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PROFESORADO EN EDUCACIÓN SECUNDARIA DE LENGUA Y LITERATURA

Enviado por   •  2 de Mayo de 2018  •  1.855 Palabras (8 Páginas)  •  360 Visitas

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También en “Practica de un lector libre” de Mauricio Ostria González se evidencia está característica de Cortazar. Para este autor en esta escena se evoca una situación de amor narrada a través de un lenguaje musical. Sostiene que este lenguaje ya había sido utilizado por el Cortazar en Capítulos anteriores sin embargo cobra mayor notoriedad en el 68. Por un lado se ve como un juego, una burla al lenguaje racional, pero también es un lenguaje exclusivo, no compartido, una zona propia de enamorados, que aísla al resto del mundo.

El Gíglico es considerado hasta trivial que han utilizado los amantes del mundo, atribuyéndole un valor especial a expresiones habituales. Este lenguaje de enamorados nace de manera espontánea llena de sufijos afectivos.

Partiendo, entonces, de todo lo expuesto podemos sostener que el gíglico es un lenguaje sencillo y efímero, lenguaje propio de las emociones, del amor y de la música. No cabe duda que Cortazar lo utiliza para resaltar la belleza del lenguaje y la rima. El participa como narrador omnisciente y se apodera de este lenguaje para evitar el uso de otras expresiones y al mismo tiempo permitirle al lector que participe en el desarrollo de la escena. De esta forma se establece un dialogo entre el autor y el lector, es decir entre emisor y receptor y es allí donde tendrá mucho que ver la interpretación y decodificación que este último haga sobre la narración.

Como decíamos en la teoría, en la competencia activa se produce la operación de decodificación, a la forma de interpretar los diversos filtros que utilizo el emisor.

En la siguiente narración está más que evidente que es el emisor quien debe decodificar este mensaje y así interpretar lo que el emisor conto:

“Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en

hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él

procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y

tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las

arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar

tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas

fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un

momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él

aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un

ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el

clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia

del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa.

¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balparamar,

perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se

resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en

carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.”

(CORTAZAR, Julio, Rayuela. Cápitulo 68. PDF)

Como dice Lewis Carroll cada autor tiene todo el derecho de atribuir el sentido que quiere a las palabras. Acá Cortazar juega con el equívoco de alternar palabras puramente imaginarias con un esquema sintáctico habitual:

“Apenas él… a ella se le…y caían en…-sintiendo como poco a poco…se iban… hasta quedar tendidos como el… al que se le ha dejado caer unas…”

Tenemos aquí el esquema de una escena de amor físico, de un encuentro pasional entre dos. Es evidente que lo que busca el autor es que el lector utilice su propia imaginación para rellenar los espacios con sentido claro y concreto que hasta ese momento está siendo ocupado por palabras inexistentes.

Se ve una vez más la complicidad con el lector, la importancia de los elementos que rodean al mensaje para que éste sea decodificado de forma correcta.

De acuerdo con Orecchioni una palabra significa lo que yo quiero que signifique, ni más ni menos.

Para concluir podemos afirmar que el capítulo 68 de Rayuela, es el lector quien le otorgará el significado y para ello tendrá en cuenta sus experiencias personales y sus propias fantasías. No cabe duda que en cada mensaje enviado por el emisor es el receptor quien lo decodifica y le otorga el significado correspondiente.

Bibliografía:

- CORTAZAR, Julio. Rayuela. PDF

- RUFINELLI, Jorge. Cortazar: Erotismo y alegría. Apartado Postal 369.Veracruz. México. PDF

- GONZÁLEZ, Ostria Mauricio. Práctica de un lector libre. PDF. Indiana University.USA. PDF.

- ORECCHIONI, Kerbrat Catherine. La enunciación de la subjetividad en el lenguaje. Capítulo I.

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