La infancia – Philippe Aries (Historiador francés)
Enviado por Antonio • 14 de Noviembre de 2018 • 1.677 Palabras (7 Páginas) • 514 Visitas
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este siglo, la tendencia a revalorizar y sacralizar el matrimonio, no solo se mantendrá sino que se verá reforzada.
SIGLO XIV
• LA FAMILIA ADQUIERE UNA MAYOR INTIMIDAD
• AVANCE EN CONSTANTE PROGRESION
La sensibilidad hacia la infancia ha tenido una larga gestación y gradual, que ha surgido lentamente en la segunda parte de la Edad Media y que se ha impuesto con un movimiento en constante progresión. Esta dinámica está ligada al proceder de la familia hacia una mayor intimidad, a la mejora de la escuela y al hecho de que ésta ha sustituido al aprendizaje tradicional.
Las primeras familias en evolucionar hacia una mejora en las relaciones afectivas fueron las familias burguesas, que precedieron a las familias campesinas, esto obedece a una mayor posibilidad de intimidad dentro de la familia nuclear, a diferencia de las familias numerosas.
SIGLO XVI
• EL NIÑO TIENE UN MODO PROPIO DE VESTIR
Durante mucho tiempo no existió una vestimenta infantil, ya sea en la sociedad alta o baja. Al pequeño se le vestía como a un adulto: las clases pobres vestía los mismos andrajos mientras que las clases acomodadas llevaba trajes de adulto hechos a medida.
A partir de este siglo, en las clases acomodadas, el niño va a tener un modo propio de vestir. Esto se refiere a los varones ya que a las niñas aún se las continuaba vistiendo como señoras.
SIGLO XVII
• “NINOS MALCRIADOS”
• SENTIMIENTO BIFRONTE (DE DOS FRENTES): TERNURA Y SEVERIDAD
En las clases superiores se mimaba mucho a los pequeños, sobre todo las madres y las abuelas e incluso los padres, pero estos últimos cada vez menos a partir de mediados del siglo XVII. Comenzaron a aparecer “niños malcriados” cuando hasta hace dos siglos no se encontraba ninguno, esto se da por el sentimiento de ternura extremadamente fuerte y una carencia de conciencia de los límites que impone la sociedad para el bien del muchacho.
Un sentimiento bifronte: de un lado actitud y ternura, una especie de forma moderna de mimar, y del otro, también solicitud pero con severidad: la educación.
La historia de la infancia desde el siglo XVII hasta nuestros días está constituida por una dosificación de ternura y severidad, en relación a la crianza del niño.
SIGLO XIX
• PREVALECE LA SEVERIDAD
• LA MUERTE DE UN NIÑO ADQUIERE MAYOR IMPORTANCIA
En las clases superiores se sometía al niño por diferentes controles. Siendo pequeño se empezó a prohibirle orinarse en la cama, en nombre de la limpieza y de la higiene. Una vez superada esa etapa (los más testarudos recibían azotes y castigos de parte de sus “educadores”) se los sometía a otro control: el de su incipiente sexualidad, donde se ha llegado hasta inventar ingeniosos mecanismos ortopédicos para hacer impracticable la masturbación. Por otra parte, en los colegios, también recibían una disciplina mucho más rigurosa impuesta por las “pedagogías” de este siglo.
En las clases populares y a los medios rurales, esos refinamientos sólo llegan en parte, o no llegan en absoluto. Los padres oscilaban entre el tradicional exceso de caricias y las palizas. Existen numerosas pinturas donde se puede observar a un muchacho que grita, cuando un padre o un maestro fuera de sí lo azotan severamente, ante una madre en lágrimas y un grupo de compañeros horrorizados.
Durante siglos, el fallecimiento de un muchacho fue una cosa sin importancia, algo que enseguida se olvidaba. La sociedad no hacía eco del lamento de la madre.
Niños malcriados, niños golpeados, tanto unos como otros dominaron el siglo XIX y los comienzos del siglo XX.
Si bien ya en los siglos XVI y XVII se encuentran tumbas de niños, durante este siglo y en especial a fines del mismo, sobre todo en cementerios de Europa meridional, podemos encontrar que las tumbas más lujosas y las más adornadas con figuras son las de niños.
La muerte infantil, que durante mucho tiempo fue provocada y más tarde aceptada, ha llegado a ser absolutamente intolerable.
SIGLO XX
El hombre occidental ha experimentado en los siglos anteriores una revolución de afectividad. Dentro de esta nueva sensibilidad, se comprueba entre 1970 y 1960 un cambio en la actitud hacia la infancia, que podría ser profundo.
Pero la natalidad incrementada en los años” baby boom” (fenómeno que sucedió en el período momentáneo y posterior a la Segunda Guerra Mundial, entre años 1946 y 1964 en algunos países anglosajones como Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda), disminuye luego desde 1960/70 y el fenómeno es en general en Occidente. Esta disminución demográfica ya no responde a las mismas motivaciones que los años anteriores.
La imagen del niño ya no es positiva. En EE.UU, donde principalmente se le ha rendido culto, es donde más evidente es el reflujo. En determinadas urbanizaciones no se permiten que residan jóvenes; en otros lugares las viviendas se alquilaban a personas que no tuviesen más de dos hijos.
Estos y otros indicios no significa que se esté volviendo a las épocas de indiferencia, ya que hay un límite de la sensibilidad que se ha superado demasiado recientemente y demasiado a fondo para se vuelva atrás.
Pero existe el riego que la sociedad de mañana cambie el puesto que hoy ocupa el niño.
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