Historia y Política de la Educación Argentina

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Ball advierte la importancia de abordar la complejidad de la realidad educativa, considerando a las políticas educativas como “(…) ensamblajes inestables de valores, autoridad, significado y práctica, que reúnen varios estados de cosas y organismos, tanto como declaraciones, modos de expresión y regímenes enteros de signos -tanto objetos materiales como inmateriales-.” (citado en Mainardes; 2015: 177-178).

En este sentido, las políticas, sus significados e intérpretes van mutando ante una realidad que asume la misma particularidad y, por ende, los problemas construidos también se transforman. Como resultado de ello, y dadas las restricciones que operan las acciones de los distintos actores, las políticas son reorientadas a partir de los efectos del poder, que se multiplica en la misma interacción (Miranda y Bryan; 2011); conceptos que quedan ilustrados en la imagen del enjambre de abejas.

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Tanto las configuraciones sociales como los objetos poseen un carácter discursivo, específicamente, lo referente a los significados y las significaciones que se establecen; asunto tratado por Southwell (2013). Estas últimas no son ni absolutas, ni únicas ni definitivas, es decir, van modificándose en función de sistemas más amplios de significaciones. En otras palabras, los actores sociales significan todo tipo de objeto o práctica, en los procesos de apropiación que realizan, incluyendo a las prácticas educativas (Buenfil Burgos; 1991).

En particular, el discurso se caracteriza por su inestabilidad, apertura y diferencia, estableciéndose de un modo temporal y con cierta estabilidad relativa del significante. Como ya se mencionara, el sentido de los discursos se instituye, en tanto, ocupa un lugar dentro de sistemas más amplios a partir de relaciones que se construyen con otros discursos. El carácter abierto e incompletud del discurso permite que sea susceptible de ser ligado a un nuevo significado (Buenfil Burgos; 1991).

El discurso al ser construido en un espacio social como terreno de constitución de los sujetos, posibilita la conformación de modelos de identificación que se vinculan a determinadas identidades sociales. Por otra parte, cabe mencionar que las prácticas educativas se constituyen en el marco de la estructuración de las significaciones sociales; tales prácticas no refieren, exclusivamente, a documentos y verbalizaciones sino también a rituales, tiempos, espacios, etc. (Buenfil Burgos; 1991).

Toda práctica social y educativa implica una toma de posición, la que implica asumir una decisión e involucra una forma colectiva de identificación que configura identidades. De ahí que lo político está en la base de esta instancia por la cual se delimita una frontera que configura de manera antagónica, una identidad y del otro lado, constituye una diferencia. Una tendencia de universalización frente a una particularidad. Una cadena equivalencial frente a una diferencial. De ahí que ningún orden social pueda resultar totalmente inclusivo. (Laclau; 2004)

Por último, hago referencia a los ciclos de la política educativa formulados por Stephen Ball y trabajado por Miranda (2011), “caja de herramientas” que permite desarmar las políticas educativas, entendidas como un todo en la instancia de materialización, para reconocer la participación que como sujetos efectuamos en la construcción de las mismas.

Las invito a iniciar la lectura de la lección 1 “Qué significa pensar históricamente” de los autores Arata y Mariño; “Una caja de herramientas para el análisis de la trayectoria de la política educativa” de Miranda; “Análisis político del discurso: posiciones y significaciones para la política educativa” de Southwell.