¿Cómo alcanzar la felicidad? dos posturas filosóficas
Enviado por Stella • 15 de Abril de 2018 • 2.916 Palabras (12 Páginas) • 440 Visitas
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En el mismo orden de ideas, se empezará por definir la filosofía, y es que se hace relevante entenderla de manera concisa para entablar una interpretación de la felicidad desde un punto de vista ético como se propondrá más adelante. Aristóteles (2006) hace su aporte en el afán del hombre por comprender cuanto le rodea:
(…)los hombres –ahora y desde el principio– comenzaron a filosofar al quedarse maravillados ante algo, maravillándose en un primer momento ante lo que comúnmente causa extrañeza y, después, al progresar poco a poco, sintiéndose perplejos también ante las cosas de mayor importancia, por ejemplo, ante las peculiaridades de la luna, y las del sol y los astros, y ante el origen del Todo. Ahora bien, el que se siente perplejo y maravillado reconoce que no sabe. (p.76).
El precepto anterior remite de inmediato a la filosofía en la cuna del existencialismo, allí permite vislumbrar como de alguna y otra forma, el hombre ha estado inmerso en asuntos filosóficos al cuestionarse, al indagar, en la constante búsqueda de respuestas a todo cuanto le rodea. Siempre que se ha de estudiar alguna ciencia o rama del conocimiento es indispensable entender su significado etimológico (el origen la palabra) y es allí que reside philos amigo, amante y sophía sabiduría, por consiguiente la filosofía es la intención, la indagación hacía cuestiones y aspectos de importancia en la vida humana y ponerlos en contexto con la crítica estructurada por supuestos y concepciones previas.
Ahora bien, ya luego de haber expuesto la definición de filosofía desde sus raíces etimológicas y aristotélicas, es hora de ir en avance a la postura sobre la felicidad no sin antes evidenciar la influencia de la ética dentro de la conformación de esta.
Cuando se habla de comportamiento humano, la filosofía tiene mucha incidencia en este, o acaso las cuestiones existenciales tal como el interrogante ¿cómo debemos vivir en un mundo donde nos hayamos inmersos con otros individuos? ¿Cuál es el sentido mismo de la existencia y el devenir de la misma? Allí nos encontramos en una paradoja, entre hacer lo que se desea y hacer lo que se debe. Cuando se habla de un deber se habla de ética, y también a su familiar más cercano la moral. La ética es considerada desde distintos autores de los cuales se mencionará unos cuantos, como una rama de la filosofía de mayor trascendencia, en cuanto estudia los valores, la cultura y el momento de tomar decisiones porque “Tiene que ver con el proceder de los hombres en relación a su consciencia y responsabilidad” (Gurria, 1996, p.37), además no se puede excluir su relación directa con el comportamiento, en tanto es el hombre quien decide con bases en la construcción de la escala de valores propia.
Como se dijo anteriormente, la moral concerniente a la ética ”Los términos de ética y moral (Ethos y mos moris), provienen de los griegos y de los romanos, en donde ambos identificaban estas palabras con el sentido de la palabra costumbre y forman parte de las ciencias deontológicas, los cuales estudian a los humanos como deben ser” (Ramos, 1996, p.1). Para Ramos y para otros autores el significado de ética puede morar en distintas concepciones, no obstante su finalidad sigue siendo común: Encontrar el bien y las causas, efectos y razones en la conducta humana. Esto de cierta manera implica (…) Una reflexión de los actos morales y una revisión crítica sobre la validez de dicha conducta.
Al lado de dicha apreciación de la ética, se hablará desde una misma corriente pero con una insinuación distinta, Hasta ahora se ha dado definiciones de esta palabra, no obstante Connock y Johns (1995) mencionan que al hablar de ética, se tramita discursivamente a la justicia, de decidir entre lo que se puede considerar bueno o se puede considerar malo, se define pues, la aplicación de reglas que propicien responsabilidad en comportamientos individuales y colectivos. Estos autores enmarcan la ética en tres áreas: La ética social, que consigna reglas que faciliten la convivencia del individuo y que tienen variaciones según el contexto; la ética trascendental por su parte trata de universalizar los conceptos de lo bueno, lo malo y lo justo, sin tener en cuenta lo cultural o demográfico; por último tenemos la ética táctica, cuyas bases se cimentan en la noción de reglas y leyes para sortear juicios y castigos. En esta última área de la ética se actúa bajo influencia de intereses propios y no necesariamente por el “bien común”.
Ahora que ya se hizo una introducción a las significaciones claves para entender desde que conceptos se hablará de felicidad, es hora de definirla desde el sentido filosófico expuesto por pensadores del medioevo, de esta manera se contrastará ambas posturas, a fin de dar cuenta una dialéctica entre ambas. Cabe aclarar que no se trata de manera implícita o explícita de otorgar al lector un manual de usuario sobre el comportamiento, ya que precisamente el sentido crítico de este escrito es dar una posición reflexiva frente a asuntos que se tornan subjetivos y que la cultura globalizada trata de enmarcar dentro de unas lógicas discursivas de productividad y capital, olvidando así el sentido humano.
Como anteriormente se dijo, la felicidad y el sentido de la existencia no es una cuestión que atañe solamente a la filosofía, es una cuestión intrínseca de los individuos. Boecio, filósofo Romano, dio cuenta de su apreciación de la felicidad y su índole compuesto y sistemático está es según él, el estado donde “todos los bienes se hallan juntos” sin embargo hacía referencia a distintos tipos de felicidad. El postulado de este filósofo era muy arraigado a la idea de Dios, perfección, imperfección e infinitud. Para Boecio (1999) “existe una felicidad imperfecta, basada en un bien perecedero, esto nos lleva a pensar sin lugar a duda que existe una felicidad verdadera y perfecta” (p.110).
Las felicidades que plateaba Boecio era una “felicidad bestial” o aparente, una “felicidad eterna” a la que conlleva la vida contemplativa, y una “felicidad final” que es la beatitud, esta última o perfecta según el autor. Para Boecio todo lo bueno proviene de Dios, Dios es sabiduría, Dios es razón, y allí mora por tanto la completa felicidad.
Por otra parte, al otro lado del costado entre lo que Boecio considera virtuoso, y éticamente correcto que trae al hombre la suma felicidad, se ve contrastado con los postulados de Epicuro. Epicuro “observa que los placeres y el dolor que experimentan nuestros sentidos indican lo que es apropiado o inapropiado para la naturaleza del hombre” (p.55) Es según pues, estas dos categorías y criterios, que el hombre actúa al momento de
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