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La Teología Moral Alfonsiana

Enviado por   •  3 de Octubre de 2018  •  3.724 Palabras (15 Páginas)  •  306 Visitas

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son las normas morales.

La crisis moral de nuestra sociedad no es la crisis de las normas, sino la crisis de los valores. Debemos volver a la evangelización, al anuncio claro y convencido de los valores. Entonces, el hombre podrá comprender las normas, pero esto, a partir de la experiencia de los valores.

Si presentamos a Dios como aquel que impone los límites al hombre y a su libertad, no tenemos necesidad de ese Dios. Tenemos necesidad de un Dios que es la posibilidad, la plenitud, la esperanza.

4. Para Alfonso, la verdad moral no es una verdad jurídica, sino una verdad de camino: un camino hacia la santidad. El está allí, en la línea de las Bienaventuranzas. Eso significa tres cosas:

La radicalidad de nuestra orientación profunda. En nuestro bautismo hemos decidido hacernos perfectos como el Padre.

No se trata de algo que se deba realizar inmediatamente: hay que reconocer el paso que nos es posible hacer y a menudo los pasos son pequeños, humildes. Pero cuando se ha respondido a la posibilidad que la conciencia ha percibido, entonces se ha respondido al llamado de Dios.

No nos podemos detener en el camino del bien. La voluntad de Dios es que todos los hombres nos hagamos perfectos.

2- REFLEXION CON RESPECTO A LA CONCIENCIA.

La defensa de la promoción de la conciencia es el corazón de lo que Alfonso ha hecho. Nos basaremos, pues, en la reflexión de Alfonso al inicio de la teología moral.

Para Alfonso, en nuestra vida hay una DOBLE REGLA para nuestras acciones: una es material y lejana y la otra, formal y cercana. La regla material es la ley divina y la regla formal es la conciencia. Es verdad que la conciencia siempre se debe conformar a la ley divina, pero la ley de Dios nos llama para reconocer nuestra conciencia.

DOS ASPECTOS DE ESTA AFIRMACIÓN ALFONSIANA:

a) Hay reciprocidad entre conciencia y ley de Dios. No hay conciencia sin la relación, la apertura a la ley de Dios. Al mismo tiempo, no hay ley de Dios para cada uno de nosotros sin la conciencia. Nunca se debe romper este movimiento “circular”.

b) Para que haya obligación moral en nuestra vida, siempre hace falta el reconocimiento por la conciencia. Antes que esto, no hay obligación moral en nuestra vida. Es necesario reflexionar a partir de esto para la acción pastoral. Se dijo muy a menudo que el conocimiento teórico y el conocimiento de la conciencia eran la misma cosa. El reconocimiento de la conciencia es algo más profundo. Para Alfonso, es el pasaje entre el dato universal y el hecho de que este dato universal es un llamado para mí “aquí y ahora”: no es suficiente tener un conocimiento teórico, sino que se debe reconocer en aquello dado el llamado personal de Dios.

Para Alfonso, “la verdad moral es verdad de las conciencias”; no significa que ella no es verdad de la ley, sino que la verdad moral es verdad de la ley reconocida por la conciencia.

AFIRMACIONES DEL VATICANO II:

Se encuentran estas afirmaciones de Alfonso en dos documentos del Vaticano II:

En “Dignitatis humanae” (documento sobre la libertad religiosa). Esta libertad se funda sobre dos principios:

El deber de cada uno de nosotros de investigar la verdad.

Pero esta investigación se la debe hacer siguiendo su conciencia. Y, entonces, la verdad es verdad cuando es reconocida por la conciencia.

En “Gaudium et Spes”, el documento que mira directamente a la conciencia.

Primera afirmación:

La profundidad de la conciencia del hombre: esta no es solamente juicio de conciencia, sino algo más profundo: la interioridad del hombre, la raíz de su dignidad de persona, la unidad de su vida. Es la posibilidad del hombre de ser él mismo y no simplemente una suma de partes. Esto es la conciencia para la “Gaudium et Spes”.

Pero esta profundidad no es algo individualista. La conciencia dice, en primer lugar, nuestra comunión con Dios: este es el lugar de Dios en nosotros. Ella dice, al mismo tiempo, la necesidad de comunión con los otros. La conciencia es nuestra comunión con Dios. (Es necesario para la conciencia de todo hombre el mismo respeto que tenemos por el Santo Sacramento: son los dos lugares donde está la presencia de Dios. El que hace violencia a la conciencia de los hombres comete un pecado de sacrilegio). Relación, pues, con Dios pero también reciprocidad con los hermanos: el “yo” dice siempre un “tú” (* en el texto en Francés dice “loi” = ley, y no “toi” = tú, como reclama el contexto. NdT). En la conciencia se encuentra la necesidad de relación, de reciprocidad y de amor esencial para toda persona. Verdaderamente, la conciencia es nuestra interioridad de comunión con Dios y con nuestros hermanos.

Segunda AFIRMACIÓN:

En la conciencia el hombre vive una experiencia fundamental: la del imperativo moral. Pero el Vaticano II añade dos cosas: El valor de este imperativo. El no está en contra de la libertad, sino que es el fundamento de la libertad, (así, el sentido de nuestra vida es imperativo, pero éste no es un imperativo que está en contra de nuestra libertad, sino por el contrario, la posibilidad de llegar a ser siempre más libre.) El imperativo fundamental es el imperativo del sentido de la vida. La conciencia no lo pone, lo descubre, pero no es límite de nuestra libertad, se trata de un imperativo objetivo, pero ello no significa que sea límite de nuestra libertad.

Este imperativo tiene una DOBLE DIMENSION:

El imperativo que acompaña toda nuestra vida, explicado así por el Vaticano II: “ama y haz el bien, evita el mal”. Ese imperativo cuando se trata de decidir algo concreto se vuelve: “haz esto, evita esto”. Entonces, el imperativo fundamental se hace imperativo concreto. Siempre se encuentran estos dos planos: el imperativo fundamental y el imperativo concreto.

Esta distinción es importante porque, a menudo, se puede tener un error en el plano del imperativo concreto sin que se haya olvidado el “sí” positivo al imperativo fundamental. Hay conciencias que desean verdaderamente hacer el bien, pero que, en situaciones concretas no son capaces de reconocer el bien concreto en la situación concreta. El Vaticano II dice que cuando este error no deriva de la responsabilidad de la persona, la conciencia queda con su dignidad, por eso, es necesario seguirla y respetarla.

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