Estas aproximaciones teóricas abarcan temas que a primera vista podrían parecer distantes y que no obstante tienen entre si estrechas relaciones.

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La respuesta de si puede tomarse en serio el Estado de Derecho corresponde a cada uno pero a fin de cuentas será el resultado de la suma de todas las respuestas individuales el avance o el retroceso de los derechos fundamentales la extensión o la limitación en el ejercicio del poder la eficacia o la ineficacia de los mecanismos de control al ejercicio del poder y de rendición de cuentas a quienes lo detentan la estabilidad o la inestabilidad de las estructuras estatales y la efectividad de las disposiciones normativas que limitan a los individuos y delimitan sus esferas de actuación la rehabilitación del multilateralismo o la consolidación del unipolarismo y sus consecuencias y patrones aunque a primera vista sea contra-intuitivo dependen de manera central de cada uno de los seres humanos y de su conjunto.

Finalmente menciona que la relación entre el Estado y el Derecho tiene un hilo conductor: El poder y su ejercicio.

Un hilo conductor que es un criterio de integración e identificación de esas dos realidades de forma que sin el poder y su ejercicio institucionalizado no existe el Estado y tampoco el Derecho. Y sin el Derecho no existe el Estado y en cuanto al poder su confirmación y ejercicio cambian sustancialmente dependiendo de la existencia de la regulación jurídica y del grado de desarrollo y sofisticando que alcance. El Estado, forma institucionalizada de titularidad de predominio y control crea la regulación jurídica para que a través de ella se detente y haga ejercicio del poder.

El Estado como lo conocemos no es más que la reciente etapa en la evolución de las ineludibles relaciones de predominio que se fincan entre los seres humanos que viven en sociedad. Un producto histórico que continúa evolucionando.