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CORRECCION CUENTOS VIEJO ARIAS

Enviado por   •  24 de Diciembre de 2018  •  2.316 Palabras (10 Páginas)  •  253 Visitas

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Cuando la joven me dijo que el cementerio quedaba en el norte, pensé: los pobres de esta ciudad, al morir cambian de estrato y pasan del sur al norte; ahí entendí lo que dijo el cura en la misa, “todo aquel que muere pasa a mejor vida”.

Más adelante el cortejo fúnebre abandonó la ciudad, pasamos por un puente, debajo del cual corría un río de aguas cristalinas, a un kilómetro del puente abandonamos la vía central y nos desviamos por un sendero que nos condujo al cementerio, donde quedarían sepultados los restos de mi amigo.

Al entrar al cementerio quedé totalmente impresionado al ver en el centro del mismo un lago de aguas diáfanas rodeado de frondosos árboles y unos senderos bordeados de hermosos y coloridos jardines, los cuales eran regados por varios surtidores que parecían esparcir finísimos hilos de plata.

Mientras daban cristiana sepultura al cuerpo de mi amigo, yo contemplaba embelesado la hermosura de aquel lugar, era tanta la obsesión por la belleza del cementerio que hasta llegué a sentir envidia de mi amigo y deseaba que el muerto fuera yo. Recordé con nostalgia el cementerio de mi pueblo con sus árboles de varoblanco desnudos por la inclemencia del fenómeno del niño, los escobíllales que cubrían sus senderos y los chivos, comiéndose las flores artificiales que sobre las tumbas dejaban los familiares de los difuntos.

Hubo un momento en que llegué a imaginar si al morir era enterrado en ese lugar, cuál sería la alegría de mis codifuntos, cuando por las noches los deleitara con mis poesías.

Seis meses más tarde mi cadáver era velado en la sala de mi casa, los amigos de la familia entraban y salían a darle las condolencias a mi esposa y a mis hijos, como estábamos en campaña electoral no faltó la presencia de más de un político hipócrita.

Mi amigo Geño, que el día anterior con noventa y cuatro años a cuestas, murió allá en mi pueblo natal, entró a la sala de velación y con lágrimas en los ojos le dijo a mi esposa: “no se ponga triste comadre, mi amigo no irá solo, yo lo acompañaré hasta el fin de los tiempos”; hizo una pausa y luego preguntó a mi esposa: “dígame comadre de qué murió mi amigo”. Antes que mi esposa respondiera, le dije: “Geño, yo al igual que tú, MORI DE TANTO VIVIR”. Dicho esto, abrí los ojos y vi a mi esposa a mi lado y le pregunté: ¿dónde estamos?, estamos en la clínica respondió mi esposa y agregó: “esta mañana sufriste un desmayo con pérdida del conocimiento y hubo que hospitalizarte”.

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CONTANDO MUERTOS

Por: Ricardo Arias Ortiz

Todas las tardes, Matilde y su esposo, se sentaban en la terraza de su casa a ver ponerse el sol, la casa de Matilde queda en la calle primera del pueblo de Barranca Vieja frente al rio grande de la Magdalena. Esa tarde de abril de 1950, un sol grande acompañado de arreboles, luchaba con la penumbra para no dejarse devorar por esta. La pareja estaba tan distraída viendo aquel hermoso panorama, que no se percataron que muy cerca de ellos arrimó una chalupa y una veintena de hombres armados desembarcaron y se dirigieron a donde estaban ellos.

Por esa época la violencia se había acrecentado, el gobierno creó una policía conocida como “Los Chulavitas” y les dio licencia para robar y asesinar a todos los que no pertenecieran al partido del gobierno. Los opositores del gobierno también crearon otro grupo armado llamado “La Chusma”, para defenderse de los primeros, la diferencia entre un grupo y otro, era que unos eran conservadores y los otros liberales, pero eran igual de asesinos.

Los chulavitas se acercaron a la pareja y el que parecía ser el jefe se adelantó a los demás y con lista en mano preguntó: ¿es usted Marco Tulio Padilla? Sí señor, soy yo, a la orden, respondió el esposo de Matilde; ajá conque usted es el hijueputa cachiporro que ando buscando, dijo el hombre y añadió: soy el sargento Pelufo y por apodo me llaman gatillo alegre y mi misión es acabar con todos los cachiporros que hay en este municipio, luego dirigiéndose a sus secuaces les ordenó: amarren a este hijueputa y tírenlo a la chalupa. Matilde se levantó de la silla para evitar que se llevaran a su esposo, pero Pelufo le apuntó con su pistola diciendo: quédese sentadita doña Mati, espere ahí a su esposo que pronto estará de regreso, dicho esto se embarcaron en la chalupa llevándose con ellos al joven Marco Tulio Padilla.

Al día siguiente, después que gatillo alegre se llevara a Marco Tulio, Matilde sacó a la puerta de su casa una silla momposina, se sentó en ella a esperar el regreso de su esposo; esto lo hacia todos los días de seis de la mañana hasta cuando el sol se hundía en el ocaso y para distraerse se dedicó a contar los muertos que pasaban boyados y arrastrados por la corriente del rio. De 1950 a 1953 Matilde contó, doscientos treinta y seis mil cadáveres, en el mes de junio de 1953 hubo cambio de gobierno, a partir de esa fecha hasta el año 1998, Matilde sólo contó doce mil quinientos muertos. De 1998 a 2008 la cifra de muertos se disparó, pasaban tantos muertos arrastrados por la corriente del rio, que Matilde no daba abasto y le tocó contratar los servicios de dos muchachas para que le ayudaran a contar los muertos y fue así que en ese lapso de tiempo, Matilde y sus ayudantes contaron quinientos veintisiete mil novecientos muertos.

Cierta tarde la rezandera del pueblo andaba de paseo por la albarrada y al pasar frente a la casa de Matilde, le dijo: ¿qué haces Mati?, ésta respondió: aquí mija contando los hombres que matan los chulavitas y la chusma. Mati ya no es la chusma y los chulavitas, ahora es la guerrilla y los paracos dijo la rezandera, a eso respondió Matilde: ¿y cuál es la diferencia entre unos y otros?, la diferencia es que unos matan con cilindros y los otros lo hacen con motosierra, respondió la rezandera. Matilde fijó su mirada en el horizonte y vio allá en lontananza, un sol grande acompañado por un enjambre de arreboles y levantándose de su silla, exclamó con todas las fuerzas de su alma: ¡guerrilla y paracos: son igual de hijueputas! Dicho esto se sentó y siguió contando MUERTOS.

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RESEÑA BIOGRÁFICA

Ricardo Antonio Arias Ortiz, nació el día 6 de enero del año 1936 en el corregimiento de Barranca Vieja del Rey, municipio de Calamar, departamento de Bolívar.

Sus padres: Ricardo Arias Castillo y Carmelina

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