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Sobre residencia docente.

Enviado por   •  6 de Abril de 2018  •  3.100 Palabras (13 Páginas)  •  240 Visitas

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Esta postura lo lleva negar las grandes construcciones adoptando en cambio una actitud relativa. Las construcciones de carácter macro pueden mantener determinados niveles de validez, pero mientras las consideremos sólo como tendencias más o menos permanentes en un período concreto. Lo simbólico tiene una gran trascendencia. Como ya lo señalara Weber a comienzos del siglo y lo reafirmara en la actualidad B. Bernstein, cuando en la obra: Clases, códigos y control (1971), el lenguaje es un sistema que a la vez de articular las experiencias del individuo, conlleva determinada manera de "leer la realidad. Esto ya lo había adelantado Leybniz cuando estableciera que la lengua de un pueblo resume su propia historia y determina una forma de concebir el mundo.

La historia debe ser entendida entonces como un conjunto de pliegues en donde se combinan diferentes series de hechos. Combinación en donde las líneas de fuerza de cada una de ellas se retroalimentan, se complementan o se oponen entre sí. Por esta razón es que se producen los quiebres. Cuando una determinada combinación de series comienza a oponerse al "orden" instituido, en equilibrio inestable, cuando la fuerza que conjuguen en una determinada dirección, entonces se produce la discontinuidad y la aparición de un "nuevo orden". Dado que este es condición sine qua non para los sujetos es poner en tensión el conocimiento de la realidad, tanto social así como el mismo alcance en los niveles de la cultura, entendida como forma de vida, de la institución dependerá construir un equilibrio de fuerzas para que un solo grupo no ejerza la hegemonía, que en el terreno del consenso dispondrá del poder de imponerlo a los demás. Cuando tratemos el problema de la escuela este aspecto resultará claro como lo expresa Elsie Roswell de imponer la subordinación.

El discurso en la residencia tanto que articulador y vehículo de las relaciones de poder debe ser desmontado, para poder cambiar la relación existente de prácticas más emacipatorias. Mientras este hecho no se verifique es imposible hablar de sustitución o anulación de una determinada forma de poder, que se da entre docentes y los estudiantes y de estos con la institución. Esta postura tiene dos consecuencias inmediatas. En primer lugar, cuando hablamos de ciudadanía el problema de manera crítica de pensamiento, así como la construcción de la autonomía, la superación de formas de poder se instala en el plano individual y no en el colectivo. En segundo lugar, el escenario contemporáneo en donde la institución define el poder es el correspondiente a la creación discusivo-educativo. De esta manera en la residencia docente, la educación en general y la escuela en particular, al manejar determinados códigos, que en nuestro caso es de formar en la ciudadanía propician la reproducción de un determinado discurso que en definitiva reproduce relaciones de poder intrínsecas.

En las instituciones la democracia parece jugar a una doble identidad, que se abre con el fracaso de la entonces llamada “transición democrática”, de los discursos y los hechos que suceden en la vida cotidiana de las instituciones; de tal manera que se asiste a una impotencia total frente a la exigencia de desmontar los mecanismos de producción de subordinación subjetivo. Las políticas neoliberales, hicieron florecer un cinismo que fue muy bien representado por el menemismo, que se valió del potencial dinámico del neoliberalismo en estas condiciones de posdictadura. A partir de entonces, comienzan a surgir experiencias de resistencia que enfrentan una doble exigencia: recuperar la energía de las luchas pasadas y, a la vez, asumir los desafíos de un presente inédito.

La vida de la democracia surge en los últimos años, después que culminan la crisis del 2001, la apertura de un nuevo momento, el actual. De hecho, un elemento fundamental de la “nueva gobernabilidad” que se insinúa en nuestro país pasa en gran medida por los términos del reconocimiento de las luchas recientes y pasadas, que proveen al kirchnerismo uno de los pilares de su legitimidad pos 2001. Esto se ve claro a nivel de sus lenguajes y consignas, que son objeto de una retórica contemporánea que se autocalifica como “setentista” y se vale de ciertos recuerdos, de algunos rasgos de experiencias de aquellos años para crearse una suerte de identidad en el presente. Este momento es entonces paradojal: si por un lado este reconocimiento supone la apertura de nuevas posibilidades para las luchas, en la medida en que generaliza una narración en la que la lucha y la creación son valores importantes, no es menos cierto que estos valores son presentados en una coexistencia abierta con la perpetuación de una dinámica neoliberal que los subsume y re-instrumentaliza.

Suely Rolnik plantea que al volver la democracia, el estado toma el discurso popular diciendo “cuidado, que siempre hay peligro”. Desde el punto de vista de la subjetividad, la propuesta es que libere las fuerzas pero sin relación con mi cuerpo sensible, y así yo despolitizo el proceso de subjetivación. Así la subjetividad política se plantea como: está todo bien a condición de que no haya política. Si el otro es una experiencia viva que te afecta, que te hace crear y replantearte las cosas, no puede haber una reactivación de esta sensibilidad acompañada de una despolitización de esa misma subjetividad.

Este modo de construir política que plantea Suely Rolnik: dice es muy delicado, porque es en este momento que puede haber mucha confusión. Porque plantea que, no hay que participar, pero ¡cuidado! Porque en este momento uno puede quedar muy fascinado con el hecho de estar en el poder, porque el discurso parece ser el mismo: es ahí donde este discurso de doble identidad pierde capacidad crítica.

Hay otra cuestión importante: el neoliberalismo cuando se instala aumenta la miseria, y en Argentina se vive permanentemente como estar en el corazón del ciclón, en el abismo total. Como esto no puede sostenerse, el neoliberalismo también produce una nueva clase política que va a desplegarlo de otra manera, tratando de incluir una base mayor de la población. Sin embargo, el hecho de que el neoliberalismo libera las fuerzas de creación no es menor, es más bien irreversible. Una vez que pasa la primera confusión, y se empieza a sentir el malestar de no poder participar, en el ciudadano se plantea el problema de cómo esas mismas fuerzas pueden liberarse de su instrumentalización. Ahí comienzan a haber acontecimientos que escapan al régimen neoliberal: tanto una extensión de la catástrofe económica que hace reaccionar al capital, como un rechazo de las generaciones más jóvenes de este modo de vida. Entonces, empieza la necesidad de alimentarse de otras

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