Aprender en la vida y en la escuela (Juan Delval)
Enviado por Ledesma • 9 de Enero de 2019 • 4.810 Palabras (20 Páginas) • 477 Visitas
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La construcción social del “alumno”.
Los actos de nominación establecen los límites y las expectativas. Hay individuos y grupos que conforman mayorías que, debido a su carácter subalterno en el espacio social, son minoritarias.
Frente a la miseria material y moral son los agentes escolares quienes tienen que compensar los efectos intolerables de la lógica de mercado excluyente, sin disponer de los recursos o la preparación específica.
Los estudiantes atravesados por la exclusión luchan por rechazar el único futuro que ven posible, aunque la permanencia y continuidad en el sistema no les garantizan superar el efecto de los estigmas sociales. Doble juego de los mecanismos de inclusión y relegación: Quienes están incluidos en la escuela pueden ser objetos de juicios condenatorios excluyentes.
El poder del lenguaje es estructurante y puede contribuir a que cada uno delimite sus expectativas y estructure sus trayectorias. También la sanción en cifras (las notas) y los criterios poco delimitados de éstas suele estar constituido por el origen social y cultural de los alumnos.
Los sujetos pueden transformar los condicionamientos estructurales en posibilidades de destinos no fabricados de antemano. El alumno está cargado de expectativas y los actos de nominación pueden tener un correlato en su autovalía.
Es preciso reconstruir la lógica de los actos de clasificación, ya que la percepción de los docentes sobre el éxito o fracaso tiende a naturalizar las diferencias que surgen de la apropiación diferenciada de un capital cultural, atribuyéndolas a causas naturales o al medio familiar cosificado. El fracaso escolar a veces se percibe como “hereditario”.
El alumno “pobre” ¿puede escapar a su destino?
Las cualidades con las que se tipifica a los estudiantes nunca pueden ser tratadas como atributos en sí. Nombrar no es una operación inocente, sobre todo si el poder de nominación emana de una instancia jerárquica superior, de una figura legitimizada y autorizada socialmente. El docente sigue representando un lugar simbólico importante en los procesos de subjetivación.
La institución escolar tiende en muchos casos a la humanización, pero también a la destrucción de los sujetos, con el docente como el actor clave de esto.
A partir de estos procesos de estigmatización, ciertas características se presentan como indeseables, produciendo situaciones de discriminación y diferenciación social. Complementariamente, el sujeto se autopercibe como instrínsecamente pobre.
Estos juicios escolares son de carácter implícito, lo que acentúa su fuerza. La pobreza se transforma en una marca de calidad.
No es lo mismo desigualdad que diversidad. La condición social de “pobre” que atraviesa al alumno y su familia no es una característica de su diversidad humana o social.
Las políticas sociales oficializan estos modos de clasificación. El orden social se instituye a través del nombre propio. Las diferencias oficiales que producen las clasificaciones escolares tienden a engendrar o reforzar diferencias vinculadas con el volumen de los distintos tipos de capital al producir en los individuos la creencia en las diferencias y crear las conductas destinadas a acortar la distancia entre el ser real y el ser oficial.
Contraparte: Los sujetos negocian y luchan en este juego social de la nominación con poderes desigualmente distribuidos.
Lograr una comprensión de las condiciones sociales de la pobreza que atraviesan la escolarización del niño no es sinónimo de fabricar un “alumno pobre” ni una pedagogía específica que lo aborde. La pobreza no es una condición sustancial del alumno, no forma parte de su naturaleza humana y no marca un destino inevitable.
“Pobre” y “no inteligente”: ¿Dos partes de un mismo constructo?
Los juicios de los docentes están mediatizados por el origen social de los educandos, las características étnicas, el género.
El docente no sabe que su sentido común define a la inteligencia del alumno a los fines de dar un veredicto sobre su rendimiento de mayor o menor excelencia y en función de las exigencias escolares más o menos implícitas. A través de esos juicios, los estudiantes construyen una imagen acerca de sus posibilidades, configuran una idea acerca de su propia valía escolar y una conciencia de sus propios límites.
Juicios sobre la inteligencia como veredictos escolares.
Naturalización de la inteligencia: Atribuir como causa del fracaso educativo al déficit intelectual del niño en tanto determinado exclusivamente por el orden biológico. Los maestros transforman las diferencias en desigualdades naturales, porque además correlacionan a la inteligencia con el rendimiento escolar.
El problema real es la apropiación desigual del conocimiento en la sociedad en función de argumentos centrados en las características genéticas de los individuos y en la naturaleza de la inteligencia.
La insistencia por el horizonte de la igualdad.
Con los argumentos de los supuestos “talentos naturales” y la determinación genética de las capacidades humanas se intenta ocultar el verdadero origen de las diferencias sociales, esto es, la desigual distribución de los bienes materiales y simbólicos. La carencia material se traduce mecánicamente en carencia mental o déficit de aprendizaje que se transfiere de la familia.
La enseñanza de las ciencias.
La comprensión del conocimiento científico.
Se otorga enorme importancia a la enseñanza de los contenidos científicos, pero se produce una comprensión muy escasa de éstos. La representación que se tiene de dichos conceptos suele ser simple e incorrecta.
Características del conocimiento científico:
- Alto nivel de abstracción. No tienen referente concreto en la realidad cotidiana, no se pueden percibir directamente. Muchas veces implican la comprensión de conceptos previos.
- Estructuración de los conceptos en forma de teoría. A veces sólo cobran sentido en el contexto de teorías muy estructuradas.
- Contenidos contrarios a la intuición cotidiana. La ciencia ofrece teorías cuyas predicciones se oponen a nuestra experiencia fenomenológica cotidiana.
Desarrollo
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