INFLUENCIA DE LA FAMILIA EN LA DELINCUENCIA.

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Su constitución

Dentro de las familias encontramos dos tipos de unión, la llamada propiamente matrimonio y la libre. Hay también dos tipos de matrimonio: el basado en la ley civil y el religioso.

Sin embargo, como habitualmente llegan los cónyuges a la vida matrimonial con falsos conceptos o claro desconocimiento de lo que ella es, pronto viene como hecho generalizado, el choque que amenaza a la permanencia y aun a la constitución familiar, cuando uno de los cónyuges o alguno de los hijos pretende huir de un ambiente que ya no es meramente incomodo, sino insoportable.

Su organización.

Hay hogares completos y organizados, completos, pero desorganizados; incompletos, pero organizados, e incompletos y desorganizados.

Entendemos por hogar organizado aquel que, con independencia de su forma constitutiva, es estable y cuenta al menos, con condiciones materiales de orden y limpieza, así como alimentos y ropa y con condiciones morales de afectuosa unión y paternal atención diaria de los problemas de los hijos…etc.

En muchas familias es todavía normal la vida patriarcal, en que la esposa debe obedecer a su marido, y los hijos a ambos.

En toda familia hay pequeñas o grandes tensiones emocionales, disgustos y amarguras, sea entre los padres o entre estos y los hijos.

Por otra parte, al irse perdiendo el patriarcado parece surgir la inseguridad en la familia: la mujer dese tomar el lugar del padre y el hombre toma parcialmente el lugar de de ella, y los hijos introyectan una situación en la que se han perdido los prototipos y se frustran sus imágenes del varón y la mujer.

En muchos de los hogares se llega a la separación o al divorcio, que no solo significa el abandono moral de los hijos, sino su abandono material; pero si se impone el matrimonio eclesiástico de permanencia en el matrimonio, ello aumenta las tensiones emocionales y las fricciones de quienes se saben impotentes para luchar contra una situación creada y de que ya no es deseada.

La familia del delincuente.

Según Taft el delincuente es a menudo el niño que no aprendió en su hogar lo que normalmente es requerido en sociedad, que no aprendió que los demás tienen derechos, y que nunca tuvo el placer que implica la cooperación y la mutua ayuda.

La delincuencia del adulto o la conducta desviada del menor es un síntoma de que el niño fue victima de los errores de los adultos, y de un largo proceso de abandono (moral o material).

Los Glueck subrayan la deficiencia de cinco factores, como muy importante para definir como se inclina a lo menores a la conducta desviada que ellos llaman delincuencia: el amor del padre por los hijos; amor de la madre; disciplina del padre; supervisión de la madre; y, cohesión familiar.

Precisamente, porque la familia va declinando en su fuerza educativa en la vida moderna, aumenta su ya importante papel en la delincuencia. A menor influencia afectiva familiar, hay mayor influencia del ambiente externo que es almacigo de influencias deletéreas.