PARTICIPACIÓN POLÍTICA DE GÉNERO EN LA CABECERA MUNICIPAL DE PANOTLA TLAXCALA.
Enviado por Sara • 7 de Febrero de 2018 • 3.717 Palabras (15 Páginas) • 317 Visitas
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Después de observar esta tabla, nos enfocaremos en el contexto mexicano.
México, reconocido por los cambios que ha tenido y dada la importancia politica, así como en nuestro estado, la participación de la mujer ha sido inminente desde hace décadas, es imprescindible reconocer la labor loable de cada una, tal es el ejemplo de que en el año de 1953 las mexicanas obtuvieron el derecho a elegir y ser elegidas, su participación en el ámbito de la política formal fue limitada y su experiencia politica, como en otros países latinoamericanos. Se desarrolló en espacio locales, en movimientos sociales alejado de centros de decisión.
La reestructuración de la vida social y la participación constante de las mujeres durante los últimos treinta años se relacionó con el redimensionamiento del ámbito político, y ambos procesos contribuyeron a que las integrantes de los diversos sectores del movimiento de mujeres apostaran al ejercicio pleno de la ciudadanía politica en un escenario democrático. La representación politica sin embargo se gana; no se otorga, por eso, es preciso considerar una serie de factores que se juegan durante el periodo para que las mujeres como colectivo ingresen a la escena pública y luego sean reconocidas como sujetos políticos.
La condición de las mujeres durante este periodo cambia porque la sociedad se moderniza, si bien la desigualdad es un factor estructural desde hace siglos, es importante reconocer que el crecimiento económico y las políticas sociales produjeron resultados ambivalentes en sus niveles de vida.
Entre los años de la obtención de la ciudadanía politica hasta la década de los años setenta, el movimiento feminista sufrió un ciclo de reflujo, en parte por el proceso de integración de las mujeres al desarrollo, pero sobre todo debido a la naturaleza del sistema político institucional que excluyo y reprimió a aquellas que no se integraron a las filas del partido oficial, rompiendo así a solidaridad, las redes y organizaciones que les habían permitido el acceso a la politica formal.[1] Ellas reaparecen en la vida pública gracias a la presencia de un movimiento feminista que se gesta después del movimiento estudiantil del 68 y que, entre la década de los ochenta y fines del siguiente, tiene logros de trascendencia, pues logra traducir su discurso en demandas comprensibles para el resto de la sociedad, las cuales difunden entre grupos de mujeres de distintos sectores y clases sociales.
De este modo, desde la década de los ochenta, las feministas logran articularse con las movilizaciones de mujeres populares (colonas urbanas, campesinas e indígenas, obreras y sindicalistas) que reivindican mejores condiciones de vida o luchaban contra su exclusión.
Del año 1980 al 2000 tuvo lugar en México la consolidación de una política económica neoliberal, y la ideología avalada por el Estado cambió de nacionalismo basado en símbolos e ideas revolucionarias a un globalismo neoliberal que situó a México como un jugador fuerte en la economía global y restó importancia al carácter único del país. Los paradigmas de la política neoliberal se enfocaron en las mujeres y las familias al tiempo que reducían el apoyo estatal a los bienes y servicios de los que normalmente dependían las mujeres y que ellas eran responsables de proveer, como servicios médicos y alimentos básicos.
PRIMERAS ONG Y MOVMIENTOS FEMINISTAS EN MÉXICO.
Durante este mismo periodo, hubo en México una proliferación de organizaciones no gubernamentales que intentaban proporcionar algunos de los servicios y apoyos económicos que el gobierno había dejado de proporcionar. Por añadidura, una gran diversidad de movimientos sociales surgió o bien se consolidó en los ochenta, sobre todo movimientos feministas, movimientos urbanos, movimientos de derechos humanos y organizaciones indígenas y campesinas. En los noventa, el movimiento social más influyente que tuvo repercusiones en la sociedad mexicana fue el movimiento zapatista, representado no sólo por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZNL) y las comunidades que lo apoyaban, sino también por otros movimientos que surgieron a partir de la apertura creada por el EZNL, sobre todo en cuestión de derechos indígenas.
La combinación de una política económica neoliberal, un cambio en el discurso patrocinado por el Estado, del nacionalismo revolucionario al capitalismo global, el feminismo de la segunda generación, el crecimiento de varios movimientos sociales (el feminismo, el zapatismo, los derechos indígenas) y la presencia de las ONG, llevaron al replanteamiento de las organizaciones femeninas por parte de las mujeres en el México rural. En un principio surgió como una respuesta a las iniciativas de la política estatal dirigidas a aumentar la participación económica y política de las mujeres a nivel local, para posteriormente llegar a ser parte de movimientos nacionales importantes, y luego a crear espacios del diálogo crítico en estos movimientos mediante el cuestionamiento de los prejuicios de genero sobre el papel de las mujeres. En este proceso participo una gran variedad de organizaciones y movimientos y también se reconsideraron las diversas maneras de relacionarse con una política económica cambiante y los discursos del nacionalismo y la globalización. No obstante, se observa aquí un rasgo común, a saber el (esencialismo) estratégico en la lucha por el reconocimiento de un nuevo espacio político de género que confería cierta homogeneidad a las participantes de un movimiento determinado, pasando por alto las contradicciones y los conflictos inherentes a la formación de un movimiento social.
Durante los años noventa los gobiernos desarrollaron políticas sociales inspiradas en el antiguo modelos clientelar que distribuye recursos a cambio de apoyo político, después del año 1995 comenzaron a crearse políticas publicas encaminadas a la equidad de género.
Surgieron importantes contingentes de organizaciones de mujeres y de feministas que redefinieron su posición ante el Estado y decidieron mantener el equilibrio entre lo políticamente correcto y lo posible, esto significo aprovechar recursos estatales para reanimar sus organizaciones y el movimiento social. Esto contribuyo a la institucionalización de las demandas de género, y a la profesionalización de las militantes, de modo que el protagonismo del movimiento social tiende a ser remplazado por el de las expertas, las legisladoras y funcionarias del gobierno.
Los últimos años de la década fueron tiempos para construir espacios de dialogo público y el establecimiento de alianzas entre mujeres con posiciones partidarias
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