Marketing político. El término “marketing” al lado de la palabra “política”
Enviado por Jerry • 11 de Enero de 2019 • 1.384 Palabras (6 Páginas) • 427 Visitas
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El conflicto ético de quienes se dedican a esto está latente todo el tiempo, la responsabilidad de ayudar a comunicar lo incorrecto de manera correcta dejando de lado la responsabilidad social de promover el bien común por encima del interés personal. ¿A quién se debe el experto? ¿a quién le paga? ¿o a quien va dirigido el mensaje? A ambos diría yo, un buen asesor de imagen debe hablar con la verdad a su cliente y poner sobre la mesa que ciertas acciones que benefician a pocos y perjudican a muchos no pueden ni deben ser comunicadas de forma tal que no sea esto visible, existe un deber moral y ciudadano que debe aplicar en todas las profesiones, más en este caso en donde se está en una posición de cercanía con quienes toman decisiones trascendentales para las masas.
Cuando el autor José Antonio Marina habla de las sociedades inteligentes también habla de micro sociedades como pueden ser empresas, hay empresas inteligentes y empresas estúpidas, las inteligentes son aquellas que logran una alta capacidad de resolución de conflictos, generan resultados y fomentan la creatividad, esto mismo puede aplicar hacia los entes gubernamentales que también son empresas, no privadas sino públicas, pero cuya finalidad es la de satisfacer a todos los clientes de todas las empresas privadas juntas, la responsabilidad es enorme, por lo tanto debiera plantearse un único objetivo, funcionar como una empresa inteligente sí o sí.
Todo va íntimamente relacionado, la ética de quienes asesoran, la ética de quien gobierna, la ética de quien es gobernado, este último ¿por qué? Porque en la medida que los individuos puedan perseguir su propia felicidad al mismo tiempo que esta pueda ser adaptada, integrada y coordinada a la colectiva habrá desarrollo social como el que tienen las sociedades inteligentes, las que aprovechan la inercia de las inteligencias privadas para potenciarse en conjunto, en beneficio de todos, esto a su vez se ve reflejado en las decisiones que tomen al momento de elegir a la clase política, la que habrá de representarlos y por ende, a mayor inteligencia de la sociedad que elige, mayor la inteligencia personal de sus representantes.
Ahora bien ¿se contraponen el marketing político y las sociedades inteligentes? No debiera, la línea entre lo éticamente correcto e incorrecto en estos asuntos es sumamente delgada, sin embargo, tanto quien elabora las estrategias no debe caer en la falacia, de igual forma los electores deben ver más allá de la estrategia de marketing, no siempre el mejor candidato tendrá la mejor campaña, ni un mal candidato con una buena campaña será un buen gobernante, es sólo una herramienta, un elemento del conjunto global de factores a considerar por las sociedades en su conjunto y a nivel particular.
Menciona Marina que “la inteligencia fracasa cognitivamente cuando mantiene creencias blindadas” esto aplica para todos, la apertura de mente debe ser una característica constante de una sociedad inteligente, el desarrollo y la evolución traen consigo mejoras constantes, las sociedades pueden o no ser entes vivos, mueren a medida que permanecen estáticas, evolucionan cuando hay mutaciones, como el recambio celular en los seres vivos, es parte natural del ciclo de vida.
Considero que el marketing político puede tener éxito en sociedades estúpidas o en sociedades inteligentes, no está condicionada, podría depender solamente de la inteligencia privada de un pequeño grupo de personas o incluso de una sola, sin embargo debe regirse por un estricto sentido de responsabilidad cívico y ético, de manera que no sea una artimaña y sea más una herramienta para que los perfiles más adecuados puedan lograr el bienestar de la comunidad.
Pienso de igual forma, que las sociedades inteligentes son en mayor medida producto de condiciones de igualdad y equidad entre sus integrantes, más que de un superávit de mentes prodigio, a diferencia de sociedades desiguales en las que existe rezago, que desencadena envidia, resentimiento social, propicia el interés personal por encima del colectivo sin importar la calidad de sus mentes privadas.
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