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6 principios del compromiso

Enviado por   •  22 de Noviembre de 2017  •  2.544 Palabras (11 Páginas)  •  464 Visitas

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términos de cifras. Y no parece casual que ese lenguaje cuantitativo vaya a la par con el desarrollo científico y tecnológico de esos países, pues “ciencia sin medidas, no es ciencia”. Expresiones como: bien, bajo, chévere, rápido, malo, son aceptables para conversaciones intrascendentes, momentos en los que departimos pero cuando se trata de evaluar el avance de un trabajo o la definición de un problema, tenemos que introducir el lenguaje de las cifras, de los números, de los indicadores. “Lo que no se mide, no se controla”; reza nuestro tercer principio.

Prácticamente es posible medir cualquier cosa que queramos mejorar, de hecho, no es posible constatar la mejora alcanzada en un ámbito particular de nuestra vida, si no contamos primero con los mecanismos de medición pertinentes. Es posible medir el comportamiento de muchas más cosas de las que imaginamos, a la vez que constituye un imperativo a la hora de demostrar la evolución de toda variable que nos interese monitorear, lo que ocurre es que, en ocasiones, los métodos de medición puede que sean indirectos y lo que también es cierto, es que el costo de medir debe ser inferior al beneficio esperado de dicha medición. Esto quiere decir, que si la medición de una variable determinada es tan costosa que supera los potenciales beneficios a obtener, entonces será mejor no medir, sino estimar. Al “hacernos cargo” no basta con mejorar las cosas, es preciso que se note, y eso sólo será posible a través de mediciones.

Este es el fundamento de la función de controlar y planificación sin control es sólo un ejercicio teórico; no un medio para lograr que las cosas se hagan, de manera que en la implantación del código de conducta en su grupo, enseñe y exija mediciones e indicadores, así completará el ciclo iniciado con la planificación. Estemos seguros de algo: Los que cumplen (responsables) planifican y los buenos planificadores miden (controlan).

4. Para estar listo, ha de estar revisado

Esmero

¿Cuántas veces entregamos o permitimos que nos entreguen trabajos que no han sido revisados, a los que no se les ha pasado el corrector automático de textos? ¿Sin una segunda mirada? ¿Sin haberlos validado? La calidad es definitivamente un asunto de atención, pero también de revisión. El esmero que la gente pone en lo que hace, define el valor de sus trabajos. Como diría un especialista en Marketing: determina su “posicionamiento” en el mercado, si queremos ser competitivos y cooperativos, es preciso establecer estándares de excelencia. “La fuerza de una cadena la determina su eslabón más débil” y el lado más débil de un trabajo determina su valor, su permanencia, su utilidad.

Esmero es sinónimo de cuidado, de celo, diligencia, escrupulosidad, cualidades todas de quien se tiene respeto a sí mismo y al trabajo que realiza. Acostúmbrese y exija a su gente sólo dar de sí lo mejor y no se conforme con menos, esto incluye la revisión de todo trabajo que se deba entregar. Conceptos como Calidad Total, Mejoramiento Continuo, ISO 9000 le han dado la vuelta el mundo, pero para mucha gente eso es algo para aplicar a lo grande, a lo macro y no lo aterrizan a las cosas que ellos mismos realizan cada día. Cumplir pasa entonces por ser responsable, planificar, medir y esmerarse en lo que se realiza.

5. Casi a la hora, no es a tiempo

Puntualidad

“La prisa es plebeya, la puntualidad es de reyes y el tiempo de los dioses”, reza el viejo refrán. ¿Nos hemos preguntado cuanto le cuesta a una organización y a una nación la impuntualidad? ¿Qué porcentaje del PIB se pierde por el hecho de que la gente no concurra a las citas y a los momentos pautados? ¿Podemos imaginar que pasaría, por ejemplo, si el organismo humano fuese impuntual? Pues, quizás, que cuando diéramos una mordida a nuestro almuerzo, no lo podríamos deglutir porque la saliva “estuvo ocupada en otra cosa y no salió a tiempo”. Puede incluso que el producto de esa masticación en vez de bajar como es debido, se atragante a mitad del tubo digestivo; en caso que los movimientos peristálticos “no se hayan presentado a tiempo”. ¿Y qué tal si el nivel de ácido estuviese más bajo de lo normal porque “nadie se ocupó” de completarlo? ¿Y si la hemoglobina llegara “retrasada”, porque se quedó dormida y no estuvo circulando por los capilares alveolares cuando llegó el oxígeno por las vías respiratorias? ¡Sería el caos! ¿No es cierto?

El concierto maravilloso que es la vida, existe gracias a una infinita serie de citas en las que tanto átomos como astros concurren puntualmente a dar sus giros y ejercer sus fuerzas, y gracias al cual Ud. y yo existimos, y lo mismo pasa con las organizaciones y las naciones “sincronizadas”, en ellas los procesos fluyen, los resultados se dan, la gente progresa. “El tiempo es la estufa en la que se cuece la vida”, decía Benjamín Franklin. No dejemos entonces que esta vida se nos quede cruda, o que, por el contrario, se nos queme, simplemente por haber sido impuntuales.

Si tanto los calendarios como los relojes son una forma que nuestra civilización creó para organizar los momentos, no permitamos que ese orden se pierda, simplemente, por andar demorados. La impuntualidad nos habla de una pobre administración de nuestro tiempo, o de un proceso de planificación poco realista o, peor aún, inexistente. ¡Erradiquemos la impuntualidad de nuestras relaciones! Recordemos con el quinto principio, que: “Casi a la hora, no es a tiempo”. Una persona que se “hace cargo” es alguien que asume la responsabilidad, planifica lo que hace, mide los resultados, lo hace con esmero y efectúa su entrega a tiempo.

6. O trae una solución, o Ud. es parte del problema

Iniciativa

La falta de iniciativa debe tener algunas de sus raíces en las enseñanzas del hogar, pensar que los demás deben resolver nuestros problemas, tal vez se relacione con padres sobre-protectores, proyectos fallidos a temprana edad, o un entorno crítico, pero lo cierto es, que en las organizaciones es donde este mal hábito hace eclosión.

Llevar los problemas a la oficina del supervisor puede parecer una forma de rendirle tributo a su mayor capacidad para resolverlos, pero en la práctica, no es sino una manera de entorpecer el libre desenvolvimiento de las operaciones. Está ampliamente demostrado que cuando los problemas se solucionan en el lugar en el que se originan, las organizaciones se tornan

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