Si me amas, lo vas a hacer
Enviado por Kate • 24 de Octubre de 2017 • 8.387 Palabras (34 Páginas) • 490 Visitas
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Ante la negativa, ningún regalo.
Al tercer dÃa, Rogelio debÃa llevar a Mariela de regreso a Veracruz. “Pero el señor, enojado, me llevó a la terminal y me mandó en camión (se rÃe). Mi corazón de pasita decÃa: 'Ay, se volvió a enojar'”.
En cuanto Mariela pisó Veracruz, su celular sonó: “Me quiero casar contigo”, le dijo Rogelio. “Me bajó la luna y las estrellas: 'Eres superlinda, quiero compartir mi vida contigo y shalalá'. Volvió mi nube de ilusiones”.
Ahora sÃ, Rogelio respetarÃa las formas: “Me dijo: 'AvÃsales a tus papás para hacer todo formal'”. Aunque agobiada porque dejarÃa la escuela, su madre aceptó. Si era su felicidad, la apoyarÃa.
El siguiente fin de semana, el papá de Rogelio llegó a casa de la familia de Mariela a pedir la mano. “Muy noche, Rogelio me dijo: 'Recoge tus cosas y vámonos'”. Pero la madre de Mariela volvió a negarse.
Rogelio apartó a su prometida: “¿Me hiciste venir hasta acá a perder mi tiempo?”. El papá del joven intervino: “Señores, las intenciones de mi hijo son buenas”. La mamá no cedió: “Sólo de blanco sale de esta casa”.
Aunque Rogelio y su padre se fueron solos, pronto llamaron a Mariela para que volviera a Puebla a organizar la boda. Su madre aceptó.
La recogió en Acayucan y en San Cosme puso las reglas: 1) “Me quitó mi celular y dijo: 'Para que tus amigos no te molesten y hacer una vida sin celos'”. 2) “Me prohibió agarrar su celular”. 3) “Me aclaró que harÃa labores de mujer: limpiar la casa y la ropa”. 4) TendrÃan intimidad: “Debes darme tu prueba de amor”. 5) Si no era con él, tenÃa prohibido salir de casa.
Esa noche durmieron en la misma cama. “Como me costó mucho se enojó y dijo: 'El hombre al que su esposa no le responde busca afuera'”.
Cada tres dÃas Rogelio se iba de casa y por la noche no volvÃa a dormir. Como maquilador de ropa, le explicaba, salÃa de “Puebla” a vender. “Yo le decÃa: 'Llévame contigo, te ayudo'; él me respondÃa: 'Tú quédate aquÃ'”. Ya sentÃa que algo me ocultaba: hacÃa llamadas telefónicas a escondidas y de nuestra boda ni una palabra: querÃa preguntarle, pero tenÃa temor.
—¿Con qué recursos vivÃan?
—Ese era un tema. Un dÃa me preguntó: "¿Me ayudas a trabajar para juntar dinero, comprar nuestra casa y no vivir aquà con mis papás?".
“Le dije: 'Nunca he trabajado, si quieres busco en una farmacia (es lo primero que se me ocurrió)'. Contestó: '¿Y si pruebas en un table dance?'. Le dije: '¡Cómo crees! ¿Te gustarÃa que otros hombres me tocaran?'. Respondió: 'Sólo van a tocarte, no van a hacerte nada'. No querÃa e insistió: '¿Por qué, gorda? Tu cuerpo te harÃa ganar buen dinerito'”.
Del asunto ya no se habló. Al volver de casa de su hermano una de esas tardes, Rogelio le confió una charla que acababa de tener con su cuñada JazmÃn: “Ella gana mucho dinero trabajando de 'acompañante' en el DF —le explicó— y nos puede ayudar a hacer lo mismo”.
—¿Qué le respondiste? —inquiero.
—“¡Qué padre ganar bien por acompañar a alguien!”. Nunca me explicó de qué se trataba. Cuando le dije: “Va, acepto”, ordenó a su papá llevarme a Puebla a tramitar mi credencial del IFE (Mariela tenÃa en ese momento diecisiete años).
“Le pregunté: '¿Para qué no tengo edad?'. Contestó: 'Para que viajemos'. Viajar era mi sueño y se agarró de ahÔ. Un registro civil les vendió un acta de nacimiento alterada con la que después recibieron la credencial para votar.
MÉTETE A BAÑAR
Abordaron el Eclipse rumbo al DF junto a JazmÃn y su esposo, el hermano de Rogelio. “Yo, supercontenta, con la ilusión de conocer la ciudad”. A las 22:30 llegaron a la colonia Guerrero, entraron en la calle Magnolia y estacionaron en el hotel Las Américas. Rogelio pagó, entró en un cuarto con su hermano, “y me dijo: 'Ve a la habitación con JazmÃn, te va a decir qué hacer'”.
Ahà no hubo preámbulos: “Su primera pregunta fue: '¿Sabes poner un condón?' Yo le dije: '¡No, voy a trabajar de acompañante!'. Ella se soltó a reÃr y me dijo: 'Ay, Mariela' (imita el gesto de no 'seas ingenua')”.
—¿Rogelio no te dijo qué hacer? —la cuestionó JazmÃn.
—No.
—Te vas a acostar con hombres.
“Salà superenojada —relata— y le dije a Rogelio: 'No pienso hacerlo'”. Él agarró a Mariela, la volvió a llevar con JazmÃn, y le aclaró: “Si me amas lo vas a hacer”. Por primera vez Mariela sabÃa que el hombre que asumÃa como su pareja la obligarÃa a prostituirse.
—¿Qué pasó dentro tuyo? —pregunto a Mariela.
—Dios, ¿qué hago aquÃ, a dónde fui a parar? Estaba en shock, con miedo y ni siquiera podÃa pedir un teléfono para llamar a mi mamá.
JazmÃn sacó el condón y simuló ponerlo en un pene erecto. Mariela la recuerda serena, como dando clase a una alumna que aprende por propia voluntad. “Hazlo asÔ, explicó pausada, le mostró cómo maquillarse, le dio varios vestidos y pasó a lo administrativo: a cada cliente cobrarÃa 145 pesos. Mariela retendrÃa 100; el resto era para el hotel. “Cada que pagues en la recepción darán un condón y lubricante”.
Mariela volvió con Rogelio. “Le supliqué: 'Trabajo de lo que sea, pero de esto no, por favor. Me costó mucho estar contigo, imagÃnate con un montón'”. Él ya no discutió. Sólo aclaró: “Es en lo que juntamos el dinero. Y ya duérmete, mañana te vas a levantar muy temprano”.
Al amanecer, Mariela oyó entre sueños: “Métete a bañar, se hace tarde”. “ObedecÃ. Metà la ropa y los tacones en una maletita
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