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El Oficio de ser Docente

Enviado por   •  30 de Mayo de 2018  •  2.379 Palabras (10 Páginas)  •  291 Visitas

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Transformar el trabajo cotidiano en las aulas depende de personas con una determinada sensibilidad e historia personal, con una especifica concepción de la enseñanza y que se han formado como docentes en un determinado contexto histórico, siendo éste último uno de los elementos imprescindibles para entender el estado actual del sistema educativo.

Pretender amoldar la realidad a las concepciones establecidas en el ideario al uso, partiendo desde una ideología predeterminada, conlleva a políticas erráticas, sin continuidad en las soluciones y con las visiones fragmentarias de quienes intentan operar sobre los sistemas educativos, sin entender su carácter de sistemas, es decir, estructuras compuestas por elementos interrelacionados, en las que modificar un elemento provoca inmediatamente un cambio en cascada de otros elementos, produciendo así consecuencias distintas a las esperadas. “(…) Tomar decisiones sobre un sistema implica primero conocer su estado, y en particular, la forma en que se interrelacionan sus elementos, analizando la evolución del sistema en los últimos años e intentando aclarar la génesis de los problemas actuales y las causas que los desencadenan” (Vázquez, 2002).

En la actualidad, los profesores enfrentan la incertidumbre de los sistemas educativos que se hallan en la transición de la escuela selectiva, donde nos educamos los adultos del presente, y una nueva escuela que aun no ha acabado de estabilizarse tras los profundos cambios sociales acaecidos en los últimos treinta años. Cambios que han influido fuertemente sobre el rol de los docentes en el proceso de enseñanza sin que los mismos hayan sabido adaptarse ni las administraciones hayan diseñado estrategias de adaptación en los programas de formación de los profesorados, que no han sido aplicadas sistemáticamente para responder a las exigencias planteadas por dichos cambios. El resultado es el desconcierto de los profesores sobre el sentido y el alcance del trabajo que realizan.

Desde el contexto político y administrativo se proyectan constantemente nuevas responsabilidades sobre las instituciones educativas utilizando el siguiente principio: cada vez que hay un problema político o social difícil de resolver, se declara públicamente que se trata de un problema educativo y se sitúa uno de los ejes centrales de su resolución en el interior de las escuelas.

Ello permite entonces que se registre en los últimos treinta años, un proceso de inhibición en las responsabilidades educativas de otros agentes de socialización, fundamentalmente de la familia. La incorporación masiva de la mujer al trabajo, la reducción del número de sus miembros y la consecuente modificación en las horas de convivencia, han alimentado la idea de que toda labor educativa debe hacerse en la escuela, aunque se trate de valores básicos, tradicionalmente transmitidos en el seno familiar.

El rol del docente como transmisor de conocimientos, en los últimos años, está siendo forzado a modificarse con la aparición de fuentes de información alternativas, desarrolladas básicamente por lo medios de comunicación de masas, particularmente la televisión e internet; la capacidad de motivación de una presentación de televisión o de aprendizaje electrónico no puede ser igualada por una exposición oral del docente.

La realidad exige del profesor pensar y explicitar sus valores y objetivos educativos, en tanto que el proceso de socialización convergente en el cual se afirmaba el carácter unificador de la actividad escolar en lo cultural, en lo lingüístico y de comportamiento, ha sido barrido por un proceso totalmente divergente que obliga a una diversificación en la actuación del profesor, resultando de fundamental importancia que cada docente se halle preparado para asumir situaciones conflictivas y se les provea de los medios que se necesitan para afrontarlas.

Es por ello, que la definición de la propia identidad profesional posee carácter urgente y necesario en estos tiempos. En un estar permanente y renovado, se debe demostrar que esta profesión realmente vale la pena, porque el hecho educativo y la escuela valen la pena por lo que sucede adentro de las aulas todos los días. Es así que cuando la vocación es genuina y el amor por lo que hacemos es verdadero uno trabaja sin pensar en que lo están desvalorizando; la posibilidad de reencontrarse con un viejo y primer amor que es la vocación y su misión, y desde allí encontrar el consuelo y la fortaleza y la gratificación de seguir adelante con la tarea, porque a pesar de todo, aún se encuentran momentos de alimento para la vocación en el aula. Ser maestros desde el sentido que tiene el enseñar y el hecho del compromiso y la responsabilidad que implica estar al frente de un aula; analizar si el rol esta desprestigiado o no podría ser un debate eterno, y hay que dedicarse a trabajar en las aulas y pensando en las escuelas.

La escuela es la única institución que se mantiene viva y es fundamental en la sociedad. La escuela sigue siendo un lugar revolucionario para llevar adelante la tarea de la enseñanza, estrechamente vinculado a la convicción de que es posible lograr la transformación que la educación propicia, inventando el sentido profundo de la acción y llevarla adelante cada día, pensando que no se está trabajando ni sembrando para los padres ni para aquellos que debaten y cuestionan el rol y la tarea docente, sino para las futuras generaciones, para los chicos que se hallan cada día en nuestras manos. El objetivo último de un docente es ser maestro de humanidad, llenando de sentido su trabajo, ayudar a los alumnos a comprenderse a sí mismos, a entender el mundo que los rodea y a encontrar su propio lugar desde el cual participar activamente en la sociedad

Cada día, es necesario preguntarse qué sentido tiene estar frente a un grupo de alumnos para hablar de determinados contenidos, qué se puede aportar, qué se espera conseguir con esa clase, enlazando lo que ellos ya saben, lo que han vivido, lo que les puede preocupar, con los nuevos contenidos a introducir. Inventar nuevos caminos para hacer pensar a los alumnos, despertando así su curiosidad y la búsqueda de sus propias soluciones, involucrándolos en el proceso de aprendizaje, convirtiéndose cada clase en un proceso de descubrimiento.

Cada día, en nuestras aulas, tenemos el deber de rescatar de la indiferencia, del error y de la ignorancia a una nueva generación de jóvenes que no entienden el mundo que los rodea, y a los que les angustia no saber cómo será su futuro y cual será el papel que van a jugar en él. Las ciencias y las humanidades resumen lo mejor de las respuestas acumuladas en treinta siglos de cultura, y el centro de identidad de un docente

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