Daniel en el foso de los leones

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Daniel sabía esto y estaba dispuesto a pagar el precio, antes que permitir que una ley te-rrenal se interpusiera en su comunión entre él y el cielo. Por esto la escritura declara que: “Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado... se arrodillaba tres veces al día, y ora-

ba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes” (v.10).

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Actitud de Daniel frente a la amenaza

Su actitud ante esta apremiante situación, demuestra que Daniel continuaba siendo un hombre de oración. Durante sus casi 70 años de servicio a Dios siempre había encontrado

fortaleza cuando de rodillas había clamado. Esta vez su Dios tampoco lo dejaría aun cuando “el león rugiente” (Satanás) trataba de devorarlo.

Vanos fueron los esfuerzos del rey Darío por revocar el decreto firmado, ya que “aquellos hombres rodearon al rey y el dijeron: Sepas, oh rey, que es ley de Media y de Persia que ningún edicto... que el rey confirme puede ser abrogado” (v. 15).

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Daniel es arrojado al foso

Dios no impidió a los enemigos de Daniel que le echasen al foso de los leones, como no impidió que los tres jóvenes hebreos sean arrojados al horno de fuego, como tampoco impedirá que tú y yo “pasemos por diversas pruebas, si es necesario” (1 Ped 1:6), ya que él nunca nos prometió que estaríamos libres de dificultades. Su promesa siempre ha sido: “No temas porque yo estoy contigo...”.

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Dios intervino a través de su ángel

Por supuesto, Dios estaba con Daniel en el foso de los leones, de allí que cuando el rey, temprano por la mañana, se acercó al pozo, con voz triste le preguntó: “Daniel siervo del Dios viviente, el Dios tuyo a quien tú continuamente sirves, ¿te ha podido librar de los leones?” la respuesta no se dejó esperar: “Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones” (v. 22).

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Dios honra su nombre a través de Daniel

Nuevamente la justicia de Dios fue vindicada en la vida de un solo hombre, que no temió ni siquiera un decreto de muerte con tal que el nombre de su Dios sea honrado y glorificado ante el universo entero. Por ello es que el rey Darío no solo ordenó que los enemigos del reino fueran destruidos junto con sus mujeres e hijos, sino que escribió a todo el dominio de su reino: “Todos teman y tiemblen ante la presencia del Dios de Daniel porque... Él salva y libra y hace señales y maravillas en el cielo y en la tierra, Él ha librado a Daniel del poder de los leones. Y este Daniel prosperó durante el reinado de Darío y de Ciro el persa” (vv. 25-28).