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Año nuevo. Siglo nuevo. Otro vacío día de celebración en honor a los doscientos cincuenta años que han pasado desde la creación de la Barrera, un campo de fuerza creado para la protección de lo que quedó de la tierra tras las primeras dos Grandes

Enviado por   •  13 de Abril de 2018  •  1.727 Palabras (7 Páginas)  •  460 Visitas

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Saco el arma de fuego de la parte trasera de mi uniforme y me pongo en posición, puede que haya uno o veinte personas en el vagón. Y con todo lo que cargan, sería muy improbable que no estén armados. Abro la puerta en total silencio, aunque igual cualquier movimiento que haga será tapado por el sonido de la fricción de los rieles, los cuales aturden mis oídos. Por suerte vi las señales de movimiento cuando estaba a punto de salir de la base de seguridad, creo que nadie podría hacer esto con un traje de fiesta y no con un uniforme adaptado a tu cuerpo, el cual me cubre por completo. La persona que está sentada frente a la ventana del volante se voltea.

—¡No dispares!

Veo sus brazos llenos de heridas, aun pasando la rugosa capa de piel morena. El rostro, deformado y cubierto de moretones. Su cuerpo con ropas roídas y encorvado en la silla de conductor. Ni siquiera se distinguen las partes de su cara, pero esos ojos negros intentando evitar la muerte que tiene este chico me recuerdan a la única persona en este corrompido mundo por la que daría hasta mi vida. Roger, mi hermano.

Sus manos arriba de su cabeza y el miedo reflejado en su mirada me detienen, mas no cambio de posición.

—Dame razones para no hacerlo.

Y a pesar de que no lo creí posible, lo hace. En cuanto escucho su dañada voz le calculo unos quince años, otra persona que tuvo que crecer rápido para no morir. Porque cuando vives sin la certeza de que habrá un mañana, esa es tu única meta: no morir. Y diariamente ese chiquillo no tenía esa certeza, viviendo en una colapsada Europa y con todas las personas a su alrededor muriendo. Me cuenta de cómo su familia no tenía nada de comer para la próxima semana porque él no pudo trabajar por sus heridas, causadas con un arma por uno de sus jefes. A pesar de que sigo sin bajar el arma, él llora y habla de su tristeza como si fuera la persona en el mundo a la que le confiaría su desespero. Lo peor es que creo que lo soy.

Le habían dado el trabajo de arriesgarse a venir a este sitio por todo este cargamento a cambio de dinero, y mientras toda la población de la Barrera celebraba él mandaba por los túneles de tráfico que recorren todo el territorio la comida hacia el subterráneo. A pesar de que mi plan era matar a este chico por todo esto, no puedo. Simplemente veo esos ojos y el reflejo de miedo tan profundo que tienen me hace sentir compasión. Pero no de él, sino de toda la humanidad. ¿De qué sirve todo lo que hemos hecho, si afuera hay tanta gente sufriendo por el egoísmo no solo de las élites, sino de nosotros? ¿Para qué decimos que hemos logrado tanto, cuando otros estómagos sienten el vacío que nosotros no, solo por haber nacido en otro sitio?

Pienso eso mientras vuelvo a la celebración de quienes considero mi familia. Lo pienso cuando abrazo a mi hermano, la única persona en la que he pensado siempre aparte de mí. Le susurro un “Feliz año nuevo, te amo” en el oído, esperando que él viva algo diferente a esto. Esperando que aquel chico de ojos temerosos se haya ido con aquel primer vagón para su familia. Esperando ser alguien diferente, y luego cansándome de esperar.

Hemos repetido la historia de nuestros ancestros, y si algo no cambia todo volverá a ser igual. Y si yo no decido cambiar primero, ¿quién lo hará?

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