendas en México. Como muestra de la gran cantidad de haciendas de beneficio, que surgieron en México, cabe mencionar a la población de Sultepec, al sur del territorio mexiquense. Se sabe que en 1874 en las inmediaciones de Sultepec existían por lo menos unas 72 minas y haciendas de beneficio.
Las ciudades, sean o no planeadas en el trazo de sus vialidades y manzanas6, finalmente terminan respondiendo en su configuración a las actividades sociales que en ellas se desarrollan, las ciudades cambian y se construyen incesantemente a la par que se organiza la sociedad, reconfigurándolas con cada cambio de acuerdo a lo que van necesitando, principalmente atendiendo a sus procesos de producción. Un claro ejemplo en la Nueva España, fue como las Haciendas de Beneficio influyeron en las ciudades.
El auge de la minería fue desplazando poco a poco las haciendas de beneficio hacia la periferia7 y cediendo los espacios del centro para el uso común, para vivienda, gobierno, comercio, etc. Pero, para el siglo XVIII, todavía existían algunas haciendas de beneficio dentro del casco urbano, solo que no son las más grandes, sino algunas de tamaño pequeño o mediano.
El resto ya se ubicaban extramuros para esta época, aunque todas siguiendo el trazo que les permitía la corriente de los ríos.
La segunda fase de la producción minera era el beneficio, que consistía en separar y
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