Tres centavos de felicidad
Enviado por Albert • 27 de Marzo de 2018 • 1.433 Palabras (6 Páginas) • 259 Visitas
...
— Balam Torres, mucho gusto —dijo mirándome y con una expresión que jamás habia visto en nadie más…
Fin del flashback
Y volví a abrir mis ojos para mirarme de nuevo en mi oficina, sentía que el mundo se iba a acabar y estaba tan asqueada de mi misma… me acorde de todo lo que habia hecho en los últimos 5 años y que ahora estaba perdida en una decisión más que estúpida, «Mi trabajo me impide una relación más allá de la laboral con mis clientes», me dolían esas palabras pero yo ya las habia mencionado más de un centenar de veces…
¿Qué hacía esperando porque un milagro pasara?, nada iba a pasar y posiblemente Balam no se volvería a aparecer por aquí hasta que su matrimonio se desvaneciera… eso sería en aproximados 20 años… no quería llorar, pero ese estúpido liquido se escurrió por mis ojos hasta que me di cuenta que mi rostro estaba mojado por esas gotas saladas. Me sentía completamente estúpida… pero al poco tiempo alguien toco a mi puerta, me levante y trate de secar las lágrimas que todavía luchaban por salir; me acomode la falda y la camiseta junto a los tacones que me habia quitado y entonces abrí la puerta y estaba él, vestido con un traje que le quedaba tan perfecto que me habría enamorado por segunda vez de solo verle.
— ¿Qué haces aquí?, ¿Qué no te vas a casar? —dije tragando mi dolor y tomando una postura más defensiva.
— Eso hare, pero no representa un problema para seguir viniendo por tus servicios —me mordí el labio apenas acabo, recordé que él solo venia por mis servicios… nada más.
— Tu esposa se enojara…
— Me importa mas no abandonarte a ti, es lo que menos quiero —dijo con un aló inocente que ocasiono una pequeña sonrisa en mis labios.
— Entonces entra, vamos al cuarto de juegos —dije dándole la espalda y caminando completamente normal hacia la puerta contigua que estaba en a lado de la pared de mi escritorio.
— No Juliette —y escuchar mi nombre en sus labios me erizo completamente, volteé y le mire confusa— esta vez no será en el cuarto… te hare el amor sobre tu escritorio para que cada vez que trabajes en él solo puedas pensar en mí.
— Te recuerdo, Balam, que nuestra relación es completamente laboral —dije tratando de guardar todo lo que sus palabras habia representado para mí.
— Y yo te recuerdo que lo que sentimos no es algo laboral.
Le valió poco las normas del contrato, me tomo con tanta fuerza de la cintura que me daño, me azoto contra el escritorio y tiro los papeles y demás cosas que habia sobre este, doy gracias a que mi laptop ya estaba destrozada porque si él la rompía valla teatro que le armaría. Me comenzó a besar como poseso mientras que sus manos se deslizaron sin pudor sobre mis piernas y destrozaron mi falda; yo me apresure, presa de la pasión, a quitarle el saco y la camiseta que me impedían tocar su exquisita piel pero no dure mucho ya que sus manos apresaron las mías de sobre manera para me acostarme con fuerza sobre el escritorio y comenzar a chupar con fuerza mi cuello dejándome grabes hematomas que me volvían loca.
Una mano me apresaba las muñecas y su otra mano estaba inmiscuyéndose dentro de mi camiseta hasta terminar quitándola para tomar uno de mis pechos y pellizcar con potencia hasta dejarme adolorida de verdad. Estaba siendo muy brusco y agresivo pero entendía porque lo hacía… es que teníamos algo que ambos habíamos decidido y algo a lo que estábamos atados pero dentro de esa habitación podíamos ser nosotros. Pasando la puerta hacia mi oficina nos volvíamos unos simples animales guiados y unidos por placer… y a la vez estábamos separados por abismos porque esto era solo sexo… simple y llano sexo que él habia pagado…
Balam solamente era uno más de mis 10 clientes a los que ahora prestaba mis servicios pero se tomaba la libertad de tratarme como su única y dulce amante, tal vez porque yo también quería serlo. Ya no recuerdo cómo es que me enamore de él pero… desde aquella vez que empezamos sesiones donde hablábamos más que hacíamos me di cuenta que tal vez y solo tal vez yo si me podría enamorar… aunque para ello tuviese que pedirle tres centavos de felicidad…
...