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ENSAYO - LA FORMACION DE LA VOLUNTAD

Enviado por   •  5 de Abril de 2018  •  4.212 Palabras (17 Páginas)  •  456 Visitas

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Un campo que requiere mucha constancia es la propia formación espiritual. La propia santificación es una tarea ardua y larga, y rápidamente se experimenta la dificultad para realizar los buenos propósitos. La experiencia del poco progreso en la oración o en la virtud puede llevar al hombre inconstante a abandonar su esfuerzo. La parábola de la semilla sembrada sobre roca o entre espinas aquí tiene su aplicación. A lo largo de los años en el seminario, el director espiritual necesita apoyar continuamente la voluntad del formando para que no desfallezca en sus esfuerzos. El director no tiene que cansarse él mismo al ver los pocos frutos en algunos casos, o el repetirse de las mismas faltas, sino con gran paciencia con-vivir con el dirigido su lucha espiritual.

Un momento interesante puede ser una pequeña enfermedad en el formando, sea un dolor de cabeza o gripe, la fractura de algún hueso, o algo más grave. Hay que atender al seminarista enfermo con toda caridad, pero al mismo tiempo el formador tendrá una oportunidad para medir la fortaleza de espíritu del alumno. Pasado el mal momento, podrá reflexionar con él y si es el caso enseñarle a sobrellevar con espíritu cristiano su enfermedad. En su ministerio, tendrá que seguir adelante en medio de los pequeños dolores físicos que todos sufren, y todos tenemos que tener el ánimo dispuesto para unirnos a la cruz de Cristo si él quiere enviarnos una enfermedad más dolorosa.

Por tanto, dentro de la formación de la voluntad hay que aspirar a formar hombres de constancia, tenaces y perseverantes en sus empresas y propósitos. Enseñarles a ser prudentes antes de tomar una determinación para no tener luego que abandonarlo fácilmente. Sin caer en el escollo contrario del hombre testarudo que no discierne cuando un bien mayor le exige abandonar lo emprendido. Ayudar a los seminaristas a alcanzar un auténtico reciedumbre de espíritu y carácter.

La irreflexión e indecisión: Dos vicios opuestos que pueden afectar a la voluntad en sus deliberaciones son la irreflexión y la indecisión. Hay quienes obran sin la debida reflexión previa, haciendo lo primero que viene en mente o parece útil, sin la debida ponderación y deliberación. Aunque esto afecta más a las capacidades racionales del hombre, significa que a la voluntad le falta el guía que le debe llegar de la razón ilumi-nada por la fe y así determina a lo ligero, para arrepentirse después. Este defecto está relacionado también con el activismo, donde el hombre está siempre ocupado, pero de modo poco eficaz en cuanto a las metas más importantes. A veces es por por temperamento, a veces como una forma de escapismo. Hace falta aprender a reflexionar para aprender aquellas obras que valgan la pena.

Otra forma diversa de falta de reflexión en las decisiones se da en aquellos que ostentan una entrega demasiado intensa, apresurada o nerviosa al trabajo, y que fatiga excesivamente al hombre. La reflexión y ponderación permiten mayor serenidad de espíritu. Hay que medir también las propias fuerzas. En algunas almas jóvenes puede existir grandes deseos de santificación y celo apostólico. El formador no debe matar esta ambición sana, pero sí enseñar al aspirante a encauzar sus esfuerzos de modo equilibrado, de programar también momentos de descanso, de no pretender hacer todo solo. Junto con esto, habrá quizás que ayudarle a alcanzar mayor pureza de intención, poniendo su confianza en Dios y dejando a El el éxito.

La indecisión al contrario se da en algunos quienes nunca se animan a tomar una decisión, o por lo menos dejan pasar demasiado tiempo antes de determinar. Después de determinar lo que hay que hacer, con la ponderación que exige la naturaleza del asunto, hay que decidir. No se puede esperar indefinidamente. La vida es breve. Si procedemos con rectitud y buscamos agradar a Dios en nuestras decisiones, él nos ayudará. Este defecto a veces lleva a los jóvenes a posponer reiteradamente su opción definitiva por la vocación sacerdotal. Con esta indecisión en el centro mismo de su personalidad, queda impedido el proceso de maduración humana del seminarista.

En otros casos, la falta de decisión no se refiere a las opciones fundamentales sino a las acciones concretas: la especialización, un tipo de apostolado, hasta la compra de ropa personal. Hay que ayudar al formando a dar a cada asunto el espacio necesario, pero no más. Hay asuntos que se pueden resolver de inmediato y es mejor hacerlo así (un formador, el rector de un seminario puede enseñar esto con su ejemplo). Otros requieren estudio, pero hay que saber no retrasar la decisión una vez que ya no se puede esperar razonablemente nuevos elementos de juicio. En su labor pastoral, este principio puede llegar a ser importante para no exasperar la paciencia de quienes dependen de sus decisiones; o sencillamente para no frenar el dinamismo evangelizador de la Iglesia. También sirve para no caer en un excesivo burocratismo, todo lo contrario del servicio de autoridad en la Iglesia.

3. Medios para formar la voluntad

En este apartado, vamos a repasar algunos de los medios generales y algunos más particulares para formar la voluntad. Como ya anotamos, todo trabajo en la formación de la voluntad está relacionado con el trabajo formativo en otros campos, pues así le compete como facultad que impera a las demás facultades del hombre.

a) Motivarse: La voluntad se mueve por motivaciones. Formar la voluntad significa en primer lugar aprender a seguir las motivaciones superiores, sobre todo el vivir según el amor de Dios. A veces el jóven que entra el seminario se habrá acostumbrado a hacer más o menos "lo que le da la gana"; o a obrar cuando "se siente bien". Tiene que aprender a obrar según las motivaciones superiores de la razón y de la fe: voluntad de Dios, salvación de las almas, amor a Cristo.

También es útil que cada uno descubre aquellas motivaciones que más le ayudan a vivir con sano empeño su vida de formación y más tarde de ministerio sacerdotal. Serán primero los grandes principios alrededor de los cuales se cuaja una personalidad: el amor a Dios sobre todas las cosas, la llamada a colaborar en la salvación de las almas, el amor y correspondencia al Espíritu Santo... A veces puede haber motivaciones más particulares que ayudan a cada uno a seguir su deber y ser constante en el trabajo: ayuda mucho todo lo que se refiere al amor a la Iglesia, a las almas. También es muy útil la reflexión sobre la vida y el tiempo: la vida es una, y se vive una sola vez; al final sólo queda lo que hemos hecho por Cristo y los demás. O el sentido de la justicia: otros se sacrifican para que yo me forme sacerdote: tengo la obligación

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