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LA CONFIGURACIÓN DE LAS HACIENDAS EN EL MERCADO INTERNO REGIONAL. UN CASO EN LA INTENDENCIA DE GUADALAJARA.

Enviado por   •  30 de Abril de 2018  •  5.462 Palabras (22 Páginas)  •  432 Visitas

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Se observan dos relieves por los que el desarrollo de Guadalajara fue de las características que encontramos, siendo el segundo centro de importancia para la Nueva España y beneficiándose de una economía estable. Ibarra considera que esto fue consecuencia de la integración urbana- rural de la parte central de la Intendencia y la formación de territorios económicamente integrados y periféricos a Guadalajara. Lo que facilitará que desarrollara la exportación de sus productos y al mismo tiempo importación al interior de la región, conectando las áreas consolidadas en una compleja red comercial favoreciéndose en gran manera del circulante externo, producto de las exportaciones a las otras regiones.

Aquí estudiaremos un tema específico que nos dará luces para entender el funcionamiento de este mercado interno, pero lo haremos a la luz de la época borbónica, donde se da el auge de la economía tapatía y la integración mercantil que nos describe el autor desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta 1804, cuando comienza a fallar por consecuencias externas. Partiremos suponiendo que así como “la relación del crecimiento de la producción minera con la circulación de mercancías agrarias, desprende el entendimiento de cómo se creó el mercado interno”, esta misma relación nos ayudará a entender cómo fue el funcionamiento de esta red de producción- distribución en los mercados regionales.

Especialmente analizaremos un caso en la Intendencia de Guadalajara; la relación de la minería (externa) con la agricultura y ganadería (interna). La observaremos en un marco regional, pues parte del funcionamiento del mercado interno está en las consideraciones de que se logró desarrollar una economía propia por regiones muy distinta a la que proyectaba el Virreinato en su totalidad y por ende, todo el continente americano. La hacienda de Tetillas y la hacienda Ciénaga Grande nos darán luces del funcionamiento de las redes agrícolas y mineras en las antiguas tierras de Nueva Galicia.

Para ello, primero veremos las dimensiones geográficas y demográficas que posibilitaron el desarrollo regional en Guadalajara, a para después ver como esto benefició las redes económicas que estarán en auge en el periodo borbónico. Segundo; estudiaremos las principales características de las haciendas expresadas y compararemos los resultados con la hipótesis regional de Ibarra y en un marco más amplio, la organización espacial de Assadurian, que también será descrita con mayor detalle en este apartado. Tercero, plantearemos una hipótesis que tenga en cuenta los aciertos y desaciertos vistos. Lógicamente sin olvidar querer analizar la relación minera- agraria de la región y específicamente el papel de las haciendas agromineras, que considera Edgar Omar Gutiérrez en su tesis de maestría, titulada Economía y política de la agrominería en México, de la colonia a la nación independiente. Para concluir tendremos en cuenta otras áreas de análisis que son necesarias para hundirnos más en los temas referentes a las redes de circulación internas de las economías coloniales.

DIMENSIONES GEOGRÁFICAS DE LA INTENDENCIA DE GUADALAJARA

Desde los orígenes del virreinato de Nueva Galicia, la población fue mucho menor que los animales que habitaban el territorio. La población prefirió establecerse a los lados de los valles, las cuencas de los ríos y las ciénagas de los lagos. Para el siglo XVII, Nueva Galicia limitaba con las tierras periféricas de Nueva España, Michoacán y Avalo hacia el oriente, el Nuevo reino de León y Nueva Vizcaya en su parte septentrional y al occidente con el llamado Mar del Sur.

El complejo agrícola de Guadalajara para mediados del XVIII y en todo su época colonial anterior se ajustó a lo largo de tres sistemas hidrológicos: el río central de Santiago, el río intramontano de Ameca- Mascota y los sureños de Armería- Cohuayuna. Sin contar otros afluentes menores a lo largo de la intendencia. El cultivo de cereales y otros granos se desarrolló en la planicie central entre los 1000 y 1500 msnm, por lo que se aprovechó el conjunto accidentado de valles y barrancas, temprados y fríos y con oscilaciones climáticas, para desarrollar una agricultura diversa, dice el cronista Juan Dominguez Arregui para 1621 en su Descripción del Reino de la Nueva Galicia”:

“Es todo este reino bien templado, de buenos aires y sanos, aun en los lugares marítimos que es tierra caliente en que toca la mayor parte de él, por cuya causa los aires son muy delgados y fácil de alterar en frío o calor, como se ve cada paso en esta tierra, que en menos de una legua se hallan tierras frías y calientes, y por alguna altura o vecindad de aguas donde salgan vapores fríos, o por abrigos y bajíos donde la repercusión de los rayos del sol no pueden tener y derramar; y aun por la misma razón se hallan estos efectos en un mismo lugar y muy de ordinario por la presencia o ausencia de sol. Y con esto es tan grato y acomodado el temple de la tierra para la habitación humana…” (Arregui, 1980, 75)

Así constatamos que la agricultura a pesar de que no fue extensiva por la imposibilidad del terreno, facilitó una “división geográfica de trabajo”, pues aprovechó los accidentes climáticos y geográficos.” (Ibarra, 48)

El mismo terreno – constata Ibarra bajo la lectura de la crónica de José Fernando de Abascal y Sousa -, permitió el aprovechamiento de la red de caminos, donde los caminos orientales y sureños que conducían al Bajío, Michoacán y México eran las grandes avenidas del tráfico y el comercio extrarregional, así como el camino de Tierra Adentro, que limitaba con Lagos, región nororiental de la Intendencia. Al interior de Guadalajara, la red de caminos era articulada de norte a sur y oriente a occidente, en “una gran planicie de montuosidades menores”, pero luego las fronteras naturales dificultaban la comunicación y el intercambio con el exterior y definían la comunicación con otras regiones más apartadas. (Ibarra, 49)

Por estas razones vemos una articulación interna de la región por medio de redes mercantiles hacia adentro y hacia afuera por los caminos del oriente que comunicaban con el Bajío y el camino de tierra adentro que venía de Zacatecas con rumbo a México y luego a Veracruz.

El incremento poblacional para finales del siglo XVIII había sido en diez años de un 45%, según cifras de José Fernando Abascal, donde llegó a tener más de medio millos de habitantes, mientras que antes habían sido censadas 337. 597 personas. Dentro de la intendencia la mitad de la población eran indígenas de antiguas tribus como los huicholes, pero habían asimilado el sistema económico

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