Caja de Juguetes
Enviado por Kate • 2 de Marzo de 2018 • 4.516 Palabras (19 Páginas) • 323 Visitas
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-Pero eso no te importa demasiado, ¿verdad? No te ves muy emocionada por regresar a casa…
¿Qué caso tenía fingir? ¿Qué iba a hacer ese tipo, contarle a Eva?
-No, la verdad es que no. Es mortalmente aburrido y estoy harta. Hartísima. Si tuviera la forma de salir de ahí…
-¿Una alternativa, dices? Bueno, señorita, en ese caso te puedo ayudar.
Perfecto. Maravilloso. No era un detective ni un profesor, sino un proxeneta reclutando desesperadas. Eso se ganaba Hazel por contarle su vida a un desconocido.
-Eh… no, en realidad no me interesa ningún trabajo que me pueda ofrecer. No soy ese tipo de mujer.
Pero bueno, no podía negar que alguna vez había fantaseado con serlo… con esa inmensa libertad y diversión, además de todo el drama.
-Ah, pequeña, mi intención no era ofenderte. Me has malinterpretado, lo que yo te ofrezco es más bien… tómalo como una oportunidad de estudio. ¿Te gustaba estudiar, verdad? Se te nota la inteligencia.
Ahora sí que se asustó Hazel.
-¿Cómo sabe que no estudio? ¿Me vigila?
Sabía que lo más prudente era salir corriendo de ahí, pero desde siempre había tenido la estúpida reacción de quedar inmóvil ante los ataques masculinos. En los camiones, en la calle cuando se le acercaban los pervertidos. Menos mal que siempre había habido alguien para salvarla –que nunca fue Daniel, sino su madre, pensó amargamente-. Y ahora, sola en la noche con un desconocido acosador, se dio cuenta de que estaba a miles de kilómetros de su madre, quien pensaba que ella había muerto. La soledad la aplastó de tal forma que dejó de sentir miedo por el hombre-pelícano. Al fin y al cabo, ¿qué era él? Solo un viejo caricaturesco que lo más que podía hacerle era daño físico. Y si la matara… bueno, Hazel siempre había dudado de las católicas creencias que le habían inculcado, pero con sus escasos conocimientos científicos había formulado íntimamente la teoría de que todo estaba perfectamente organizado, de que todo tenía una razón y al morir la descubriría. Eso no debía de ser aburrido para nada, por lo que, haciendo un balance general, el desconocido le haría un favor.
-Claro que no, acabo de conocerte. Es sólo que sé fijarme en los detalles. Por ejemplo, en el dedo índice de tu mano derecha. Tienes todavía un callo de escritura, pero ya casi no se nota. Es, digamos, la “deformación del estudiante”-dijo entre risas-. No eres madre soltera porque no te urge regresar a casa, ni estudias ahora porque no tienes ojeras. Puede que haya otras causas, pero me gusta sentirme astuto y arriesgarme.
Bueno, visto así, parecía muy obvio, aunque la sospecha seguía. Sin embargo, en ese momento Hazel tomó otra de las decisiones impulsivas que la caracterizaban (¿no lo han notado, lectores?).
-Entonces, ¿Cómo es ese trabajo? Me… me interesa.
-¡Maravilloso! Bien, tiene varias fases… La primera es sobre tus alcances. Todo lo que te imagines debes pedírmelo, y yo te lo daré. Claro que no hablamos en serio, es… una cámara de simulación (la llamaremos así por ahora) en la que deberás quedarte. Todo es como real. Las otras fases no tienen ningún sentido ahora, pero bueno, ya te diste una idea. ¿Qué te parece?
Hazel, que de un solo golpe se había dado cuenta de que odiaba su nueva vida y la anterior jamás la recuperaría, decidió dejar de ser ella y entrar de lleno a su nuevo papel. Alma, la incansable imaginante que tendría todo cuanto deseara. ¿Cuántas veces no había querido tener cosas, y los impedimentos le caían encima como piedras? Y ahora… Todo. Bueno, era realista, había que ver qué era ese todo, pero igual prometía. Alma-nunca-más-Hazel le dio la mano al hombre pelícano, y quedaron de verse al día siguiente (Parecía, a pesar de todo, una descortesía no despedirse). Él la llevó a casa, en absoluto silencio, excepto cuando ella bajó del coche.
-Por cierto, me llamo Jeff.
Alma sonrió y se encaminó a la puerta. Todo estaba apagado ya, y ella no tenía forma de saber la hora, pues no tenía celular, o reloj, o alguna forma de comunicarse con el mundo.
Llamó a la puerta un buen rato –a pesar de que Eva siempre abría casi de inmediato-, y comenzó asustarse. Unos minutos se quedó ahí, solo mirando la puerta, sin pensar en nada, y se preguntó por qué no se ponía a jugar con su celular mientras tanto. Al buscar en el bolsillo un aparato que ya no estaba-hasta ella estaba de acuerdo en que sería facilísimo localizarlos con algo así, aunque a Eva no se le veía la menor intención de reponerlo-, encontró sus llaves. >.
Pero todo estaba vacío y a oscuras. Ya, fin, los habían encontrado a ambos y ahora estaban en prisión. Lo más probable era que volvieran por ella…
Corrió como loca, esperando poder alcanzar al sujeto que le había ofrecido trabajo, rogándole a quien fuera (dios, los espíritus, cualquier ente con poder sobre su destino) que el auto que la había llevado hasta ahí siguiera en su lugar.
Pero nada. Alma se sentó en el suelo a llorar de desconsuelo, sin saber qué hacer.
-¿Qué ocurre, pequeña? Había olvidado que debía pedir permiso a tu padre o tutor para…
-Ya no están, ya nadie es responsable de mí. Más que yo. Vámonos.
2
Alma corría velozmente sobre el techo de un rascacielos, en plena madrugada. La brisa en su cara era fría, y la carrera la convertía en una ráfaga revitalizante. Debía recoger los objetos ocultos en toda la superficie (y no era precisamente pequeña, para estar tan alto), la mayoría en los bordes más peligrosos. La vista era a la vez terrorífica y hermosa, y el movimiento creaba la ilusión de estar en un mar de luces. Alma encontró el último objeto (una sudadera roja, Jeff no tenía precisamente creatividad para sus objetos), y entonces comenzó la cacería.
Un hombre vestido de rojo con los ojos del tamaño de pelotas de golf, plásticos y brillantes, con unos iris negros y enormes, entro a la escena de repente. Tenía una sonrisa de oreja a oreja, y cuando vio a Alma, corrió hacia ella con los brazos extendidos. Alma no perdió el tiempo, se echó a correr hasta llegar a uno de los bordes
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