EL ENCUENTRO CON UN CUERPO NUEVO

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Un problema análogo para el niño, pero de ninguna manera idéntica, es el cambio de voz. A diferencia del desarrollo de los senos que comienza en la pubertad, el cambio de voz suele presentarse al final de la transformación ocurrida durante este periodo y está sujeto a cierto control voluntario. Por ejemplo, un niño excesivamente apegado a su madre no perdió el tono alto y chillón de la vocalización hasta que dejó su hogar para asistir a la universidad, donde, casi de la noche a la mañana, empezó a hablar en una voz profunda y más masculina. La voz del niño se encuentra vinculada a la imagen que tiene de sí mismo como niño y como un ser afeminado.

Muchos jóvenes la consideran como una señal de vergüenza y de maldad. A veces se considera como indicio de la masturbación, el secreto interior escondido que de repente brota para que todos lo vean. Con frecuencia, se considera como algo que desfigura, deforma y afea, algo que hiere el propio narcisismo.

Cambiando la concepción del adolescente sobre sí mismo

En general, cualquier mancha, deficiencia o aspecto del cuerpo que se considere sin atractivo o que desafíe el sentido de su identidad sexual provoca en el joven una serie de reacciones cuya naturaleza dependerá de los importantes puntos de fijación infantiles.

Aun antes de llegar a la adolescencia, ya muchos niños se conocen como marimachos o afeminados, o tienen alguna otra clase de manifestación atípica en sus expresiones de identidad sexual.

Es posible que los actos impulsivos de masturbación en público, exhibicionismo o interés exagerado en ver objetos o actividades sexuales sean funciones de las nuevas presiones sexuales que sufre el ego aún sin desarrollar.

Si bien la pubertad es un proceso por el cual pasa el individuo sólo y tiende a ocultarlo de otros, llega a causar conflictos cuando ésta llega antes o muy después de los demás.

La pubertad precoz crea conflictos graves con la concepción del cuerpo, irritación, confusión y vergüenza mientras que la pubertad demorada puede provocar una sensación de injusticia, de ser inadecuado y poco atractivo.

En conclusión, la transición de la niñez a la pubertad, y de la pubertad a la adolescencia, es una de las más difíciles y en la que los individuos involucrados están más expuestos a sentirse mal con ellos mismos. No se sienten seguros e influyen factores como burlas de propios “amigos” o compañeros. Por eso hay que ver las señales que ellos nos dan, si se encuentran bien o en una situación de peligro. Necesitan de mucho apoyo y comprensión y más de parte de la familia, aunque también por parte de sus maestros.