México bárbaro John Kenneth Turner
Enviado por Rimma • 29 de Diciembre de 2017 • 5.416 Palabras (22 Páginas) • 472 Visitas
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Los hacendados yucatecos no nombraban esclavitud a su sistema; lo llamaban servicio forzoso por deudas. "No los consideraban dueños de sus obreros; estimaban que ellos estaban en deuda con ellos Y no tenían en cuenta que los compraban o los vendían. sino que transferían la deuda y al hombre junto con ella". Esta era forma en que don Enrique Cámara Zavala, presidente de la Cámara Agrícola de Yucatán, esclarecía la conducta de los reyes del henequén en ese asunto. "La esclavitud está contra la ley; no la nombraban a eso esclavitud", le ratificaron una y otra vez varios hacendados. Tal era el peonaje como existía por todo México.
En su último análisis, era esclavitud; pero los patrones dominaban la policía, y la pretendida distinción se mantenía de todos modos, mientras que en algunas otras zonas de México una parte de los intereses dominantes se oponían al peonaje y, en consecuencia, ejercían cierta influencia que en su práctica lo cambiaban , en Yucatán todos los interesados que dominaban la situación se dedicaban a la explotación del henequén, y cuanto más barato era el obrero, mayores eran las utilidades para todos. Así, el peón se convertía en un esclavo. "La esclavitud es contraria a la ley –decían— Está contra la Constitución". Cuando algo es abolido por la Constitución, podía practicarse con menos tropiezos si se le da otro nombre; pero el hecho era que el servicio por deudas era tan inconstitucional en México como la esclavitud. La pretensión de los reyes del henequén de mantenerse dentro de la ley carecía de fundamento.
La comparación de los siguientes dos artículos de la Constitución mexicana probaba que los dos sistemas se consideraban iguales: "Art. I, Frac. 1. En la República, todos nacen libres. Los esclavos que entren al territorio nacional recobran, por ese solo hecho, su libertad, y tienen el derecho a la protección de las leyes". "Art. Y, Frac. 1 (reformado). A nadie se le obligará a prestar trabajos personales sin la justa remuneración y sin su pleno consentimiento.
El Estado no permitiría el cumplimiento de ningún contrato, convenio o acuerdo que tuviera por objeto la merma, pérdida o sacrificio, irreversible, de la libertad personal, ya sea por motivos de trabajo, educación o votos religiosos. No se tolerará ningún pacto en que un individuo convenga en su proscripción o exilio". De este modo el negocio de los esclavos en Yucatán, llámese como se le llame. siempre resulta inconstitucional. Por otra parte, si se iba a tomar como ley la política del actual Gobierno, el negocio de la esclavitud en México es legal. En ese sentido, los reyes del henequén "obedecían la ley". El problema se encontraba en que, si eran justos o no. Cualquiera que hubiese sido la conclusión, acertada o errónea, no cambiaría ni bien ni mal la lastimosa miseria en que John encontró a los peones de las haciendas henequeneras de Yucatán.
Ellos nunca recibieron dinero; se encontraban medio muertos de hambre; trabajaban casi hasta morir; eran azotados. Un porcentaje de ellos era encerrado todas las noches en una casa que parecía prisión. Si se enfermaban, tenían que seguir trabajando, y si la enfermedad les impedía trabajar, rara vez les permitían utilizar los servicios de un médico. Las mujeres eran obligadas a casarse con hombres de la misma finca, y algunas veces, con ciertos individuos que no eran su agrado. No había escuelas para los niños. En realidad, toda la vida de esta gente estaba sujeta al capricho de un amo. y si éste quería matarlos, podía hacerlo impunemente.
John escuchó muchos relatos de esclavos que habían sido muertos a golpes; pero nunca supo de un caso en que el matador hubiera sido castigado, ni siquiera detenido. La policía. los agentes del ministerio público y los jueces sabían exactamente lo que se esperaba de ellos, pues eran nombrados en sus puestos por los mismos propietarios. Los jefes políticos que regían los distritos equivalentes a los "condados" norteamericanos –tan zares en sus distritos como Díaz es el zar en todo México–, eran invariablemente hacendados henequeneros o empleados de éstos.
La primera noticia que tuvo del castigo corporal a los esclavos. se la dio uno de los miembros de la Cámara, le contó un relato, y mientras lo contaba, se reía. La filosofía del castigo corporal se la explicó muy claramente don Felipe G. Cantón, secretario de la Cámara. No le toco ver en Yucatán otros castigos peores que los azotes; pero supo de ellos. le contaron de hombres a quienes se había colgado de los dedos de las manos o de los pies para azotarlos; de otros a quienes se les encerraba en antros oscuros como mazmorras, o se hacía que les cayeran gotas de agua en la palma de la mano hasta que gritaban.
–Un pasatiempo favorito de X consistía en montar en su caballo y presenciar la "limpia" (el castigo) de sus esclavos. Encendía su cigarro y cuando expulsaba la primera bocanada de humo el látigo mojado caía sobre las desnudas espaldas de la víctima. Seguía fumando tranquilamente, muy contento, al mismo tiempo que los golpes caían uno tras otro. Cuando, por fin, le aburría la diversión, tiraba el cigarro y el hombre del látigo dejaba de golpear, ya que el final del cigarro era la señal para que acabasen los azotes.
John habla de los yaquis de Sonora, quienes por una radical orden del presidente Porfirio Díaz eran deportados a Yucatán. Los yaquis eran "indios" mandados del norte Cada mes cientos de familias eran recogidas para ser enviadas al exilio y nadie sabía qué era de ellas después.
Los yaquis eran personas sumamente trabajadoras y pacíficas y formaban parte de la nación mexicana eran conocidos por ser los más fuertes, resistentes y confiables. hasta que fueron incitados por el gobierno, al querer quitarles sus tierras, a tomar las armas. Esta guerra fue larga y terrible, muriendo en ella miles de personas; a su término los yaquis que se habían rendido recibieron territorios en el norte de la República, resultando ser una zona desierta y uno de los lugares más inhóspitos de América, por lo que se vieron obligados a mezclarse con pueblos cercanos perdiendo así parte de la tribu yaqui su identidad. siendo vendidos en ese lugar y apropiándose las autoridades del gobierno del estado de Sonora todos sus bienes, resultando estos yaquis una gran inversión.
El origen de los conflictos yaquis se atribuyó generalmente a un plan elaborado por cierto número de políticos que tenían el propósito de apoderarse de las ricas tierras del sur de Sonora, las cuales eran propiedad de los yaquis desde tiempos inmemorables. Durante los últimos 24 años, los únicos gobernadores
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