“El Camino a la felicidad siempre será doloroso”

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mamá a mi lado también lo vio, rio y le grito un Te amo, acto seguido mi padre desapareció, mamá me abrazo susurrando en mi oído: “él sabía que tenía que venir, sino, me pondría como un huracán de la rabia”.

En momentos dados de nuestra vida, soñamos con aquellas personas que se fueron de nuestras vidas por algún motivo, deseando que volvieran, que nunca más se apartaran de nosotros, no obstante en algún momento tendríamos que dejarlos irse, aceptar que ya no estaban, pueden pasar años para superarlas, aunque parece que se nos olvida que aunque ellas se vayan sus recuerdos no, estos quedaran grabados para siempre en algún rincón de nosotros.

Me encontraba en el cementerio, largos veinte años habían pasado, acaricie con mis dedos el nombre grabado en la lápida, recordé las palabras de mamá la noche anterior «“Soñé con tu padre, estábamos en el hospital, el acariciaba mi vientre mientras reía, al verte hacer una rabieta porque no querías estar en ese lugar, de un momento a otro él se levanto diciendo que era hora de irnos, cogió el bolso donde estaban sus pertenencias, y salimos del hospital, el camino al frente de nosotros, yo te tenia de la mano, ambos estábamos muy felices, observábamos a tu padre caminar adelante mientras desaparecía; Saltamontes con ese sueño entendí que ya es hora de dejarlo ir del todo”».

Habíamos avanzado, éramos felices, estábamos siendo egoístas al no dejarlo avanzar a él, puse las flores frente a su lápida, junto a ellas dos cartas, una era la que me había dado en mi séptimo cumpleaños y la otra mi respuesta a esta.

Camine hacia mi madre, aprovechando estar lo suficientemente cerca, la abrace, al final de todo, papá tenía razón, mamá era una flor que nunca marchitaría.