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Monografia psicologia educativa.

Enviado por   •  16 de Noviembre de 2017  •  9.229 Palabras (37 Páginas)  •  526 Visitas

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Desarrollo psicomotor

Los logros motores que los niños van realizando son muy importantes en el desarrollo debido a que las sucesivas habilidades motoras que se van a ir adquiriendo hacen posible un mayor dominio del cuerpo y el entorno. Estos logros de los niños tienen una influencia importante en las relaciones sociales, ya que las expresiones de afecto y juego se incrementan cuando los niños se mueven independientemente y buscan a los padres para intercambiar saludos, abrazos y entretenimiento. En el desarrollo motor pueden establecerse dos grandes categorías: 1) motricidad gruesa (locomoción y desarrollo postural), y 2) motricidad fina (prensión).

El desarrollo motor grueso se refiere al control sobre acciones musculares más globales, como gatear, levantarse y andar. Las habilidades motoras finas implican a los músculos más pequeños del cuerpo utilizados para alcanzar, asir, manipular, hacer movimientos de tenazas, aplaudir, virar, abrir, torcer, garabatear. Por lo que las habilidades motoras finas incluyen un mayor grado de coordinación de músculos pequeños y entre ojo y mano. Al ir desarrollando el control de los músculos pequeños, los niños ganan en competencia e independencia porque pueden hacer muchas cosas por sí mismos. Los logros motores de los niños han sido suficiente y repetidamente estudiados por pediatras, neurólogos, psicólogos, etc., hasta el punto de existir tablas de adquisición de conductas evolutivas, indicando los hitos del desarrollo motor y psicomotor.

Hasta los 3 años los aspectos más relevantes en relación al desarrollo psicomotor están relacionados con los desplazamientos corporales y la impulsividad de los movimientos por una insuficiente regulación del freno inhibitorio. A partir de esta edad hay una progresiva equilibración de los movimientos, se eliminan gradualmente las asociaciones o sincinesias y se va marcando progresivamente la independencia segmentaria. Todo ello da lugar a una mayor precisión del dinamismo manual, a la aparición de gestos más diferenciados y al perfeccionamiento de la coordinación óculo-manual. Entre 6 y 7 años ya los niños presentan una precisión general de los movimientos cuando éstos son efectuados a un ritmo normal.

Los controles adquiridos y afirmados por el ejercicio sientan las bases para los aprendizajes escolares en los que la simultaneidad de movimientos exigirá un gran esfuerzo de tipo psicomotor. A esto se une la importancia de la atención, la acomodación de la postura y el manejo coordinado de los útiles a usar.

A partir de los 7 años y hasta los 10, el gesto va a ser regulado por el freno inhibitorio. Esto da lugar a un perfeccionamiento gradual de la precisión adquirida previamente y a la mecanización de los movimientos habituales junto con la aceleración de los mismos. A medida que avanza la edad del niño y se acrecienta su desarrollo físico aumenta la rapidez sin detrimento de la precisión del gesto, los movimientos se vuelven rápidos y precisos como consecuencia de la repetición continuada. Desde los 12 años en adelante, la precisión, rapidez y fuerza muscular se integran, dando al movimiento características adultas.

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Desarrollo Social y de la personalidad.

El ámbito social y de la personalidad, describe la evolución de las diferencias individuales y las relaciones sociales a lo largo del desarrollo.

Durante la infancia, uno de los aspectos más importantes para el desarrollo socio-afectivo del bebé va a ser la formación de los vínculos de apego con sus cuidadores. Este vínculo se desarrolla a lo largo del primer año de vida en las siguientes fases (Palacios, Marchesi, y Coll, 1999):

- Desde los 0 a los 3 meses, se observa en el niño una predisposición por los miembros de su especie, aunque aún no manifiesta preferencia entre éstos.

- Desde los 3 a los 6 meses se observa una preferencia por los adultos que lo cuidan, aunque sin rechazo a los desconocidos.

- Desde los 6 a los 9 meses se detecta ya una clara preferencia por las figuras de apego, que se expresa con protesta ante la separación, y un alto rechazo a los desconocidos.

- Desde los 9 a los 12 meses se observa una cierta independencia de las figuras de apego y una reactivación de la protesta ante la separación en situaciones críticas.

Ainsworth desarrolló una prueba de laboratorio para la medida del apego, la denominada “situación extraña”, y a partir de ésta clasificó a los niños en 3 tipos de apego:

- Apego seguro, en el que el niño exploraba el ambiente en presencia de la madre, mostraba ansiedad (aunque no intensa) ante la separación, y bienestar ante el reencuentro.

- Apego ansioso-ambivalente, en el que el niño era incapaz de explorar el ambiente en presencia de la madre, mostraba altos niveles de ansiedad ante la separación y reacciones ambivalentes ante el reencuentro y gran dificultad para ser consolados.

- Apego ansioso-evitativo, en el que el niño explora el ambiente, presenta nula o escasa ansiedad ante la separación y evitación de la madre en el reencuentro. Posteriormente se ha definido un cuarto tipo de apego, el apego desorganizado, que muestran altos niveles de desorientación y conductas contradictorias.

Una vez formados los vínculos de apego, las relaciones entre los padres e hijos en los años posteriores están marcadas por los estilos de crianza desarrollados por los padres con el fin de socializar a sus hijos. Estos estilos los podemos dividir en:

Estilo autoritario, caracterizado por altos niveles de control y exigencia y escasas muestras de afecto.

Estilo democrático, caracterizado por altos niveles de control y exigencia, pero también altos niveles de afecto y comunicación.

Estilo indulgente, con bajos niveles de control y exigencia, y altas muestras de afecto.

Estilo negligente, con bajos niveles de control y exigencia y bajas muestras de afecto, lo que se asocia a patrón de abuso y malos tratos.

Respecto al desarrollo emocional, en estos años encontramos que las emociones se hacen cada vez más específicas con ayuda del lenguaje, y los niños comprenden mejor las emociones, asociándolas a contextos específicos. Respecto a su capacidad de autorregulación emocional, en estos años los niños siguen perfeccionando esta capacidad, dependiendo cada vez menos de los adultos para adaptar

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