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La fórmula invisible

Enviado por   •  6 de Abril de 2025  •  Trabajo  •  790 Palabras (4 Páginas)  •  16 Visitas

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Nunca fui el mejor en matemáticas. Ni siquiera el segundo mejor. Para ser sincero, durante años pensé que los números eran enemigos disfrazados de símbolos: siempre esperando a confundirme, a atraparme en sus trampas de signos, paréntesis y ecuaciones sin sentido.

Hasta que conocí al profesor Fermín.

Era nuevo en el instituto. Llegó un lunes gris, con una mochila raída, gafas enormes y una libreta que parecía más vieja que el colegio entero. La mayoría de los profesores de matemáticas hablaban con frialdad, como si los sentimientos fueran irrelevantes. Pero Fermín era distinto. No explicaba con la pizarra, explicaba con historias.

—Las matemáticas —nos dijo el primer día— no son solo números. Son puertas. Algunas llevan a respuestas, otras a secretos.

Nos reímos, claro. Creíamos que era uno de esos profes raros que a la semana se cansan y se van. Pero no se fue. Y lo que vino después fue aún más raro.

Todo comenzó con un problema que escribió en la pizarra un viernes por la tarde:

"Encuentra el valor de X… si X no quiere ser encontrada."

Todos pensamos que era una broma. Algunos levantaron la mano, otros bufaron. Fermín solo sonrió.

—No quiero que resolváis esto —dijo—. Quiero que penséis en lo que significa.

Durante el fin de semana, algo me molestó. No podía dejar de pensar en esa frase absurda. ¿Cómo puede X no querer ser encontrada? ¿Desde cuándo las incógnitas tienen voluntad?

Y entonces me pasó algo muy extraño.

Soñé con una ciudad de números. Calles formadas por fracciones, edificios hechos de potencias, árboles con raíces cuadradas que se hundían hasta el núcleo de la Tierra. Y al centro, una figura envuelta en niebla. Cuando me acerqué, vi una “X” brillante que me miraba. Sí, me miraba.

—¿Por qué quieres encontrarme? —me dijo.

Me desperté sudando, el corazón latiendo como si hubiera corrido kilómetros. Decidí que necesitaba entender. No por la nota. Por mí.

Desde ese lunes, algo cambió. Empecé a ver las matemáticas con otros ojos. Las ecuaciones ya no eran líneas aburridas de símbolos, eran acertijos, mapas del pensamiento. Los teoremas parecían historias comprimidas, esperando que alguien las descifrara.

Y Fermín seguía alimentando nuestra curiosidad con frases que eran como fuego:

—La simetría es la sonrisa secreta del universo.

—Un número primo es un solitario orgulloso. Único. Indivisible.

—Las probabilidades no dicen lo que pasará. Dicen lo que el universo espera que pase.

Yo,

...

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