La invención de la infancia moderna. Domingo Faustino Sarmiento y la escuela pública.
Enviado por Rebecca • 7 de Marzo de 2018 • 2.363 Palabras (10 Páginas) • 1.281 Visitas
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Sarmiento consideraba que en la infancia se sedimentaba la posibilidad de un nuevo orden social (infancia de un país que debía construirse desde el vacío, desterrando los restos del pasado colonial y de los cuerpos de los caudillos).
Esta antinomia entre infancia bárbara e infancia civilizada fue construída en el clima de las luchas civiles entre caudillos y porteños, entre Buenos aires y las provincias.
El niño menor de edad y menor de razón:
Para Sarmiento, el alumno de la escuela era un menor y en este sentido, el status jurídico fue un principio articulador de su discurso acerca de la infancia. Menor en dos sentidos: “menor de edad” y “menor de razón” frente a la mayoría de edad del adulto-maestro. La identidad jurídica del niño le permitió a Sarmiento construir la autoridad del maestro, establecer una frontera de edad asentada en el Código Civil para sostener el poder de aquel sobre el alumno. Esta visión se hace evidente en su posición respecto de los castigos corporales.
Si la supresión del castigo en las escuelas era, según el pedagogo, un avance en lo relativo a la dignidad del niño y al mejoramiento de las costumbres sociales, ello se había logrado “amenguando al mismo tiempo la autoridad y la dignidad del maestro”. La supresión del adagio “la letra con sangre entra” provocada por la condena de la violencia contra los niños, había sido acompañada por la supresión de otro adagio: “el maestro siempre tiene razón”. Esto preocupaba a Sarmiento que necesitaba establecer las diferencias entre adultos y niños como medio para fundar la jerarquía y autoridad de la educación del maestro.
Si bien no creía conveniente restablecer los castigos corporales, Sarmiento consideraba que la autoridad discrecional del maestro para corregir a los niños no debía tener límites. Esta autoridad se asentaba en su status legal frente al del niño. El niño es mentado por Sarmiento como “menor”, sin derechos propios y, como tal, subordinado a la autoridad de los adultos, padres y maestros. “Menores” eran para Sarmiento todos los niños sin distinciones sociales. A la minoridad del niño, Sarmiento oponía la mayoría de edad del adulto: era entonces el concepto de patria potestad el que el permitió argumentar acerca de la autoridad disciplinaria del maestro. El maestro era, para Sarmiento, el representante de la patria potestad de los padres en el espacio de la escuela.
La minoría de edad del niño también se aplicaba a la razón (“ser incompleto”) que se confrontaba con la mayoría de razón del maestro , que investía de autoridad a su tarea de enseñar la cultura. Maestro era, para Sarmiento, todo el que enseñaba, tenía los mismos derechos sobre el niño que sus padres y siempre “sabe lo que hace” porque nadie (en el aula) estaba en condiciones de discutirlo.
Las crianzas erradas:
Los tipos de crianza o educación familiar de la época constituían para Sarmiento los dos extremos antagonistas, dos estrategias extremas de crianza, la de la familia oligárquica y la de la familia pobre o popular, merecieron un común rechazo. En un caso el argumento era el predominio de los “excesos y las ficciones”, en el otro, el imperio de lo “natural”.
Sarmiento imaginó una articulación entre familia y estado, entre el espacio privado y el espacio público, en la cual la educación pública no eliminara la educación doméstica, pero sí tuviera efectos sobre ella.
En la escuela debían disolverse las marcas sociales de origen familiar para fundar una igualdad imaginaria con importantes consecuencias futuras. La escuela era, para Sarmiento, un espacio en el cual la identificación del niño con el maestro y con los pares iba a permitir otro proceso de construcción del niño con efectos retroactivos sobre la familia. La educación pública a través de la intervención sobre la población infantil debía operar en la transformación de las costumbres y hábitos sociales y en la educación familiar o doméstica.
Desde esta perspectiva, Sarmiento proponía una larga trayectoria educativa para el niño, una institucionalización temprana y sostenida de la experiencia infantil. La educación debía empezar lo más temprano posible.
Sarmiento no rechazó la familia como núcleo constitutivo de la sociedad. Pretendía que la escolaridad pública tuviera efectos sociales, que a través de la educación pública se constituyeran nuevos sujetos sociales. La utopía de un orden burgués al estilo norteamericano implicaba, para Sarmiento, el desafío de reducir las agudas diferencias sociales, sin anularlas. La inscripción del niño en el espacio escolar se perfilaba como un elemento capaz de disolver los restos de esas infancias erradas concentrando en el papel del maestro una tarea de fuerte homogeneización social a través de la transmisión de la cultura letrada. La lectura y la escritura eran vehículos imaginados para acceder a una sociedad más democrática y civilizada.
La inscripción del niño en el orden de la cultura:
La educación recibida en la infancia es pensada como sede de la construcción de un futuro nacional. Se debía ligar al niño con la cultura.
Otra masa debía crearse a partir de la acción del maestro, una masa homogénea que sustrajera al niño del orden familiar a partir de la imposición de una única moral.
La educación debía dar lugar a una nueva socialidad creando en el niño una segunda naturaleza. Nueva socializad infantil y escolar que suponía sustraer al niño de la naturaleza. Educación instrumentada, en buena medida, como corral de la infancia, como domesticación que debía anular los rasgos distintivos de los niños, y evitar el delito, la seducción del mal.
Los niños en la ciudad o los límites de la escuela:
Sarmiento reconocía, sin embargo, los límites del dispositivo escolar. Consideraba que el alcance de la instrucción pública era parcial frente a ciertos sectores de la población infantil. El niño callejero constituía, para Sarmiento, un peligro social futuro. Esos niños son condenados a no inscribirse en el orden de la cultura porque, para Sarmiento, “jamás se instruirán”. Ellos no podían devenir en alumnos porque estaban incapacitados para someterse a la autoridad de un adulto. Excluídos de la instrucción, debían ser para Sarmiento, objeto de una operación de regeneración concurriendo a casas de reformas o a escuelas de artes y oficios.
Padres italianos, hijos
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