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Las metamorfosis de la pubertad: preparación para la meta

Enviado por   •  5 de Abril de 2018  •  3.278 Palabras (14 Páginas)  •  268 Visitas

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Comienza así la historia. ¿A qué se le teme en la angustia neurótica? Se le teme indudablemente a la libido, si no es posible darle salida a una moción pulsional, esta se acumula y se produce la sensación de displacer que se muda directamente en angustia. Freud (1932) afirma: Aquello a lo cual se tiene miedo es, evidentemente, la propia libido. (p 78) Ya sabemos, según lo visto en Introducción del Narcisismo (1914) y en El yo y el ello, (1923) que en el organismo primario no hay una diferenciación entre organismo y mundo, nuestro yo se encuentra desvalido a merced de las mociones pulsionales del ello y sus primeras investiduras de objeto. A partir de estas relaciones objetales se va constituyendo el yo y el superyó, quedando el primero, como sabemos, a cargo de las negociaciones entre las instancias. Entonces aquel organismo primario que inicia con la satisfacción directa de las mociones pulsionales del ello pronto se da cuenta de que además de esas pulsiones, cuenta con la exigencia de la satisfacción de ciertas necesidades orgánicas para asegurarse su conservación y un otro (objeto) es relacionado a ello. La moción pulsional irá dirigida entonces al objeto que procura estas satisfacciones.

¿Qué pasa con nuestro organismo en sus primeros años de infancia cuando se ausenta aquel proveedor de seguridad? Freud aquí se vale de la ejemplificación del resultado de las fobias infantiles. No es el miedo al otro o a la soledad lo que despierta la angustia en el niño/a sino la añoranza por el objeto; queda el afecto suelto y se trasmuda en angustia. Esta angustia se podría relacionar posteriormente con el entorno como sucede en las fobias. También podemos usar de ejemplo la mudanza de angustia en represión según lo que sucede en el complejo de Edipo. La investidura libidinal originaria de la moción pulsional queda anclada al objeto madre, nuestro yo aún endeble se percata de la imposibilidad de consumar esa relación y siente angustia frente a ese peligro exterior (angustia realista) amenazante que le impone la inaplicabilidad de su moción pulsional. Nos dice Freud (1932): (...) ese enamoramiento le aparece como un peligro interno, del que debe sustraerse mediante la renuncia a ese objeto, sólo porque convoca una situación de peligro externo. (p 80) El peligro externo o bien puede ser la amenaza al castigo de la castración o en el caso de la niña la angustia a la pérdida de amor. Esa dosis de angustia crea la represión, el niño/a se ve obligado a resignar el objeto. Freud (1932) nos vuelve a remitir en este momento a la angustia originaria del nacimiento como un camino que se vuelve a recorrer en cada situación de angustia. Valiéndose del juego de las investiduras (contrainvestidura, sustracción de la investidura, sobreinvestidura) la represión podrá ser sofocada por completo, parcialmente sofocada o una mezcla de estas reacciones en montos variables. El resultado podrá ser entonces el desarrollo de la angustia plena (no hay un objeto asociado al afecto), la formación de un síntoma (el afecto carga de investidura otro objeto) o el yo acoge la moción reprimida en su interior como una formación reactiva, como refuerzo de ciertas disposiciones. (Freud, 1932) En este último resultado vemos implicada la instancia parental asumida como el superyó y los inicios de la formación del carácter. Citando a Freud (1932):

Tenemos asido algo de lo que crea a ese carácter. Sobre todo, la incorporación de la anterior instancia parental en calidad de superyó, sin duda el fragmento más importante y decisivo; luego, las identificaciones con ambos progenitores de la época posterior, y con otras personas influyentes, al igual que similares identificaciones como precipitados de vínculos de objeto resignados. (p 84)

En un principio Freud (1915) nos había dicho que la moción pulsional conservaba su investidura libidinal en el ello y la carga libidinal era mudada en angustia mediante la represión; en esta conferencia al poner a la angustia como originaria (una alerta respecto una cuota elevada de displacer creadora de la represión) vuelve a cuestionarse esto. Nos queda clara la correspondencia de los procesos entre el yo y el ello en relación a la moción reprimida. Sin embargo, dentro del ello ahora pueden suceder diferentes resultados con esa carga libidinal: puede ser reprimida conservando su investidura libidinal, puede darse una aparente destrucción completa tras la conducción de la libido en forma definitiva hacia otras vías, o puede darse una degradación libidinal, una regresión de la organización libidinal a un estado anterior (...) dentro del ello (...) bajo el influjo del mismo conflicto que fue iniciado por la señal de angustia. (Freud, 1932, p 85)

Para resumir el tema de la angustia podemos decir que la angustia neurótica se muda en una aparente angustia realista, angustia ante determinadas situaciones externas de peligro. (Freud, 1932, p 86) Sin embargo, lo que se teme en el fondo es un estado de excitación de elevada tensión que pueda ser sentido como displacer sin posibles vías de descarga. Se teme por el aparato psíquico y no así por el daño que se pueda generar a la persona. El nacimiento es considerado como nuestro arquetipo del estado de angustia, nuestro factor traumático primordial. Si se llega a un estado donde la cantidad de excitación alcanza una cierta magnitud, que, al igual que en el nacimiento paraliza la actuación del principio del placer, se reconoce a este como un factor traumático. De hecho, Freud (1932) nos explica que lo que sucede ante una situación traumática es que en realidad no queda una referencia en la vida anímica de las supuestas relaciones de peligro, por lo que a raíz de ellas la angustia no se provoca como señal; más bien, es una consecuencia directa del factor traumático, según el arquetipo del nacimiento. Entiendo este proceso como el origen de los puntos de fijación de la represión primordial. Finalizamos diciendo que existen entonces dos orígenes de la angustia: uno como consecuencia del factor traumático y el otro que he desarrollado a lo largo de este pasaje, como señal de peligro ante la amenaza de que se repita un factor así. (Freud, 1932)

Vida pulsional

Respecto al tema de las pulsiones, considero que lo más importante que nos aporta Freud en esta vuelta es la división de ellas entre pulsiones de vida (Eros) y pulsiones de muerte (destrucción). Freud se basa en parte en la idea de repetición del trauma para establecer la existencia de las pulsiones de muerte, a ello volveré luego.

De lo previamente establecido hacia nuevas nociones

En un inicio Freud (1915) nos había planteado el dualismo presente en el funcionamiento de la pulsión como

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