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El contexto familiar en el aprendizaje de la conducta delictiva..

Enviado por   •  30 de Abril de 2018  •  4.954 Palabras (20 Páginas)  •  472 Visitas

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Si nos centramos en el análisis microsocial de la díada madre-hijo, encontramos que ambos interactores emiten un mayor número de conductas que pueden ser consideradas como negativas o aversivas para el otro. Diversos trabajos sobre las características de las madres abusivas en relación con sus hijos ponen de manifiesto este hecho. Éstas presentan una menor tasa de interacciones con su hijo, así como una menor conducta considerada positiva, siendo más negativas en su interacción con el niño, a la vez que utilizan una mayor cantidad de castigo físico en comparación con las madres no abusivas. Y es lógico, que estas relaciones familiares tengan consecuencias negativas para el niño, en el sentido de que presenten una mayor probabilidad de interacciones coercitivas con sus padres, que pueden culminar con episodios de abuso físico infantil.

Resumiendo, las consecuencias de una mala aplicación de las técnicas de crianza en la socialización de los niños son diversas. Los niños no adquieren de un modo adecuado el sistema de normas y comportamientos correctos, por lo que presentan -al igual que los padres- una deficiencia en su socialización que se manifiesta en comportamientos problemáticos en el hogar y otros contextos como la escuela.

1.1.2. Matrimonios separados y disputas de pareja

También la ruptura del vínculo conyugal o la separación temprana han sido factores ampliamente aceptados en la desviación conductual del menor, sobre todo si van acompañados de un ambiente de miseria económica, moral y social. La importancia que se atribuye a la familia disgregada como variable determinante de la delincuencia infanto-juvenil, procede de los estudios sobre los hogares rotos. la ruptura de la unión familiar puede deberse a una amplia variedad de motivos (muerte, divorcio, separación, padres que a causa de su trabajo pasan la jornada laboral alejados de sus hijos, etc.) pero implica, en casi todas sus facetas, multitud de factores nocivos (especialmente, la conciencia de seguridad y el equilibrio emotivo disminuyen, pueden darse traslados del medio físico y social, y aumentan los problemas de relación).

Sin embargo, se acepta que la ausencia de una vinculación afectiva entre los miembros del núcleo familiar -calidad de las interacciones- es más relevante que la ausencia de uno de los padres en la relación familia-antisocialidad. Las investigaciones han demostrado con consistencia que las relaciones entre los padres de niños antisociales y delincuentes se caracterizan por la infelicidad, los conflictos y las agresiones. Estén o no separados los padres, lo que está asociado al riesgo de conducta antisocial y disfunción es el grado de discordia y conflicto.

1.1.3. Número de miembros de familia

Una familia numerosa aumenta el riesgo de conducta antisocial o delictiva. Quizá la razón de esto esté en que se produce una “fenómeno de contagio” a partir del cual los hábitos antisociales de cualquiera de los miembros de la familia se extienda al resto; también es posible que un gran número de hijos dificulte la tarea de supervisión de los padres, que como ya hemos comentado, es importante para evitar que los hijos se impliquen en actividades antisociales.

Sin embargo, la importancia del número de miembros de una familia como factor de predicción está matizada por el nivel de ingresos. Si la renta familiar y condiciones de vida son adecuadas, el tamaño de la familia es un factor menos probable de riesgo. El tamaño de la familia ejerce una mayor influencia en las familias con menos ingresos.

Lo cierto es que todos estos factores no suelen darse aislados sino que por el contrario, tienden a aparecer unidos en las familias de clases sociales más desfavorecidas. Así, los padres de muchos delincuentes suelen ser de escasa solvencia económica y con poca cultura lo que redunda en una pobre estimulación social e intelectual de los hijos. Todo esto como es lógico, multiplica el riesgo de la conducta delictiva en los hijos, un riesgo que todavía es mayor si los padres mismos tienen antecedentes penales o si sufren alteraciones psicológicas.

La manera en que el individuo se relaciona con su entorno, su capacidad de establecer una comunicación interpersonal sana y gratificante, va a depender de sus experiencias emocionales durante los años infantiles, especialmente de las relaciones afectivas en el entorno familiar, del equilibrio, madurez y constancia de esas relaciones. Por tanto si no se crean fuertes relaciones entre las personas implicadas en las situaciones de interacción, los castigos y recompensas mediados interpersonalmente tendrán poca influencia. Esto hace referencia a la noción de ‘apego’ y su consecuencia más inmediata, el ‘compromiso interpersonal’ que surge en las relaciones humanas sólidas y de calidad.

En el desarrollo de la personalidad, existe una amplia literatura que destaca especialmente la importancia de las interacciones tempranas entre los padres y los hijos. De éstas va a depender la capacidad posterior del niño para relacionarse con los demás y con su entorno. En concreto, un apego seguro favorece un desarrollo adecuado mediante una exploración e interacción rica con el medio circundante. Lo contrario, un apego inseguro, puede tener como consecuencia la aparición de problemas de conducta en la edad escolar y posteriormente conductas antisociales y delictivas.

Desde una perspectiva distinta también los estudios sobre factores protectores han señalado una serie de variables vinculadas a la familia que pueden funcionar como protectores reales ante la presencia de eventos de vida estresantes y acumulativos: cuidados paternos y atención en los primeros años de vida; disponibilidad de personas alternativas a los padres capaces de cuidar al niño (abuelos, tíos...); modelos positivos de identificación; disciplina consistente en el hogar; y la presencia de una red de apoyo social y emocional (profesores, vecinos, amigos o compañeros de trabajo) que pueda prestar ayuda a la familia en tiempos de crisis. Por lo tanto, si tenemos en cuenta estos resultados debemos intervenir en la familia para evitar la posibilidad de que precoces problemas de conducta en la infancia se transformen con el tiempo en comportamiento delictivo: por ejemplo, creando lazos afectivos sólidos que proporcionen la atención, afecto y apoyo emocional que necesita el niño; enseñando a los padres pautas de crianza y reglas claras, sólidas y competentes; y, estimulando la comunicación abierta entre los miembros de la familia.

En definitiva, debemos ser capaces de potenciar en el niño las competencias psicosociales necesarias que pueden convertirle en

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