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Síntesis Histórica de la Escritura y de la Grafología

Enviado por   •  17 de Junio de 2018  •  42.426 Palabras (170 Páginas)  •  343 Visitas

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Se inventó entonces la escritura silábica, este medio de pintar la palabra, fijando los sonidos con signos convencionales, procedía por sílabas, lo cual requiere una excesiva multiplicidad de letras.

Los fenicios, en contacto comercial con Caldea y Egipto, conocían los idiomas de estas regiones y sus escrituras. Utilizando los progresos gráficos egipcios, los perfeccionaron, llegando a los maravillosos caracteres alfabéticos, que representan con absoluta precisión y facilidad la palabra.

La escritura silábica tenía poca analogía con el alfabeto y les fue forzoso a los fenicios cambiar totalmente el carácter de los signos conocidos hasta entonces e idear un sistema diferente para llegar a la más prodigiosa de las creaciones humanas. A través de los mercaderes establecidos en las islas y costas del mar Egeo, llevaron a Gracia su alfabeto, desprovisto de vocales, que desconocieron en las lenguas semíticas, fenicia y hebrea. Los griegos, trasformaron el alfabeto fenicio, dando a sus letras el sello estético, la gracia elegante de su raza, e inventaron las vocales, que añaden precisión y matiz a la escritura.

La epigrafía o ciencia que trata de la interpretación y el conocimiento de las inscripciones grabadas en bronce, rocas, piedras, mármoles, etc., han proporcionado muchos datos para el estudio del origen y de las evoluciones de la escritura.

La roca, en los pueblos civilizados de Oriente, en la india, en Caldea, en Egipto y también en Europa y en América, han conservado, a través de los siglos, escrituras grabadas, ya profundamente esculpidas en relieve. Los fenicios, como los asirios, caldeos, hebreos y egipcios, escribieron de derecha a izquierda, con un movimiento de regresión que resulta inexplicable para los pueblos occidentales. Los griegos, como herederos directos, adoptaron en principio este uso; luego escribieron alternativamente de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, con una especie de ritmo utilitario, en el que la mano iba y venía sin saltar ningún espacio, hasta que finalmente se fijaron en la dirección que ha prevalecido en las escrituras occidentales.

Otras razas, como los chinos, escriben perpendicularmente, de arriba abajo. Estas tan diversas y aún opuestas direcciones, más que las diferencias de las letras, dan motivo fundado para suponer que el sublime arte de la escritura fue inventado en simultáneamente en distintos pueblos, o que lo inventaron sin tener noticia unos de otros, por una necesidad universal de la inteligencia humana.

De todos modos, hoy es idea generalmente admitida que el primer alfabeto fue el FENICIO, y que de él derivan todos los alfabetos conocidos, debiéndose la gran diversidad de método y de figuras gráficas a las modificaciones aportadas por las nuevas razas al utilizar esta conquista sin par del pensamiento.

El invento de la puntuación, que tanto auxiliar a la claridad en la lectura y que matiza y da expresión a la escritura, se atribuye a Aristófanes de Bizancio, gramático alejandrino, que se propuso facilitar la lectura a Homero, unos 260 años antes de Jesucristo. En los primeros manuscritos griegos, es decir, en los anteriores al siglo VII antes de la Era Cristiana, ni siquiera están separadas las palabras entre sí; únicamente hay un espacio en la terminación de los párrafos.

El alfabeto griego se esparció en Italia comenzando por Sicilia y por el sur de la península., de su lenta transformación provienen los caracteres latinos, que en sus formas capitales no han cambiado desde tres siglos antes de la Era Cristiana hasta nuestros días, a despecho de algunas tentativas para añadir o modificar algunas letras, y que han alcanzado la hegemonía en la cultura occidental, desbordándose después por los inmensos pueblos del nuevo continente.

En los caracteres latinos, la escritura capital o cuidada, se componía como también entre los griegos, de letras sueltas que se dividían en dos tipos: el cuadrado y el rústico, cuya diferencia consistía en la mayor o menor perfección del trazado de los caracteres. Estas dos variedades eran empleadas por los copistas de libros; pero en la vida cotidiana se empleaban la cursiva, con sus alteraciones espontáneas, simplificaciones y ligaduras, que facilitan su ejecución. El alfabeto griego no se presta a las ligaduras en la base de las letras, y los caracteres eslavos, derivados directamente de los helénicos, adolecían de la misma dificultad.

En la cursiva fue precisamente donde las diferentes razas imprimieron su carácter, modificándola hasta producir variedades muy notables en la totalidad del grafismo en los distintos pueblos occidentales. Durante la época de Carlomagno, estas variedades nacionales tendieron a desaparecer ante un nuevo tipo, la minúscula carolina.

Las letras Góticas – donde hay más preciosismo que calidad – adoptadas por los primeros impresores alemanes, y los caracteres producidos por los impresores italianos, eran deformaciones o transformaciones de esa escritura minúscula carolina, extendida en Alemania, Francia e Italia.

En los comienzos del alfabeto y antes, más que escribir se grababa, y a ello se debe que se hayan conservado hasta nuestros días, casi incólumes, preciosos datos acerca del origen de la escritura. Era práctica y casi universal, grabar en columnas lo que se juzgaba digno de ser transmitido en la posteridad. La escritura era monumental y lapidaria.

Pero la escritura no podía ser exclusivamente monumental, y la piedra era demasiado pesada y de difícil manejo. Las planchas de bronce y de plomo que también se emplearon con idéntico fin, tenían el mismo inconveniente. Todos los metales eran adecuados para el uso de la escritura y gracias a esta materia, han llegado hasta nuestros días documentos de indudable autenticidad.

Conocido y utilizado desde antes de Herodoto, el papiro se hacía a partir de una planta ciperácea, especie de junco que crecía en las orillas del Nilo y en otros terrenos pantanosos de países cálidos, como Madagascar y en Sicilia. La fabricación de papiro produjo un tráfico de gran importancia en Egipto.

La estructura de los libros, tanto en Grecia como en Roma, consistía en hojas de papiro, pegadas con cola por uno de sus bordes, formando cuaderno, el cual se arrollaba en tomo de una varita adherida a la última hoja. Se escribía sólo de un lado de la hoja, por cuanto su escaso espesor no toleraba otra cosa, sobre líneas trazadas con auxilio de regla. El título iba en una tira de pergamino fija en lo exterior del rollo, a modo de faja. El libro formado de esta manera, se impregnaba de aceite de cedro y se guardaba en un forro de pergamino, por uno de cuyos extremos emergía el cabo

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