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La Oración Por Todos - Andres Bello.

Enviado por   •  17 de Abril de 2018  •  1.352 Palabras (6 Páginas)  •  378 Visitas

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...

Parte III

Ruega, hija, por tus hermanos,

los que contigo crecieron,

y en un mismo seno exprimieron,

y un mismo techo abrigó.

Ni por los que te amen sólo

el favor del cielo implores;

por justos y pecadores,

Cristo en la cruz expiró.

Ruega por el orgulloso

que ufano se pavonea,

y en su dorada librea,

funda insensata altivez;

y por el mendigo humilde

que sufre el ceño mezquino

de los que beben el vino

porque le dejen la hez.

Por el que de torpes vicios

sumido en profundo cieno,

hace aullar el canto obsceno

de nocturna bacanal.

Y por la velada virgen

que en su solitario lecho

con la mano hiriendo el pecho,

reza el himno sepulcral.

Por el hombre sin entrañas,

en cuyo pecho no vibra

una simpática fibra

al pesar y a la aflicción.

Que no da sustento al hambre,

ni a la desnudez vestido,

ni da la mano al caído,

ni da a la injuria perdón.

Por el que en mirar se goza

su puñal de sangre rojo,

buscando el rico despojo,

o la venganza cruel.

Y por el que en vil libelo

destroza una fama pura,

y en la aleve mordedura

escupe asquerosa hiel.

Por el que surca animoso

la mar de peligros, llena;

por el que arrastra cadena,

y por su duro señor.

Por la razón que leyendo,

en el gran libro, vigila;

por la razón que vacila:

por la que abraza el error.

Acuérdate en fin, de todos

los que penan y trabajan;

y de todos los que viajan

por esa vida mortal.

Acuérdate aun del malvado

que a Dios blasfemando irrita.

La oración es infinita:

nada agota su caudal.

Parte IV

¡Hija! reza también por los que cubre

la soporosa piedra de la tumba,

profunda sima adonde se derrumba

la turba de los hombres mil a mil:

abismo en que se mezcla polvo a polvo,

y pueblo a pueblo; cual se ve a la hoja

de que el añoso bosque Abril despoja,

mezclar

la suya otro y otro Abril.

Arrodilla, arrodíllate en la tierra

donde segada en flor yace mi Lola,

coronada de angélica aureola;

do helado duerme cuanto fue mortal;

donde cautivas almas piden preces

que las restauren a su ser primero,

y purguen las reliquias del grosero

vaso, que las contuvo, terrenal.

¡Hija! cuando tú duermes, te sonríes,

y cien apariciones peregrinas,

sacuden retozando tus cortinas:

travieso enjambre, alegre, volador.

Y otra vez a la luz abres los ojos,

al mismo tiempo que la aurora hermosa

abre también sus párpados de rosa,

y da a la tierra el deseado albor.

¡Pero esas pobres almas!...¡si supieras

que sueño duermen!... su almohada es fría;

duro su lecho; angélica armonía

no regocija nunca su prisión.

No es reposo el sopor que las abruma;

para su noche no hay albor temprano;

y la conciencia, velador gusano,

les roe inexorable el corazón.

Una plegaria, un solo acento tuyo,

hará que gocen pasajero alivio,

y de que luz celeste un rayo tibio

logre a su oscura estancia penetrar;

que el atormentador remordimiento

una tregua a sus víctimas conceda,

y del aire, y el agua, y la arboleda,

oigan el apacible susurrar.

Cuando en el campo con pavor secreto

la sombra ves, que de los cielos baja,

la nieve que las cumbres amortaja,

y del ocaso el tinte carmesí:

en las quejas de aura y de la fuente

¿no te parece que una voz retiña?

una doliente retiña?

...

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