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LA CIUDAD DE DIOS EN SANTO TOMAS AQUINO

Enviado por   •  3 de Mayo de 2018  •  4.998 Palabras (20 Páginas)  •  687 Visitas

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Cristo y la iglesia son para Agustín, una sola persona. Se podría decir que en su pensamiento la iglesia es la iglesia de los ángeles y de los hombres, la iglesia peregrina y la iglesia celestial. no se trata de iglesias distintas sino de una y la misma.

La iglesia para Gregorio es la sociedad visible, pero sobre todo, es espiritual, está hecha de la presencia de los santos. Esta idea de la "Ecclesia universalis" que comprende a los hombres y a los ángeles.

Durante la época gregoriana encontramos repercusiones de la eclesiología agustiniana en San Anselmo de Canterbury. Repite ideas como por ejemplo, que los hombres deben ocupar el puesto de los ángeles caídos en la Ciudad de Dios, además de valores morales como el de la humildad y obediencia, y de ideales como vivir para Dios y el prójimo.

Santo Tomás la Iglesia es una ciudad que se constituye en orden a un Bien Común sobrenatural. Comenzando por el análisis del concepto de política Santo Tomás, afirmando su naturaleza científica, la define como la doctrina sobre la ciudad: La política es una ciencia práctica pues tiene por objetivo el obrar humano, y dentro de las ciencias prácticas está entre las principales o arquitectónicas porque considera el bien perfecto en las cosas humanas.

En el pensamiento de Agustín como en su interpretación en el medioevo hay una valoración positiva del estado, signo de ello es que los ideales de la Civitas Dei, en la cosmovisión medieval, se convirtieron en un programa integral de organización cristiana de la vida.

Para Tomás de Aquino las instituciones políticas pueden considerarse como un aspecto de la moralidad natural, no siendo ya el estado pagano obra de pecado. La autoridad política tiene un valor en sí misma, independientemente de su fe religiosa, como expresión de un orden natural y racional.

El hombre, según Santo Tomás, se halla sujeto a un triple orden, el de la ley divina, el de la razón y el de la autoridad política, y éste es necesario dada la naturaleza social del hombre. De allí que, si el hombre debe realizar esta alta forma de vida, su modo de participar en la vida política sea la práctica de las "virtudes políticas". Este principio lo lleva a afirmar la armoniosa integración de la vida individual en la vida comunitaria:

Aspectos o propiedades del bien común. Tres cosas se requieren según la enseñanza de nuestro Doctor para la realización de este bien.

Primero, la unión de todos los miembros de la sociedad en amistad, y como fruto, la paz. Segundo, la unión de las fuerzas para colaborar al bien común.

Tercero, la suficiencia y plenitud de los bienes humanos, corporales y espirituales.

Sólo el Bien Común tiene razón de fin, el bien individual le está subordinado: La diferencia entre ambos es una diferencia de cualidad.

Por eso Santo Tomás enseña frecuentemente que el fin del estado es hacer de los ciudadanos hombres justos y virtuosos.

El problema de las relaciones entre las virtudes del individuo y las del ciudadano es un tema que se remonta a la antigüedad griega.

Para Santo Tomás que designa por "bonus vir" el individuo que además de poseer las virtudes naturales es elevado a la vida sobrenatural de la gracia y de la caridad. El "civis bonus", en cambio, pertenece a otro orden, el natural, y la expresión refiere la relación del individuo al estado al que pertenece. Su valor depende de los valores del estado al cual dice referencia, por eso "bonus civis" expresa una bondad relativa que se distingue de la perfección plena y armoniosa del individuo virtuoso.

¿La dificultad se plantea con un estado que busca la realización auténticamente cristiana de sus ciudadanos, en este caso sus virtudes públicas se identifican con sus virtudes privadas? En primer lugar, es imposible separar las dos bondades. No se puede ser buen ciudadano sin ser virtuoso y viceversa. Por naturaleza el hombre tiende a la vida política y a la virtud, porque por su naturaleza el hombre necesita de los otros hombres para alcanzar su plenitud humana y espiritual.

Hay muchas maneras de ser buen ciudadano y de ser virtuoso. Para ser buen ciudadano basta someterse fielmente al que gobierna, poco importa la intención con que se obedezca ya que no es competencia de la política que se ocupa de la observancia exterior del orden. Claro, buen ciudadano en el sentido pleno, es aquel que obedece desde su interioridad conforme a la prudencia política.

El hombre en cuanto ciudadano se orienta directamente al Bien Común. Existiendo dos bienes comunes, el natural y el sobrenatural, el hombre también puede ser ciudadano de la Ciudad de Dios. Pues, así como por naturaleza el hombre tiende a la vida política y a la virtud, y por eso participa de la vida de la ciudad desde su interioridad por las virtudes del mismo modo, el ciudadano de la ciudad de Dios participa de su vida sobrenatural por las virtudes teologales. La afirmación, por cierto, es analógica pues son dos órdenes distintos de virtudes, se orientan a dos órdenes distintos de bienes comunes a los cuales ellas se orientan. Dos órdenes distintos pero no contrapuestos, sino que por el contrario, ambos orientados por el Fin Último, permiten la integración armoniosa de las dos ciudades, de la ciudad de Dios y de ciudad terrena.

La sociedad como comunidad política adquiere en Santo Tomás características propias.

En primer lugar, como ya dijimos, con la concepción de la sociabilidad natural del hombre, el Angélico afirma que la sociedad se funda en la naturaleza misma del hombre.

En segundo lugar, sostiene que la amistad política, el "convivium", es decir, el amor recíproco de los sujetos por el bien común, es el alma de la sociedad puesto que el hombre necesita de la ayuda de los demás para alcanzar su pleno desarrollo humano ya que los dones que el Creador ha distribuido entre los hombres son complementarias.

En tercer lugar, retomando Aristóteles afirma que la sociedad es el todo y los ciudadanos la parte; claro está, un todo "de orden" en el que cada elemento conserva su autonomía propia, si bien en la línea del bien común a realizar (natural y sobrenatural) la parte es por el todo. Pero para esto es necesario que en la sociedad exista una institución encargada de gobernar. Esta se convierte en una afirmación importante en la aplicación a la Iglesia.

En una eclesiología es muy importante

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