Retos en las relaciones Universidad-Empresa-Estado​

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con la capacidad de moverse dentro y fuera de las organizaciones para integrarlas con las iniciativas propias.

Esta nueva forma de ver las relaciones entre la Universidad, la Empresa y el Estado, es el resultado de un proceso de transformación en la educación superior desde el tradicional modelo del triángulo de Sábato (Que concebía una relación centrada en el rol del Gobierno), pasando por el modelo de Sistemas Nacionales de Innovación (que concebía como centro de la relación a las empresas interesadas en procesos de innovación productiva), para terminar en el concepto de la Triple Hélice, que identifica una relación entre estos tres actores mucho más dinámica e interconectada, sin identificar un actor protagónico, y en el entendido que es indispensable superar el denominado “valle de la muerte”. Esto último que significa reconocer que las Universidades deben avanzar de ser meros espectadores desde su “torre de marfil” a efectivamente contribuir a la innovación y la generación de valor agregado en la sociedad con el conocimiento producido a través de la investigación.

Este concepto de la triple hélice de Etzkowitz y Leydesdorff (1996), privilegia un modelo de innovación en espiral entre los agentes públicos, privados y académicos, o lo que comúnmente se conoce como la relación Estado-Universidad-Empresa. Esto permite, al menos en la teoría, el fortalecimiento de relaciones recíprocas de creación de conocimiento, con capacidad de innovación y un grado de aplicabilidad y pertinencia más alto que si cada uno de los agentes mencionados operara de manera separada.

Uno de los efectos esperados de la Triple Hélice es la creación e incubación de empresas por cualquiera de los agentes, y la capacidad de proyectarlas mediante las acciones combinadas de los otros, bien a través de procesos de investigación científica aplicada, entrenamiento y cualificación o de la financiación de la investigación, etc. Estas relaciones recíprocas deben generar un entorno de creación, desarrollo y proyección de las empresas en los mercados nacionales e internacionales.

Esto implica un compromiso importante por parte de los tres componentes de la Triple Hélice que permita la creación de parques científicos, de fondos de capital de riesgo y de capital semilla, así como los medios para la creación y la incubación de nuevas empresas, en particular las de base tecnológica, que tengan un efecto positivo sobre el desarrollo económico del país.

En Colombia, la relación Estado, empresa y universidad ha tenido un desarrollo más bien tímido a pesar de la presión que se ha ejercido para que el mundo académico se convierta en un actor fundamental de la creación de empresas de base tecnológica. Se destacan algunas iniciativas como el Ruta N en Medellín, los Comités Universidad-Empresa-Estado, Bogotá Connect, algunos planes de desarrollo tecnológico y el Proyecto Lion de la Universidad Javeriana, entre otros. En todos estos proyectos se busca un acercamiento de actores alrededor del mejoramiento en competitividad nacional o regional, de la mano de la investigación, la docencia y la extensión de las universidades.

Sin duda el reto no es fácil para Colombia en donde, a diferencia de países como los Estados Unidos, la universidad empresarial o la emprendedora no son la constante y se carece de un vínculo fuerte con el sector productivo y con el gobierno en términos que superen el marco regulatorio. Si le logran superar estas barreras tradicionales entre los tres agentes, se podría desarrollar un sistema de innovación más estable y de mayor proyección

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