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La psicopatología, sus manifestaciones y la importancia que se les otorga

Enviado por   •  21 de Noviembre de 2018  •  4.895 Palabras (20 Páginas)  •  301 Visitas

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Este cambio de perspectiva al abordar las adicciones, cambio que consiste en pasar de describir la patología del acto, como falla de la palabra a la patología del vínculo, se ha demostrado muy fecundo, sobre todo desde el punto de vista terapéutico.

Tomemos el ejemplo de la bulimia: la relación patológica a la alimentación no se resuelve por medio de una supresión del objeto de adicción. De lo que se trata es de modificar el vínculo a la comida. La particularidad del vínculo adictivo reside en su carácter absoluto, excesivo y exclusivo. El objeto en sentido amplio, - producto, actividad, idea, persona- reviste un valor totalitario y totalizante. Este objeto realiza exactamente lo que colma al sujeto, al menos es así como lo cree. En efecto, es el que lo subyuga y esclaviza y, en este sentido, el sujeto es poseído por el objeto. Encontramos en este vínculo, la noción de lazos pasionales. La pasión ha sido definida por un toxicómano famoso, como el “absoluto de la necesidad”. Me refiero a W. Burrough en su libro “el festín desnudo”. Hablamos de vínculo pasional cuando este objeto llega a ser para el otro lo indispensable, la exigencia vital, lo que no puede faltar. Si este objeto falta convierte al otro en ser carente por excelencia.

A la inversa del objeto del deseo, eternamente fugitivo y faltante; el objeto de la pasión o de la adicción, es encontrado y capturado, apresado, pero como objeto de la necesidad, cuya satisfacción es repetitiva. De allí deriva la dependencia patológica que sella la falla del vínculo simbólico. Adicción y dependencia son dos conceptos correlacionados por una relación de inclusión. La adicción es una forma patológica de la dependencia, pero ésta representa una noción más vasta que adquiere diversas significaciones. Existen dependencias no patológicas, estructurantes o necesarias. A través de las diversas formas de dependencia encontramos la noción de sujeto, concepto específicamente psicoanalítico.

El sujeto de la adicción.

Lo específico de la posición psicoanalítica en el abordaje de las adicciones, se expresa por el siguiente postulado: el ser hablante no se reduce a sus comportamientos. “Los pensamientos de los hombres no se acuerdan con sus actos”, constata Freud en su obra El malestar en la cultura. Constatación cercana a la que enuncia San Pablo, en su Epístola a los romanos: “Efectivamente, no comprendo nada de lo que hago. Lo que quiero no lo hago, pero lo que odio si lo hago”. Es de esta manera que se expresan muchos pacientes, cuando hablan de sus conductas adictivas. Detrás de este comportamiento desviado, está el sujeto del inconsciente que escapa a toda reducción instrumental del ser humano. Ahora bien, el sujeto es por esencia, por su estructura, dependiente: “yo” no me engendré a mi misma, “yo” no puede reconocerme sin el otro, “yo” no soy omnipotente, “yo” estoy hecho de los discursos de los otros, de los ritos, los códigos que me preexisten. Cada uno depende de gente de los cuales ha heredado, de la cultura donde ha nacido y de la historia en donde se inscribe.

La clínica de las adicciones nos lleva a puntualizar el ideal de no-dependencia que vehicula el psicoanálisis. La cura vuelve al sujeto más libre. A este principio, en tanto psicoanalistas, no podemos dejar de adscribir. Se trata de liberarse de inhibiciones y síntomas paralizantes, de fascinaciones ilusorias o de una culpabilidad neurótica. Pero esto no significa que el producto final sea un sujeto desprendido de todo, preocupado únicamente por su placer e indiferente a lo que lo rodea. Lo que podemos esperar en la cura de las adicciones, es reducir lo más posible las dependencias nefastas para privilegiar las dependencias benéficas (aquellas que tienen una función de apuntalamiento temporario) pero sobre todo diversificarlas, en la medida en que una adicción representa una dependencia única y exagerada.

Si se rechaza en bloque las dependencias elaboradas a los largo de las tradiciones, se corre el riesgo de caer en formas de servidumbre aún más alienantes. El problema de las sectas lo ilustra perfectamente, el poder del gurú, del amo que piensa, dispensa a sus adeptos de asumir el riesgo de la libertad. En su novela Los hermanos Karamazov, Dostoievski pone en la boca del Gran Inquisidor, esta afirmación cínica: “Para el hombre libre, no hay preocupación más constante, más aguda, que la de buscar un ser delante del cual inclinarse”. El ser humano no cesa de reivindicar la libertad, pero busca desembarazarse de ella como si fuera un fardo. Rechaza los dioses de sus ancestros, pero se fabrica ídolos y se doblega.

Otra forma de dependencia insidiosa es la tiranía de las sensaciones y sentimientos, tan marcada actualmente. Es muy común escuchar entre los adolescentes las frases: “hago como lo siento”, “me siento bien con la droga”. ¿Dónde está la libertad si los actos se fundan sobre las sensaciones del momento? Otra frase representativa es “tengo odio, bronca”. Tengo bronca, por lo tanto este sentimiento justifica insultar al otro, incendiar un auto, robar y matar al semejante. Esta conducta es una negación de la cultura, un retorno al arcaísmo, en donde el sujeto del deseo se rebaja al sujeto de la necesidad.

Hablando del deseo precisamente, es necesario destacar el contrasentido que ha podido favorecer la célebre fórmula de Lacan: “no ceder sobre su deseo”. ¿Y si el deseo es dejarse morir de hambre o llenarse hasta explotar, o de inyectarse un producto en las venas, o de manejar de contramano en una autopista? Sin duda, no se trata de esto en la fórmula de Lacan, el deseo no es las ganas de una satisfacción inmediata, solitaria y mortífera. El deseo supone una libertad de elección que a su vez supone una ley, esta ley regula la relación al Otro. De manera que la ética del deseo que designa Lacan con la afirmación de no ceder, equivale a una ética de la relación. Es esta ética y solo ella, la que puede garantizar un beneficio de la libertad. Este punto nos conduce a otro concepto esencial en el abordaje terapéutico de las adicciones: el goce.

El goce: límites y sustituciones.

En relación con la pulsión freudiana y la libido narcisista, Lacan elabora el concepto de goce, que nos interesa en la medida en que este concepto toma en cuenta el cuerpo viviente no hablante, el cuerpo fuera del lenguaje tal como está implicado en las conductas adictivas, el sujeto que no posee la palabra. El pensamiento de Lacan evoluciona en la manera de articular los conceptos. Al principio de su obra, el goce se opone radicalmente a la relación al otro y al deseo, en términos de exclusión recíproca.

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