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Los afanes cotidianos - Philip W. Jackson

Enviado por   •  21 de Febrero de 2018  •  2.866 Palabras (12 Páginas)  •  1.315 Visitas

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La fuente principal de la evaluación es el profesor: se le exige constantemente que formule juicios sobre el trabajo y la conducta de los alumnos y que los comunique. A veces se permite intervenir a toda la clase en la evaluación del trabajo de un estudiante. Otras veces se produce sin que la suscite el profesor, como cuando un error manifiesto provoca risa o una actuación sobresaliente, aplausos.

Una tercera fuente de evaluación es la autoevaluación, sin la intervención de un juez exterior. Cuando el alumno no puede escribir ninguna de las palabras de un test de ortografía estima su fracaso aunque el profesor no vea el papel, o, cuando su respuesta es correcta.

Las condiciones bajo las que se comunican las evaluaciones se suman a la complejidad de las demandas con que se enfrenta el estudiante. Los juicios secretos acerca del estudiante son trasmitidos a sus padres. También existen apreciaciones formuladas por sus compañeros que circulan en la escuela y a espaldas de él. En la escuela los resultados son a menudo elogiados o censurados en presencia de compañeros.

Cuando el profesor se reúne a solas con el estudiante para hablar de su trabajo, se produce una forma menos pública de evaluación. Unas veces el docente lo llama a su mesa y otras, pasea por el aula y charla con diversos alumnos mientras el resto trabaja en su sitio y los evalúa.

La escritura es un medio aún más privado que la expresión oral de comunicar las evaluaciones. El comentario escueto en el margen de un trabajo entregado es la forma clásica de evaluación por escrito. Existen al menos otros dos referentes de evaluación: uno centrado en la adaptación del estudiante a las expectativas institucionales, el otro en su posesión de rasgos específicos del carácter.

El docente no es la única fuente de juicios no académicos, es probable que la evaluación centrada en las cualidades personales del estudiante proceda tanto de los compañeros como de cualquier otra persona.

La distinción entre evaluaciones en clase referidas al logro académico, las de adaptación institucional y las relativas a cualidades personales en muchas situaciones se producen al mismo tiempo. Todas connotan un valor: algunas son positivas como un elogio o negativas como un regaño.

Ya que tanto el profesor como los compañeros pueden evaluar la conducta de un estudiante, son posibles los juicios contradictorios. Un acto quizá sea elogiado por el docente y criticado por el resto de la clase y viceversa. Además el conflicto entre la aprobación del profesor y la del resto de la clase puede ser mayor para los chicos que para las chicas.

Resulta evidente que aprender a vivir en un aula supone no sólo aprender a manejar situaciones en las que se evalúan el trabajo o la conducta propios, sino también aprender a presenciar y en ocasiones, a participar en la evaluación del otro. Los alumnos deben acostumbrarse también a examinar las fortalezas y las debilidades de sus compañeros.

Nuestras escuelas están orientadas a premiar. Así, se instruye a los profesores para que se centren en los buenos aspectos de la conducta del alumno y pasen por alto los malos. Desde luego, hoy es posible que incluso cuando se enuncie una respuesta errónea, el profesor lo felicite por haberlo intentado.

Cuando tiene que formar juicios graves, el docente suele ocultarlos al conjunto de la clase. En ocasiones, cuando son muy severos, ni siquiera llegan a comunicarse al alumno. Tales evaluaciones, suelen ser secretos cuidadosamente guardados por el personal responsable.

Aunque exista una tendencia común a elogiar a los alumnos siempre que sea posible, semejante inclinación se ve atemperada por el deseo del docente de ser justo y democrático. Así es posible que puedan pasarse por alto las respuestas correctas y los trabajos perfectos de alumnos que casi siempre trabajan bien con el objeto de proporcionar a niños menos capacitados, una oportunidad de complacerse con la admiración del profesor.

Las prácticas docentes facilitan la adaptación del estudiante a la evaluación. Aún le restan a éste tres importantes tareas: la primera consiste en comportarse de manera que promueva la probabilidad del elogio y reduzca la del castigo. La segunda, difundir las evaluaciones positivas y ocultar las negativas. Y finalmente la tercera, tratar de ganar la aprobación de las dos audiencias al mismo tiempo (como buen estudiante y buen compañero).

La mayoría de los alumnos aprenden pronto que los premios se otorgan a los que son buenos. Por eso, otra trayectoria que siguen la mayoría de los alumnos, al menos en algún momento, es comportarse de modo que se disimulen los fallos en el cumplimiento: en suma engañar (desarrollar pequeñas maniobras para ocultar aspectos de su conducta que puedan desagradar). Por ejemplo, falsificar el rendimiento en un examen, representa un esfuerzo por sustraerse a la censura o la pretensión de obtener un elogio inmerecido.

Existe otra estrategia para hacer frente a las evaluaciones: la depreciación de las mismas hasta un punto en que ya no importen mucho. El alumno que ha preferido esta alternativa al sometimiento y el falseamiento ha aprendido a no perder la serenidad en clase. Ni se siente exaltado por el éxito ni deprimido por el fracaso.

Es posible distinguir dos tipos de motivaciones en el aula:

- MOTIVACION EXTRINSECA: el trabajo escolar es realizado por las gratificaciones que aportará en forma de buenas notas y la aprobación del profesor.

- MOTIVACION INTRINSECA: el trabajo escolar es realizado por el placer que surge de la propia tarea.

Sería oportuno restar gradualmente importancia a las notas y a otras gratificaciones extrínsecas y centrarnos en lograr que el alumno obtenga sus principales satisfacciones de las propias actividades del aprendizaje, así obtendrá tal placer de la propia destreza, por lo que ya no serán muy importantes los premios y los castigos.

La desigualdad de poder es otra de las características de la vida en el aula a la que deben acostumbrarse los alumnos. La diferencia de autoridad entre el profesor y sus alumnos se corresponde con aspectos evaluativos, proporciona el rasgo más importante de la estructura social de la clase y sus consecuencias se relacionan con las condiciones más amplias de libertad, privilegio y responsabilidad.

Una de las primeras lecciones que debe aprender un niño es el modo de cumplir con los deseos de otros y hacerse consciente de la autoridad del adulto. Cuando pasa del hogar a la escuela, la autoridad de los padres se complementa

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