Teoría Pedagógica y debate educativo -Didáctica Magna -

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La vida actual es sólo el prólogo de una verdadera vida eterna. Los seres humanos somos resultado de un desarrollo gradual en el que, dentro del vientre materno, se va formando el cascarón que ha de contener nuestra alma. Dicho cascarón protegerá a ésta para su tránsito bajo el cielo. Una vez que hemos conseguido lo necesario para la otra vida, salimos de tal oscuridad y nos encaminamos hacia la eternidad. El creador por ello nos ubicó en un mundo con las condiciones aptas para el desarrollo, en la que permitió que los primeros padres dieran origen a generaciones de seres humanos. El mundo es para Dios un campo de bondad, poder y sabiduría en el cual los inquilinos de otro lugar esperan y se preparan como en una escuela para la vida eterna. El momento de partir debiera ser aquél en el que lo individuos no sean tomados por sorpresa, sino que tienda al arrepentimiento. Por ello es dichoso quien nace del vientre de su madre con los órganos completos, así como quien parte del mundo terrenal con su alma llena de perfecciones.

El propósito último del hombre es el de encontrarse en paz con Dios. Éste mismo le otorgó fines secundarios en la vida transitoria, al dominar al resto de criaturas existentes en el mundo. Para ello el ser humano debe ser una criatura racional que domine al resto que no es de su especie, así como existir para el goce de su creador y a la imagen y semejanza del mismo. Estos tres aspectos deben permanecer entrelazados en la vida en la tierra y en el cielo. Ante ello se requiere que el ser humano conozca, nombre y entienda al mundo como características de un ser racional. Aunado a ello, pueda disponer de las criaturas para su legítimo provecho y adore en dicho quehacer a Cristo. Así como sea prudente en todos sus actos, dentro de lo que se espera que el ser humano logre ser el prototipo de su creador.