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La violencia en la literatura argentina del siglo XIX.

Enviado por   •  1 de Junio de 2018  •  6.718 Palabras (27 Páginas)  •  499 Visitas

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En este trabajo, como ya expusimos, “El matadero” es elegido como el texto fundacional de la literatura nacional. Como observamos claramente, esta obra es una historia de odio, escrita por el odio y en una Argentina llena de odio. Alguna vez, Viñas señaló que la literatura argentina comienza con una violación, con sangre y con violencia. Estando así las cosas, ¿cómo proseguirá?.

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La segunda obra de la que nos valdremos para realizar nuestro trabajo es “Amalia” de José Mármol, quien durante su exilio en Montevideo reconstruye, lo que para él es, la dramática situación argentina de 1840 bajo la dictadura de Juan Manuel de Rosas. En su novela, se genera un clima tenso, propio de un régimen que persigue a una parte de la sociedad, en este caso, a los unitarios. Sobre esta perspectiva histórica real, violentada por una irreconciliable bipolarización política, se desarrolla un proceso sentimental, un romance que atravesará los mismos conflictos que atraviesa el país. Mármol monta lo sentimental sobre ejes históricos, políticos y sociales., radicalmente alterados por la situaciones de violencias.

Como aclaramos en un principio, el estudio que realizaremos aquí no es de todos los aspectos de la obra, sino de los que, simplemente, nos concierne. A saber: la violencia, puesto que Amalia es una novela extensa y no es nuestra intención perdernos en descripciones. Sólo tomaremos de ella lo que sea preciso tomar.

Varios factores contextuales influyen en la elaboración de la obra: el terror de la mazorca, que empuja al exilio a los integrantes del grupo intelectual porteño de 1837, la propia experiencia de Mármol y la efervescencia anti-rosista. Para la comprensión de la funcionalidad político-social en Amalia no podemos prescindir de la perspectiva histórica protagonizada por el polémico dictador Juan Manuel de Rosas, quien asume el gobierno de Buenos Aires en 1829, luego del fusilamiento del coronel Dorrego (1828) hasta 1832, y desde 1835, luego del asesinato de Facundo Quiroga y siendo proclamado el Restaurador de las Leyes, hasta la Batalla de Caseros (1852).

La perspectiva histórica de la novela está representada por la represión rosista en Buenos Aires y sus alrededores, en un tiempo reducido del año 1840, fecha conflictiva por las consecuencias de la conspiración y retirada de Lavalle. La amenaza del ejército unitario de este general que, después de operar en Corrientes y Entre Ríos, se propone atacar la capital, el bloqueo del almirante francés Mackau, provocan la crisis del gobierno federal y, como consecuencia del peligro, se recrudece la feroz acción represiva de la mazorca contra los unitarios. Las situaciones de violencia, generadas por la organización represiva, influyen en las situaciones melodramáticas de la novela, actúan como desencadenantes del climax de terror y del destino fatal de los procesos amorosos de las parejas Daniel Bello y Florencia Dupasquier, y de Eduardo Belgrano y Amalia.

Es necesario destacar el papel preponderante de los eventos históricos, desde los movimientos del general Lavalle, en el norte, y su avance por la provincia de Buenos Aires hasta la situación de los exiliados en Uruguay; desde la acción de los ejecutores policiales hasta los juicios negativos sobre la dictadura. Toda esta materia ocupa el mayor número de páginas, hasta tal punto que la historia sentimental, supeditada a las situaciones contextuales y movida siempre por las tensiones políticas, queda reducida a pocos capítulos.

Ya dentro de la novela, observamos que en la dinámica histórico-política que se desarrolla, se destacan dos líneas de fuerzas: el autoritarismo de una tiranía y los intentos de conspiración unitaria. Juan Manuel de Rosas es el dictador que intenta imponer su autoritarismo mediante el terror. Toda la novela de desenvuelve a partir de este personaje y por eso tiene una intervención predominante en todo el relato. Al lado del caudillo, resalta la vigilante actividad demoníaca de su cuñada, María Josefa Ezcurra; ambos son los controladores de las redes de espionaje, denuncia, encarcelamiento y tormentos. En el bando unitario, Daniel Bello, por su amistad y parentesco con la pareja Eduardo-Amalia, se convierte en verdadero opositor, por su constante activismo y por sus audaces intrigas a lo largo de toda la novela.

El novelista opone la dos fuerzas reales que operan en la realidad argentina (por supuesto que lo hace desde su visión). Dota a los federales de un poder demoníaco y los acusa de complicar continuamente la existencia de los unitarios mediante continuos espionajes y tortura, a partir de un terror escalofriante. El temor rosista actúa como un horror gótico.

En la novela de Mármol opera, también, la bipolarización maniqueísta del bien y el mal. Por supuesto, el bien está encarnado en nosotros, los unitarios, es decir, en Eduardo, Amalia, Daniel, Florencia; y el mal en ellos, es decir, en Rosas, María Josefa, Cuitiño, Victorica, etc.

La violencia está a flor de piel desde el principio hasta el final de la novela. La psicosis del miedo reina en los últimos capítulos, localizados en el mes de noviembre de 1840, como consecuencia de la acción descontrolada de rondas federales. La proximidad del ejército de Lavalle recrudece la represión, y su retirada crea situaciones de dramática violencia. Amalia y su prometido, después del espectacular asalto a la “Casa Sola” (lugar donde se escondían), por una partida armada, viven bajo la amenaza latente; retornan a la quinta de Barracas y celebran su boda en privado. Pero la estrenada felicidad se rompe con un cambio súbito de fortuna: el violento asalto a la residencia. El tropel de los atacantes, los disparos, los gritos, la sangre, conjugan una situación dramática y de máxima violencia La lucha desigual contra los mazorqueros tiene un final sangriento con casi media docena de muertos. No es casual que Mármol hiciera morir a sus principales personajes y, por cierto, unitarios. El autor de la novela expresaba, de esta manera, el final de todos los opositores de Rosas que no partían hacia el exilio.

La mayor importancia de esta novela radica, principalmente, en su valor social: expresa profundamente la visión que los unitarios tenían de Rosas. Feinmann señala: “Mármol, en suma, plantea un enfrenamiento irreductible, un antagonismo mortal, un conflicto ético y estético. Por un lado, las clases acomodadas, pudientes y blancas. Por otro, las clases pobres y las razas degradadas: los negros, los indios. Usó el romanticismo para las clases acomodadas, decentes y blancas. Usó el realismo para describir a las clases bajas, a los federales, a los negros y a los indios”. Un ejemplo

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