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Actividad El Show del Yo

Enviado por   •  17 de Septiembre de 2018  •  3.993 Palabras (16 Páginas)  •  264 Visitas

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Tuneo, luego existo: marcas de identidad

Hoy, por lo visto, todo eso que no haya sido previamente procesado por el Yo Estampador ("mi" música, "mis" videos, "mis" contactos, mis, mis, mis) es parte de algún otro redil extraño, y potencialmente peligroso. Por fuera de ese mundo a escala personal, todo parece inquietar, empezando por la mirada ajena. Vamos pues con los ojos puestos en el único espacio "seguro": el nuestro, ese que se controla y se dibuja a gusto, y en donde nada importa tanto como lo propio. "¿En qué estás pensando?", interroga una y otra vez el Oráculo de Facebook. El usuario responde.

Ya en su imprescindible Postdata sobre las sociedades de control, Gilles Deleuze advertía sobre un futuro de "nuevas libertades", pero también "de nuevos mecanismos de control que rivalizan con los más duros encierros". Por eso, en este nuevo escenario en donde el yo se ausculta, interesadísimo, y se vuelve a revisar dentro de un instante, sus palabras se vuelven revelación. Es el minuto a minuto del alma, su rating sentimental. El egosistema depende de eso: de preguntarse, una y otra vez, cómo se siente. Gilles Lipovetsky llama a este fenómeno "hiperindividualismo" y en la que reconoce el clímax de lo que se venía gestando desde hace tres décadas.

En una atmósfera que estimula la hipertrofia del yo hasta el paroxismo, que enaltece y premia el deseo de «ser distinto» y «querer siempre más», son otros los desvaríos que nos hechizan". Y también otras las penas, ya que, como precisa la psicoanalista Patricia Faur, "el costo de esta consagración del yo es un enorme sentimiento de vacío que ha hecho de la depresión la enfermedad del siglo XXI. Vivimos en una sociedad que crea la ilusión de estar hiperconectada, como si ese encuentro virtual los dejara menos solos. Pero en ese encierro dentro del hardware la sexualidad se vuelve virtual, la amistad es un contacto, los olores dejan de existir. Y nada bueno puede derivarse de esto”.

Faur remarca que “se trata de una vida según yo”. Una suerte de ciberútero materno donde el individuo encuentra confort, seguridad y refugio de un entorno hostil que lo angustia pero que al mismo tiempo precisa inexorablemente para poder construir su identidad, es decir, al afuera sirve para la búsqueda de aprobación y como caja de resonancia de lo que uno hace y al mismo tiempo genera temor e incertidumbre porque el individuo no tiene control sobre este mundo exterior.

El hombre: la medida de todas las cosas.

La frase anterior (la del subtítulo) pertenece al filósofo sofista Protágoras y cobra especial relevancia en el mundo actual ya que, como explica Faur anteriormente, se trata de un mundo virtual/real completamente centrado en la adoración y exaltación del Yo y, como no está claro que esa gloria personal pueda estar al alcance de todos, se vive en una total incertidumbre. En esta línea, vivimos, dice el sociólogo Ulrich Beck, en "sociedades de riesgo", donde nada está garantizado y nadie parece decir la verdad. Y si los gobiernos mienten, las empresas engañan y hasta creencias tan módicas como saber qué es lo que vamos a comer mañana se han vuelto quimera, más vale no quitar la barrera que separa al sujeto de su cyberútero y de un mundo exterior donde el valor de verdad está en juego. Por ende, el individuo se exterioriza desde la protección que le da su mundo “a medida”, desde un mundo interno que puede controlar conforme a sus intenciones y desde la tranquilidad de su celular (su perfil de Facebook, instagram, youtube, twitter, snapchat, linkedin, etc.)

Graciela Moreschi, médica psiquiatra especializada en vínculos, observa un problema ineludible en esta construcción milimétrica controlada, planeada y configurada por el individuo mediante el contenido que publica en las redes sociales. Si bien el sujeto deliberadamente genera un contenido (una foto por ejemplo), la tunea (le elige un filtro) y la publica en su afán de comunicar algo sobre sí mismo, nada asegura que ese mensaje que quiere transmitir sea, de hecho, comprendido o interpretado de la manera que espera por quienes lo reciban. Justamente, sostiene Moreschi, por más que uno intente decir algo sobre sí mismo, es la mirada del otro la que lo vuelve a uno sujeto, y la realidad es que uno no puede asegurar que eso que publica genere aprobación o desaprobación.

Por tanto, lamentablemente, en la actualidad, el individuo construye su identidad a través de un mecanismo sumamente angustiante: produce una idea de sí mismo y la somete al escrutinio público, es decir, la comparte para que esa idea sea confirmada por la comunidad de usuarios pero, frecuentemente, esa idea suele no prosperar si no recibe una aceptación que la sostenga. En este contexto, se trata de un entorno muy complejo y estresante para el individuo ya que constantemente produce contenidos (post, fotos, twits, hashtags) con el fin de enunciar una verdad sobre sí mismo y, así, poder construir una identidad, pero, sin embargo, no alcanza únicamente con afirmar que uno es de tal forma (física y emocionalmente hablando), o que le gustan ciertas actividades, o que tiene amigos, o pareja, o que viaja, o que es bueno tocando un instrumento; sino que, en las redes sociales, esa afirmación solo adquiere valor de verdad si la comunidad de usuarios la aprueba y acepta que es verdad. ¿Cómo? A través de la tiranía del “Me gusta”.

De hecho, según un reciente estudio de la Universidad de Freie, en Berlín, se ha demostrado que frente a cada «like», se activan zonas del cerebro que tienen que ver con los mecanismos de recompensa, asegura Alejandro Tortolini, experto en mundos virtuales y docente de la Universidad de San Andrés. Pero hay en el egosistema algo que lo vuelve inestable desde el vamos, y que es -valga la ironía- su falta de ventanas. El sujeto vuelto sobre sí, estático y perfecto, sometido a interminables reediciones y "tuneos", es justamente salir a la luz del día lo que lo revela en su tragedia: existe a condición de que los otros le den un pulgar para arriba o no.

Casi famosos: un mundo de autógrafos

Pero aún a sabiendas de desgaste, angustia e incertidumbre que genera la exposición constante de un Yo ante los ojos del resto a través de las redes (como si se tratase de un reality show del ego propio), el crecimiento de estos espacios de interacción virtual no ha parado de crecer y diversificarse en su afán de ofrecer cada vez más posibilidades para que el sujeto pueda vivir una virtualidad que lo haga feliz y le traiga aquella trascendencia

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