CAPÍTULO 1: Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo D..
Enviado por Ninoka • 9 de Abril de 2018 • 14.136 Palabras (57 Páginas) • 530 Visitas
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En estas pláticas y otras semejantes llegaron al lugar a la hora que anochecía pero el labrador aguardó a que fuese algo más noche, porque no viesen al molido hidalgo tan mal caballero. Llegaron pues a la hora que le pareció, entró en el pueblo y en casa de Don Quijote, la cual halló toda alborotada, y estaban en ella el cura y el barbero del lugar, que eran grandes amigos de Don Quijote, que estaba diciéndoles su ama a voces: ¿qué le parece a vuestra merced señor licenciado Pero Pérez que así se llamaba el cura, de la desgracia de mi señor? Seis días a que no parecen él, ni el rocín, ni la adarga, ni la lanza, ni las armas. ¡Desventurada de mí! que me doy a entender aparte es una dramática solo porque el quijote se le dio la gana de salir por su caballería, y así es ello la verdad como nací para morir, que estos malditos libros de caballerías que él tiene, y suele leer tan de ordinario, le han vuelto el juicio que ahora me acuerdo haberle oído decir muchas veces hablando entre sí, también le parece mal que el lea pero bueno si el quijote esta obsesionado que quería hacerse caballero andante, e irse a buscar las aventuras por esos mundos su problema es que es un borracho sentimental. Encomendados sean a Satanás y a Barrabás tales libros, que así han echado a perder el más delicado entendimiento que había en toda la Mancha. La sobrina decía lo mismo y aún decía más porque no se cansa la tipa de hablar y el tipo no se pasa solo se queda escuchando todo esto: sepa señor maese Nicolás, que este era el nombre del barbero por si querían saber , que muchas veces le aconteció a mi señor tío estarse leyendo en estos desalmados libros de desventuras dos días con sus noches ósea que no hacía nada solo leer todo el día y noche: al cabo de los cuales arrojaba el libro de las manos, y ponía mano a la espada, y andaba a cuchilladas con las paredes y cuando estaba muy cansado, decía que había muerto a cuatro gigantes como cuatro torres por que el tipo vivía en un mundo de ficción , y el sudor que sudaba del cansancio decía que era sangre de las heridas que había recibido en la Batalla por que obvio sudaba sudor por que más y bebías e luego un gran jarro de agua fría, y quedaba sano y sosegado, diciendo que aquella agua era una preciosísisma bebida que le había traído el sabio Esquife, un grande encantador y amigo suyo que seguramente era inventado. Mas yo me tengo la culpa de todo, que no avisé a vuestras mercedes de los disparates de mi señor tío, para que lo remediaran antes de llegar a lo que ha llegado, y quemaran todos estos descomulgados libros (que tiene muchos), que bien merecen ser abrasados como si fuesen de herejes. Lleváronle luego a la cama y catándole las heridas, no le hallaron ninguna; y él dijo que todo era molimiento, por haber dado una gran caída con Rocinante su caballo combatiéndose con diez jayanes, los más desaforados y atrevidos que pudieran fallar en gran parte de la tierra. Ta, Ta, dijo el cura como don ramón ¿jayanes hay en la danza? (no sé qué es jayanes) para mí santiguada, que yo los queme mañana antes de que llegue la noche. Hiciéronle a Don Quijote mil preguntas, y a ninguna quiso responder otra cosa, sino que le diesen de comer y le dejasen dormir, que era lo que más le importaba. Hisos así, y el cura se informó muy a la larga del labrador, del modo que había hallado a Don Quijote. Él se lo contó todo con los disparates que al hallarle y al traerle había dicho, que fue poner más deseo en el licenciado de hacer lo que el otro día hizo, que fue llevar a su amigo el barbero maese Nicolás, con el cual se vino a casa de Don Quijote.
Capítulo 6: Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron
En la librería de nuestro ingenioso hidalgo.
Pidió las llaves a la sobrina del aposento donde estaban los libros autores del daño, y ella se las dio de muy buena gana. Entraron dentro Todos obvia mente entraron dentro, y el ama con ellos, y hallaron más de cien cuerpos de libros grandes muy bien encuadernados, y otros pequeños; y así como el ama los vio, volviese a salir del aposento con gran priesa y tornó luego con una escudilla de agua bendita y un hisopo y dijo: tome vuestra merced señor licenciado rocíe este aposento no esté aquí algún encantador de los muchos que tienen estos libros y nos encanten en pena de la que les queremos dar echándolos del mundo ,creían que los iban a embrujar . Causó risa al licenciado la Simplicidad del ama , de seguro pensó que loca esta señora y mandó al barbero que le fuese dando de aquellos libros uno a uno, para ver de qué trataban, pues podía ser hallar algunos que no mereciesen castigo de fuego ósea que iban a quemar a ellos o a los libros?. No, dijo la sobrina, no hay para qué perdonar a ninguno, porque todos han sido los dañadores, mejor será arrojarlos por las ventanas al patio, y hacer un rimero de ellos, y pegarles fuego, y si no, llevarlos al corral, y allí se hará la hoguera, y no ofenderá el humo. Abriese otro libro, y vieron que tenía por título El caballero de la Cruz. Por nombre tan santo como este libro tiene, se podía perdonar su ignorancia mas también se suele decir tras la cruz está el diablo: vaya al fuego. Tomando el barbero otro libro, dijo: Este es Espejo de Caballerías. Ya conozco a su merced, dijo el cura: ahí anda el señor Reinaldo del Montalbán con sus amigos y compañeros, más ladrones que Caco, y los doce Pares con el verdadero historiador Turpén y en verdad que estoy por condenarlos no más que a destierro perpetuo, siquiera porque tienen parte de la invención del famoso Mato Boyardo, de donde también tejió su tela el cristiano poeta Ludovico Ariosto, al cual, si aquí le hallo, ya que habla en otra lengua que la suya, no le guardaré respeto alguno; pero si habla en su idioma, le pondré sobre mi cabeza. Pues yo le tengo en italiano, dijo el barbero, mas no le entiendo. Todo lo confirmó el barbero, y lo tuvo por bien y por cosa muy acertada, por entender que era el cura tan buen cristiano y tan amigo de la verdad, que no diría otra cosa por todas las del mundo. Todas las aventuras del castillo de Mira guarda son bonísimas y de grande artificio como las de los caballeros en armas, las razones cortesanas y claras que guardan y miran el decoro del que habla, con mucha propiedad y entendimiento por que le gusta mucho. Bálame Dios dijo el cura, dando una gran voz ¡que aquí esté Tirante Blanco! Dádmele acá, compadre le salió lo mexicano, que hago cuenta que he hallado en él un tesoro de contento y una mina de pasatiempos. Aquí está don Kirieleisón de Montalván, valeroso caballero, y su hermano Tomás de Montalván y el caballero Fonseca le dejo el dato por si el interés claro está, con la batalla que el valiente
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