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Resumen libro Modernidad Líquida. Prólogo

Enviado por   •  28 de Diciembre de 2018  •  16.798 Palabras (68 Páginas)  •  483 Visitas

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Capítulo I: Emancipación.

Hacia fines de las “tres gloriosas décadas” que siguieron al final de la Segunda Guerra Mundial, Marcuse decía que debíamos “liberarnos de la sociedad” (Emanciparnos) lo cual no representaba un problema. Lo que si era un problema era que: pocos individuos deseaban liberarse, aún menos estaban dispuestos a actuar para lograrlo, y casi nadie sabía con certeza en qué medida sería diferente de la situación en la que ya se hallaban todos ellos.

Liberarse significa deshacerse de las ataduras que impiden, comenzar a sentirse libre de actuar y moverse. Sentirse libre de restricciones implica alcanzar un equilibrio entre los deseos, imaginación y lacapacidad de actuar. ¿La liberación es una bendición o una maldición? Surgieron dos clases de respuestas: la primera dudaba de que la gente común estuviera preparada para la libertad. La segunda se inclinaba por aceptar que los hombres dudaban de los beneficios que las libertades disponibles podían redituarles.

La coerción social es una fuerza emancipadora y la única esperanza razonable de libertad a la que los seres humanos pueden aspirar. No existe otra manera de alcanzar la liberación más que sometiéndose a la sociedad y seguir sus normas. Gracias a la regularidad de patrones de conducta recomendados, inculcados, los humanos saben cómo actuar en la mayoría de los casos y rara vez enfrentan una situación en la que deban tomar decisiones bajo su propia responsabilidad. La ausencia de normas o Anomia es lo peor que le puede ocurrir a la gente para poder llevar a cabo sus vidas, las normas posibilitan al imposibilitar.

Ya es tiempo de anunciar como lo hizo Alain Touraine: “La muerte de la definición del ser humano como ser social, definido por su lugar en una sociedad que determina sus comportamientos y acciones”. Los hombres y mujeres ya son absolutamente libres y por tanto el programa de emancipación ya ha sido agotado. De ahora en más las comunidades ya no serán las fuerzas que determinen y definan identidades sino tan sólo artefactos efímeros de del continuo juego de la individualidad.

Los azares y los cambios de la fortuna de la crítica:

Según Cornelius Castoriadis la sociedad en que vivimos ha dejado de cuestionarse a sí misma.Es un tipo de sociedad que se encuentra absuelta del deber de examinar y justificar la validez de sus presupuestos explícitos o implícitos. Sin embargo esto no significa que nuestra sociedad haya eliminado el pensamiento crítico como tal. Por el contrario, nuestra sociedad de individuos libres ha hecho de la crítica de la realidad, una parte obligatoria de las ocupaciones vitales de cada uno de sus miembros.

Tal y como nos recuerda Anthony Giddens, en la actualidad todos estamos comprometidos en la “política de vida”, somos seres reflexivos que observan con atención cada movimiento que hacen, que rara vez están satisfechos con sus resultados y que siempre están deseosos de rectificarlos. Estamos quizás mucho mas “predispuestos críticamente” que nuestros ancestros, pero nuestra crítica “no tiene dientes”, es incapaz de producir efectos en el programa para nuestras opciones de “políticas de vida”.

La sociedad que ingresa al siglo XXI no es menos “moderna” que la que ingresó al siglo XX, a lo sumo se puede decir que es diferente. Lo que la hace tan moderna como la de un siglo atrás es lo que diferencia a la modernidad de cualquier otra forma histórica de cohabitación humana: la compulsiva, obsesiva y eternamente incompleta modernización; la inextinguible sed de creación destructiva, en aras de una mayor capacidad de aumentar la productividad o la competitividad.

Ser moderno terminó significando, como en la actualidad, ser incapaz de detenerse y menos de quedarse quieto. Estamos obligados a movernos pero no tanto por la postergación de la gratificación como sugería Max Weber sino porque no existe posibilidad alguna de encontrar la gratificación. La completud siempre es futura, y los logros pierden su atractivo y su poder gratificador en el mismo instante de su obtención, si no antes. Ser moderno significa estar un paso delante de uno mismo eternamente, en estado de constante transgresión. También significa tener una identidad que sólo existe en tanto proyecto inacabado

Sin embargo hay dos características que hacen que nuestra forma de modernidad sea distinta y novedosa:

I) La lenta de la ilusión moderna temprana, la creencia de que el camino que transitamos tiene un final, un estado de perfección a ser alcanzado mañana, el año o el milenio próximo, una especie de sociedad buena, justa y sin conflictos en todos o en algunos de sus postulados: equilibrio sostenido entre oferta y demanda y satisfacción de todas las necesidades, perfecto orden en el que cada cosa ocupa su lugar, absoluta transparencia de los asuntos humanos gracias al conocimiento de todo lo que es necesario conocer y completo control del futuro.

II) Desregulación y la privatización de las tareas y responsabilidades de la modernización. Ya no hay grandes líderes que te digan que hacer, liberándote así de la responsabilidad de las consecuencias de tus actos, solo hay otros individuos de quienes puedes tomar el ejemplo de cómo moverte en los asuntos de tu vida, cargando con toda la responsabilidad de haber confiado en ese ejemplo y no en otro.

El individuo en Guerra con el ciudadano: La sociedad moderna existe por su incesante acción “individualizadora”, así como la acción de los individuos consiste en reformar y renegociar diariamente la red de lazos mutuos que llamamos “sociedad”. Ninguno de los dos socios dura mucho tiempo. Y por lo tanto el significado de “individualización” sigue cambiando, mientras el resultado acumulado de su historia pesada establece nuevos preceptos de comportamiento y corre nuevos riesgos.

La “Individualización” consiste en transformar la “identidad” humana de algo dado en una “tarea” y en hacer responsables a los actores de la realización de esta tarea y de las consecuencias de su desempeño. La necesidad de transformarse en lo que uno es constituye la característica de la vida moderna. Hablar de individualización y de modernidad es habar de una sola e idéntica condición social. La modernidad reemplaza la heteronomía del sustrato social determinante por la obligatoria y compulsiva autodeterminación. Esto es cierto respecto de la “Individualización” durante todas las etapas y para todos los sectores de la sociedad de la era moderna. Aunque existan variaciones significativas que han distinguido a sucesivas generaciones de un mismo período.

Ahora como antes – en la modernidad líquida y fluida como en su etapa sólida

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